Padre e hijo comparten trabajo como paramédicos salvando vidas
Jeinor Vega decidió seguir los pasos de su papá, Ángel, al verlo laborar en una ambulancia aérea.
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Con 37 años de trabajo como paramédico del Negociado del Cuerpo de Emergencias Médicas, Ángel Vega Acosta ha vivido toda clase de experiencias, desde aparatosos accidentes y la tristeza de no poder salvar una vida, hasta la alegría de realizar un parto y traer un bebé al mundo.
Pero sin duda, una de las experiencias que más conmueve al actual supervisor regional de Mayagüez del Negociado es ver cómo el mayor de sus cuatro hijos, Jeinor Vega Acevedo, se abre camino en esa misma profesión, siguiendo sus pasos, así como sus enseñanzas, que, según contaron, por momentos fueron algo severas.
Ángel compartió que, en su caso, su labor como servidor público “empieza con un sueño de niño. Yo quería ser bombero, pero después tuvo otros cambios”. Tras surgir una oportunidad de estudios en Ponce, aunque vivía en Sabana Grande sus padres “hicieron lo humanamente posible para llevarme a estudiar”. Y a sus 19 años, “con muy poca experiencia de vida, pero con la ayuda de mis papás”, entró en Emergencias Médicas.
“Y ahí es cuando entro en la etapa que uno no sabe, porque nadie nace enseñado, y es el papel de papá. Y empiezo a tener pues la vida y responsabilidad de tener un hijo, que se la sumo a la de paramédico de manejar pacientes críticos y salvarle la vida”, comentó.
Entonces, recordó, “el aspecto económico empieza a gritar” y tuvo que buscar otra opción para sustentar a la familia, que encontró ofreciendo clases “en una universidad bastante conocida”, y por 30 años estuvo laborando en los dos sitios, como paramédico y como profesor.
Para el año 2000, mientras trabajaba en destaque en el helicóptero ambulancia que hoy día se conoce como Aeromed, su hijo fue un día allí, lo vio laborando, “y desde ese día quería ser paramédico, como papá”.

“Siempre nos enseña qué es lo bueno y lo malo”
Jeinor agregó que, una vez llegó el momento de decidir cuál rumbo laboral tomaría, le confirmó a su papá que quería “montarme en una ambulancia. Yo quiero ser paramédico”.
“Obviamente, a nosotros cuatro (él y sus hermanos) nos deja tomar las decisiones que nosotros entendamos. Siempre nos enseña qué es lo bueno y lo malo, pero nos deja a nosotros tomar las decisiones. Y yo sé que detrás de esa toma de decisiones seria y enseñanza, fue algo alegre”, aseveró.
Explicó que la motivación para elegir la carrera de paramédico, entre tantas opciones disponibles, fue el “deseo de salir a la calle a ayudar”.
“No siempre vamos como tal a hacer un manejo médico prehospitalario. También nos toca muchas veces dar apoyo emocional. Ese impacto que el paramédico da en la comunidad para mí es bien importante. En muchas ocasiones eso hace la diferencia”, agregó.
Aunque trabajan en la misma región, y en principio Ángel es su supervisor, eso no significa que Jeinor vaya a recibir ningún tipo de trato privilegiado.
“La realidad es que, desde el día número uno que él fue estudiante, yo le inculqué que papi hizo su historia, pero le tocaba a él hacer la de él”, afirmó Ángel. “Y desde el día uno él ha entendido lo que necesita hacer. Y hasta ahora, gracias a Dios, todo ha funcionado muy bien”.
Papi profesor
Para muestra, basta escuchar el relato del tremendo regaño que se llevó Jeinor mientras, como parte de su curso, le tocó tomar clases con su papá.
Recordó que aquel día, “estábamos haciendo una asignación tarde en la biblioteca, y entramos tarde al salón, y por ahí tuvimos que regresar a buscar una excusa para poder entrar. No me dio ‘break’ para entrar”.
“Fue el regaño de profesor más el regaño de papá. Después de eso, nos reímos y lo usamos de anécdota. Pero en ese momento, el salón lleno, eso fue intenso”, agregó.
Su papá reflexionó que “para educar a tu hijo le puedes hablar mil cosas, pero si no le das el ejemplo, no lo puede entender. Y yo le enfatizaba que, para salvar vidas, tú tienes que llegar y aprovechar el tiempo. Si llegabas tarde, pues no había ‘break’”.
“Y ese día se lo había advertido, ‘vamos a empezar la clase, acuérdense, que los veo ahí perdiendo el tiempo’. Entonces en el salón, ya yo llevaba la clase, cuando de momento veo que la puerta se abre y llegan estos dos, porque venían en corillo, y yo lo miro y me dice, ‘papi, mala mía’. Y le digo, ‘bueno, aquí soy su profesor, y no es mala mía. Aquí usted tiene las mismas reglas que todos los demás. ¿Verdad que sí? Así que hace el favor y por ahí mismo vira, y va donde la consejería, y que le busque una excusa a ver si lo dejan entrar y lo considero más ahorita”, relató.

Ante la sorpresa de la clase, preguntó si creían justo que, estando ellos allí, puntuales, le dejara pasar la tardanza, y agregó que “si yo le permito que él entre, le falto el respeto a ustedes”. Todos entendieron, incluso su hijo, que luego se disculpó por lo ocurrido.
