Orlando, Florida. Los rostros de los cuatro jugadores reflejaban seriedad. Apenas parpadeaban. Las manecillas del reloj, a punto de marcar las 10:00 de la noche, armonizaban con el único otro sonido en el salón: la colocación de los dominós sobre la mesa. Pese a la hora, el enfoque del cuarteto mostraba la misma vivacidad que cuando empezaron la jornada, a tempranas horas de la tarde.

El silencio se interrumpió por una abrupta conmoción, preámbulo que llevó a un vehemente debate de quién ganó y por qué. Así es que la venezolana Anneth Gudiño y el puertorriqueño Jacobo Nieves, entre otras decenas de latinos, amenizan sus noches. Y es que ellos han encontrado en el Museo del Dominó y sede del club Domino USA -ubicado en 615 F Herdon Avenue- un punto de encuentro sinigual, pues entre las fichas y el espíritu competitivo han recuperado un pedacito de su terruño.

“(Aquí) me siento como si estuviera en mi país. Uno se siente como en familia”, describió Gudiño. Mucho más que un pasatiempo, el dominó es para ella el hilo que ha suturado las heridas de su corazón tras sufrir la muerte de su hijo, asesinado en Venezuela a los 16 años. De la misma manera, Nieves, oriundo de Aguas Buenas, encontró paz en la sede, ya que también sufrió el homicidio de sus tres hijos. Aseguró que nada ha logrado aliviar su desconsuelo como lo ha hecho el dominó y el compañerismo en el club.

Este punto de encuentro nació de la pasión del ponceño Manuel Oquendo y la utuadeña Maggie Cruz, unidos “en el dominó y en el amor”. Y son muchos los logros que han acumulado.

En primer lugar, la Federación Internacional de Dominó (FDI), presidida por Oquendo, rompió en el 2008 su propio Guinness World Record, ya que en marzo fueron reconocidos por tener la mayor cantidad de personas jugando simultáneamente y, cuatro meses más tarde, ellos mismos superaron el número. A esto se suman las múltiples preseas que se han ganado en torneos a nivel nacional e internacional.

Además del club Domino USA, el matrimonio fundó el Museo para exhibir distintas fichas que Oquendo ha coleccionado a través de los años, ya sea mediante regalos en viajes alrededor del mundo o al participar de subastas.

En el muestrario hay cerca de 700 conjuntos de dominó con un valor de sobre $1.2 millones. Algunas les pertenecieron a soldados estadounidenses que lucharon en la Guerra Civil y otras al roquero Jimi Hendrix.

También alberga un conjunto hecho de 24 quilates de oro, plata, uno en lenguaje Braille y los dominós más pequeños del mundo, creados en el municipio de Jayuya.

En sus posiciones de presidencia de la Federación y del club Domino USA, Oquendo y Cruz han viajado el mundo y participado en competencias en países tan lejos como Rusia y remotos como Abjasia.

“Nos entendemos con el idioma del dominó. Eso es una experiencia religiosa”, resaltó Cruz entre risas.

También lograron que el canal televisivo ESPN Deportes exhibiera al dominó a través de sus lentes, posicionando el juego como un deporte. Mientras, Oquendo ha trabajado junto a otros presidentes nacionales afiliados al FDI para crear reglas universales.

En el muestrario hay cerca de 700 conjuntos de dominó con un valor de sobre $1.2 millones.
En el muestrario hay cerca de 700 conjuntos de dominó con un valor de sobre $1.2 millones. (XAVIER GARCIA)

Para la pareja, el alcance del dominó no conoce límites. Por esto, Oquendo entrenó a docentes para que les enseñaran a sus alumnos el dominó y así fomentar la agilidad matemática. Además, impulsa el deporte en el ámbito científico.

Ambos han participado en múltiples actividades que benefician a comunidades desaventajadas de Florida central.

“No es nada más jugar dominó. Es estar presente en la comunidad”, aseguró Cruz.

“El dominó nos unió”

Sin conocerse, Cruz y Oquendo albergaban, desde niños, la pasión por el dominó. El destino los guió a tomar rumbos similares en la vida hasta coincidir en la adultez.

Cruz cursó pedagogía en la Universidad de Puerto Rico (UPR) y, al culminar su bachillerato se enlistó en la Fuerza Aérea. Después de largos años sin jugar dominó, reavivó su amor por el juego mientras estaba destacada en Dakota del Norte.

“Ahí hacía un frío infernal. Lo único que se hacía era jugar dominó viernes, sábado y domingo. Y lunes, martes, miércoles y jueves”, dijo riéndose al mencionar que llegó a “ser maestra en Nueva York y en Panamá, pero nada como el dominó”.

Por su parte, Oquendo se enlistó en el Ejército donde continuó “la tradición” de jugar dominó y, cuando se integró a la FDI, trabajó como cartero.

Fue en un torneo local donde Cruz y Oquendo coincidieron. Se enamoraron, se casaron y fomentaron lo que los unió: el dominó.

“Él tenía su vida aparte y yo la mía. Pero, el dominó nos unió: en el dominó y en el amor”, acertó Cruz, quien junto a Oquendo comparten cuatro hijas y tres nietos.