La idea comenzó a germinar en su cabeza hace 20 años, cuando conoció a una chica llamada Hanoi, como la capital de Vietnam. Manuel Martínez Nazario se le acercó a la joven, le preguntó si su papá había sido militar y la chica le dijo sorprendida que sí, que cómo lo sabía.

Pero no fue hasta hace unos cuatro o cinco años que esa curiosidad por los nombres tomó más fuerza cuando, ya como empleado de la biblioteca Lázaro, en el recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico, Martínez Nazario comenzó a apuntar todos los nombres inusuales que escuchaba.

¿Cómo cuáles? Glymarierick, Legnamar, Diamad, Enchanté -una de 7 sobrinas de Martínez Nazario con nombres creados- y muchos, muchos más.

Miles más.

“Empecé yo a recopilar nombres y cuando me di cuenta tenía 4,000 y pico”, dijo Martínez Nazario, de 45 años.

Específicamente, recopiló 4,096 nombres creativos, y Martínez Nazario pudo corroborar el origen de 2,156, los que finalmente compiló en un libro publicado en octubre pasado llamado “Diccionario de nombres de pila femeninos creados en Puerto Rico”.

“Es un trabajo dirigido a explicar de forma coherente la creación de los nombres”, dijo Martínez Nazario desde una mesa en la sección de préstamos interbibliotecarios de la biblioteca riopedrense.

Su diccionario es una contribución a la antroponimia, o el estudio del origen y significado de las palabras, según explicó. “Me sorprende que las personas crearan los nombres sin pensar en los términos lingüísticos”, comentó Martínez Nazario.

Según explicó, la mayoría de los nombres creados son fusiones de nombres, por ejemplo Sheanisse, contracción de Shean y Elizabeth; Jeyshamil, fusión de Jessika y Amil; Juaneska, nacido de Juana y Waleska; o Arlenemaris, aglutinación de Arlene y Maris.

También hay mezclas de nombres con apellidos, como Sirelys, que combina los apellidos Soto, Irizarry, Rodríguez, con los nombres Edgar y Lucy.

Pero no solo eran fusiones. Hay personas que tienen nombres de lugares, como Varsovia -contó que se topó con soldados que bautizaron a sus hijos con nombres de ciudades donde combatieron-; nombres de novelas, como Tanairí; nombres hebreos de hombres usados para mujeres, como Merari; nombres de animales como Coquí, o incluso modificaciones a palabras taínas como Guananí, inspirado en el indígena Guanina.

¿Y qué inspiró esa creatividad? Aparentemente, lo importante no es el significado del nombre, como sucede en muchos países de Asia, sino “que sonara bonito”, según el autor de otros cuatro libros.

El trabajo de recopilación no solo fue entrevistando estudiantes, sino también buscando en fuentes diversas, como Internet y la red social Facebook, así como las iglesias católicas donde los párrocos, en las ceremonias de bautismo, se encontraban con muchos nombres creados.

“‘Yo he criticado eso’, me decía Padre Tarciso (recientemente fallecido). Yo le decía, ‘Padre, yo no estoy para eso, es para explicar’”, recordaba Martínez Nazario sobre un intercambio con uno de los clérigos.

“Esos no son nombres cristianos”, le respondía el padre, uno de varios que ayudaron a Martínez Nazario en su búsqueda.

“Yo le decía ‘yo no veo el problema que no sea cristiano, quien lo hace cristiano es el propio ser humano’”, recordó.

Martínez Nazario dijo que le llamaba la atención que salieran historias publicadas en los periódicos de nombres raros o absurdos, pero sin que los medios dieran explicaciones, y agregó que en países como Argentina incluso hay controversias públicas por estos nombres. También escuchaba en la calle que se catalogara el crear nombres como algo “de gente cafre”.

El estudioso no apoya este tipo de expresiones en alusión a los nombres creados. Sencillamente “llaman la atención”, dijo Martínez Nazario.

Pero, ¿por qué su compilación es solo de nombres femeninos? La respuesta es que de esos 4,000 nombres creados solo 15 eran de varones.

El buscar por qué hay creatividad con nombres de mujeres y no de hombres, el corroborar su impresión de que esto de crear nombres es una tendencia que tuvo su mayor fuerza entre las décadas del 70 y 80, y otras áreas de interés, dijo, debería ser objeto de otros estudios, quizá por sociólogos, lo que no es su campo.

“No me tomes la palabra, pero tengo varias sospechas, (primero) hay más mujeres que hombres y (segundo) también quizá está ligado a algo de estética... esa búsqueda de algo bonito”, expresó.

Martínez Nazario, quien tiene un bachillerato de educación en arte e historia, dijo que probablemente publique en varios años una versión ampliada de su libro porque le siguen llegando nombres. Por ejemplo, Tsunami, como el fenómeno climático, o Ledif, el nombre Fidel escrito al revés.

“Me puedo proponer como meta 5,000 nombres. Como ya salió este (el libro), yo poco a poco sigo anotando y recopilando”, indicó.