No obstante, Jeinor no se pudo librar del castigo de que, en los ejercicios de simulación que se hacían bajo el sol caliente, “la parte de exponerse más al sol le tocaba a él”.
Aunque no da espacio a favoritismo, Jeinor si puede recurrir a su papá para consejos y recomendaciones sobre cómo enfrentar los diferentes casos.
“Nosotros, cariñosamente, decimos que él es un libro andante. Y por menos tiempo o más tiempo que llevemos, siempre terminamos preguntándole diferentes cosas, y consultando y compartiendo experiencias”, comentó.
Ángel recordó una situación particular, un caso extraordinario con una niña que terminó falleciendo, en el que tras lo sucedido su hijo y otro compañero le llamaron ambos preguntándole qué habría hecho él.
“Y les dije, ‘bueno, lo mismo que ustedes’. Lamentablemente… y todos los profesionales de la salud yo creo que ese es nuestro tendón de Aquiles, trabajar con los pacientes pediátricos. Los niños nos aflojan, y más cuando tenemos hijos, y en este caso yo tengo la virtud de tener hijos y tener una nieta, soy abuelo gracias a él. Y uno se refleja en ese momento no en el paciente sino en mi familiar. Y la duda siempre sale de que si pude haber hecho más por él. Y la realidad es que no. Uno repasa, y como él dice, la vieja escuela junto a los protocolos y los nuevos estudios, avances y equipos pues se unen y uno concuerda en que sí, se hizo lo correcto”, sostuvo Ángel, agregando que, por más que lo intenten, lamentablemente no en todos los casos van a poder completar su misión de salvar la vida del paciente.
Ahora están más unidos
Ambos se refirieron a preocupaciones y alegrías que supone trabajar en la misma profesión como padre e hijo.
Ángel comentó que, en medio de las complejidades de su día a día, “tú no dejas de pensar en tus hijos. Cada vez que yo salgo o atiendo un incidente, lo primero que pienso, él vive en Lajas, ocurrió un incidente en Lajas, un choque, cualquier cosa, ¿él estará bien? Ojalá no sea nada fuera de…”.
“A la misma vez es gratificante, porque los veo trabajar o me llegan las buenas noticias de muchos compañeros que me dicen, ‘contra Vega hiciste un buen trabajo con…”, añadió, sin poder completar la frase, mientras se le ahogaba la voz por la emoción. “Como dice la canción, creo que valió la pena”.
Su hijo salió al rescate y agregó que, ahora que es su turno como papá, “es gratificante. Todo lo que nosotros vimos cuando éramos pequeños, que a veces no entendíamos los sacrificios que hacía cuando salía del turno de guardia para buscarnos para ir al cine, al parque, al mall, esto, aquello, lo otro, que a veces se quedaba dormido y entre mi hermano (mayor) y yo lo vacilábamos, ‘mira, se quedó dormido. Mira, está roncando’. Pero no sabíamos que esa noche anterior hizo tres, cuatro, cinco transportes”.
“Y es lo que yo estoy viviendo hoy en día, que sé de primera mano lo que él pasó. Sé lo sacrificado que es. Pero también sé que al final del día eso es lo que uno se lleva, pude hacer la diferencia, pude hacer algo. Y me llena de orgullo. Hoy en día trabajo y comparto con muchas personas que lo conocen y me dicen, ‘tu papá me dio clases’. Y eso es algo que yo siempre me llevo. Me alegra, me llena de orgullo, me pompea para seguir trabajando día a día”, afirmó.
El dúo aprovechó la ocasión para ofrecer sus consejos a otros padres actuales o futuros, como la importancia de “disfrutarse el momento y vivir cada oportunidad que uno tiene en la crianza de los hijos”.
“No faltar a ningún evento especial. Porque yo, aunque realmente por las circunstancias de la vida no vivimos juntos, pero sus días especiales yo estaba allí. Eso era número uno, y ahí el trabajo pues tenía que esperar. No abandonaba, pero coordinaba con tiempo para que, si era su graduación, papá estuviera allí”, afirmó Ángel. “Aunque quizás salía de una guardia y me iba a ir a dormir a la graduación, pero cuando todo el mundo aplaudía, pues yo iba a aplaudir también porque me despertaban. Pero eso no lo fallé”.
“Y apoyarlos, que lo que quieran ser, que sigan hacia adelante”, agregó el veterano paramédico.
“Esto no es fácil, nada fácil. No existe un libro que te diga cómo hacer las cosas. Sí existen personas especiales que te dan los ‘tips’ y te van llevando. Pero hay que estar ahí para saber”, añadió Jeinor. “Ahora, es una experiencia bien bonita. Aprendes a aprovechar el tiempo con los hijos, con los seres queridos. Cambia la vida totalmente, pero es aprendizaje. Eso se disfruta a diario, se aprende a diario. Uno siempre quiere lo mejor, pero uno tiene que pues adaptarse y disfrutarse el proceso”.
“Y ahora con la nieta, pues a volver a empezar”, afirmó Ángel, aunque reconociendo que “le huía” a la idea de ser abuelo.
“Es volver a criar y entender porque los abuelos son alcahuetes. Es porque quizás uno trata de recuperar el tiempo perdido y hacer las cosas que no pudo hacer, y obviamente estar de resguardo”, reflexionó.
“Lo bueno es que cuando la niña tiene el azúcar en ‘high’ y está brincando, pues yo sé que eso se va a acabar porque se la tiene que llevar él, y yo voy a respirar en ese momento”, agregó entre risas.