Peligrosa fuga de amor de dos adolescentes
Pesquisa de la Policía apunta a que menores huyeron durante horas para cumplir un anhelado plan de romanticismo.

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 13 años.
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“Él le dijo vámonos, ¿dónde? le respondió llorando ella/ lejos del altar mayor, en el velero pobretón de una botella/... Luego la guardia civil les decomisó el sudor y la sonrisa/ las postales de Estoril sin posada, sin escudos y sin visa/ Se llamaban Abelardo y Eloísa” -Joaquín Sabina (Pájaros de Portugal)
Irónicamente, la letra de esta hermosa canción que habla sobre la historia real de dos adolescentes enamorados que huyeron de sus casas para juntos conocer el mar (en hechos ocurridos en la década de los 90 en España) coincide con la “desaparición” de dos jovencitos que ayer mantuvieron en jaque a las autoridades en Puerto Rico pero que, al parecer, solo trataban de cumplir un inolvidable gesto de romanticismo.
Resulta que Carlos, de 12 años, y Rosario, de 13 (nombres ficticios para proteger su identidad), planificaron –tal como hicieron “Abelardo” y “Eloísa”– una fuga romántica ideada por el niño, cuyos planes eran vacacionar durante tres días con su amada, con quien quería viajar a Culebra para disfrutar el amanecer de la isla.
Sin embargo, la pareja optó por pernoctar toda la noche del miércoles a la luz de la luna llena, a orillas de aguas cristalinas de una poza llamada “Charco Frío”, en el barrio Florencio de Fajardo, un lugar descrito como paradisiaco.
Finalmente, una residente llamó a la línea de emergencias 9-1-1 al observar a los menores solos caminando por el sector durante la mañana de ayer. Tras la movilización de los agentes, los muchachitos –quienes llevaban unas 24 horas desaparecidos– fueron rescatados a las 3:00 p.m. Al principio, Carlos –tal vez por temor– dijo que los habían secuestrado unos enmascarados. Pero la versión fue descartada por la Policía.
Según la pesquisa del agente Dionisio Pietri, la escapada al parecer fue planificada porque Rosario tiró los libros de su mochila en el patio posterior de su escuela para fingir un secuestro. Esto a pesar de que sus compañeros de clase la vieron irse del plantel acompañada por su “amigo especial”.
Mientras, el chico aprovechó que su padre le dio dinero para que comprara unos libros y alguna ropa en el Paseo De Diego, en Río Piedras, para visitar a su novia y, de ahí, partieron hacia la plaza del pueblo, donde abordaron una guagua pública con destino a Fajardo. Una vez llegaron a la plaza de recreo del municipio, los menores se dirigieron en dirección a la playa.
La pareja escogió el lugar porque Carlos había quedado impresionado durante unas vacaciones familiares con el amanecer de la isla de Culebra. El menor –que estudia a través de homeschooling– quería vivir esa experiencia con su amiga, a quien conoció hace 10 meses en un coro.
Durante las horas de búsqueda, el padre del niño insistió en que la desaparición estaba relacionada con el enamoramiento que sentía su hijo por la niña. El hombre, una y otra vez, daba por descartado el rapto, por lo que la Policía, según explicó el superintendente Héctor Pesquera, descartó activar la alerta Amber.
“Los dos están juntos y los dos chamaquitos son tremendos muchachitos, quizás estamos hablando de esta loquera del amor”, había comentado el papá de Carlos.
Después de todo, este drama novelesco tuvo un final feliz... o al menos terminó sin incidentes que lamentar.
En cambio, la secretaria del Departamento de la Familia, Yanitsia Irizarry, advirtió que “no hay excusa legal alguna para que estos menores estén ni un segundo sin supervisión”, por lo que se proponen iniciar una investigación, en su modalidad de negligencia, de los padres de los menores.
“¡Miren, señores, las cosas por su nombre! Los niños de 12 y 13 años se supone que estén bajo la supervisión de sus padres en todo momento; yo puedo entender la desesperación, estamos actuando con sensibilidad, pero tenemos que ser responsables”, sentenció Irizarry.