La muerte de su madre fue una amarga sorpresa para la familia Collazo.

Tenía sólo 39 años.

A pesar de que Adriana Mojica era paciente de distrofia muscular, una condición degenerativa que afecta el movimiento de los músculos, nadie esperaba su sorpresiva muerte el 9 de marzo de 2006.

Ha sido el momento más difícil por el que ha atravesado la familia, indicó a PRIMERA HORA Ricardo Collazo, de 24 años, uno de los nueve hijos de la mujer.

A dos años del deceso, aún el joven, al igual que cada uno de sus hermanos, llora a su madre, a quien describió como una mujer jovial.

En medio del dolor que provocaba el ya de por sí perturbador incidente, la familia se enfrentó con una nueva realidad que, de seguro, viven a diario familias puertorriqueñas que pierden de forma inesperada a ese ser querido: no tenían dinero para pagar los gastos funerarios.

“No teníamos nada, porque no nos lo esperábamos. El dolor se mezcló con la preocupación y llega el punto que uno no sabe ni cómo bregar con la situación”, indicó el estudiante de asistente de oficina médica en un colegio tecnológico de Bayamón.

En aquel entonces, el costo de los servicios básicos que le estimaron a la familia sobrepasaban por poco los $1,000, pero el dueño de la funeraria en Toa Baja, quien los conocía, les hizo unos arreglos para reducir la factura. Al final la familia tenía que pagar $700, pero aun así no podían asumir esa cantidad. Ricardo es el segundo de los hermanos y cuando eso tenía apenas 22 años. Eran de repente un viudo con escasos recursos y nueve muchachos y niños.

“Es algo que uno no se espera en la vida, fue un proceso bien duro”, indicó Ricardo con la voz entrecortada, aunque con una madurez envidiable. El joven es quien ha tenido que asumir prácticamente el liderato de la familia, ya que su padre trabaja.

Collazo recordó que su mamá se levantó el 8 de marzo de 2006 como todas las mañanas, preparó los niños para ir a la escuela y se estaba preparando para salir cuando le dio un fuerte dolor de cabeza. Rápidamente, fue transportada a un centro hospitalario, donde pocas horas después de haber ingresado cayó en estado de coma. Murió el 9 de mayo en horas de la madrugada.

Finalmente, el Municipio de Toa Baja fue al rescate de la familia y pagó los costos funerarios.

“Uno no quiere deberle a nadie. Era un dolor mezclado con la impotencia que provoca la situación. Tenía también la preocupación de los nenes que estaban acá y cómo se le iba a dar la noticia, porque yo me había ido en la ambulancia con ella”, indicó Ricardo, quien vive con su papá y cinco hermanos de entre nueve y 18 años, dos de éstos pacientes también de distrofia.

“(El no tener dinero para resolver) frustra bastante y aumenta más el dolor. Fue un proceso bien arduo que sólo el que pasa por esto puede entenderlo. Nunca me imaginé yo que iba a perder a mi mamá tan joven y de esa forma”, dijo sin poder contener el llanto.

Hoy los gastos hubieran sido muchos más, ya que este renglón ha experimentado un incremento motivado especialmente por las alzas que se han reflejado en el precio del barril del petróleo y en la escasez de metales, producto principal de la producción de ataúdes.

Brenda Román, portavoz de prensa de Toa Baja, informó que el Municipio ha donado $60 mil para gastos funerarios desde 2005.

Imprescindible la planificación

A pesar de que para algunos puede sonar un poco descabellado, una de las formas para evitar el amargo proceso de no tener cómo pagar el sepelio de ese ser querido, es realizando arreglos prefunerarios.

Este mercado, según Robert Molina, gerente general de la Funeraria Ehret, se ha mantenido estable en los últimos años. La mayoría de las personas que compran estos servicios son las que han sufrido la muerte de un ser querido de forma imprevista.

“La gente se convence por sí sola cuando pasa por la situación: murió papá, murió mamá y no estábamos preparados y se forma el correcorre”, indicó Molina.

Entre las ventajas de este ofrecimiento, está que la persona congela un precio evitando incrementos futuros en los mismos. A la vez que alivia la carga económica de sus seres queridos al momento del fallecimiento.