Peregrino del conocimiento Samuel Solivan Román
Su infancia y adolescencia estuvieron marcadas por problemas de salud y un diagnóstico de discapacidad intelectual que le auguraban una vida sin sentido.

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 13 años.
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Las expectativas sobre su vida se alejaban como Oriente de Occidente de los logros y el reconocimiento.
“Solivan, no esperes mucho de la vida”, le aseguró un maestro de su escuela vocacional en Estados Unidos.
“No te frustres en la vida. No esperes más de lo que eres”, le añadió sin malas intenciones.
El augurio era afirmado por una niñez y adolescencia marcadas por las condiciones de salud que enfrentaba el entonces joven niuyorican Samuel Solivan Román.
Antes de los 10 años de edad, a Lydia Román y a Aníbal Solivan les pronosticaron que su hijo se quedaría sordo y le diagnosticaron discapacidad intelectual.
Su capacidad auditiva era amenazada por mastoiditis, una infección por la cual lo sometieron a una cirugía, que al ser negligente le paralizó el lado derecho de su rostro.
La balanza de su vida se inclinaba hacia la decadencia. Un futuro brillante no aparecía en el panorama.
El chico criado en el barrio de East Harlem, sin embargo, había cultivado una fe muy arraigada en su ser que sobrepasaba sus tormentosos primeros años de vida.
En una ocasión, durante un servicio religioso, a Solivan le dijeron que Dios sanaría su “mente y su cuerpo” para que enseñara el Evangelio.
“Me eché a reír. Esto es un emocionalismo pentecostal... ¿Cómo puede ser, con todas las limitaciones que tengo?”
Finalmente, dijo: “Si quieres hacer algo con mi vida, lo puedes hacer. Soy suficientemente retardado mental y estoy dispuesto a creerte. Hoy somos tan inteligentes que no le creemos a Él”.
En el ámbito educativo, la situación era tan desalentadora que les recomendaron a sus progenitores que no lo enviaran a las clases. Pero, no le hicieron caso.
Con el tiempo, ocurrió lo inimaginable, y así lo evidencia su “cielo”, que es como le llama a un cuarto rodeado de estantes que dan refugio a miles de libros.
Como receta milagrosa, la disciplina, la fe y la humildad se juntaron y convirtieron “al muchacho extraño” y “con dificultades de aprendizaje” en una de las mentes más prodigiosas en el ámbito de la teología en Estados Unidos al ser considerado uno de los 10 teólogos hispanos más influyentes en el 1992, según el National Catholic Reporter.
Su búsqueda insaciable por aprender llevó a Solivan a obtener cinco títulos universitarios, coronados con el de doctor en teología de la Union Seminary Columbia University.
“Tumores podridos”
Su conocimiento –que incluye comprensión del griego y hebreo– ha sido compartido con estudiantes del continente americano, España, Rusia y Hawai, siendo uno de sus mayores logros el haber enseñado sobre espiritualidad y medicina en la facultad de Harvard Medical School, Mind Body Institute, en Boston. Fue allí donde, inesperadamente, su historial académico y de salud fue puesto en duda.
“No creemos que usted es un retardado mental y que esté enseñando en Harvard”, le argumentó un grupo de médicos que inició una investigación de su historial médico.
¿Qué descubrieron? “No sabemos cómo usted está vivo (...), y que tenga la capacidad que tiene”, concluyeron.
Solivan había sido sometido a cirugías desde segundo hasta noveno grado. Se supo que en ellas le habían sacado tumores podridos del cerebro. Sus padres no sabían nada. Fue usado como conejillo de Indias. “Entonces entendí por qué me hicieron shocks eléctricos por un año, dos veces a la semana”, reflexiona.
Pero, ¿por qué estudiar pese a la recomendación del consejero vocacional?
El cambio de rumbo, según ha identificado, empezó cuando se matriculó en el Central Bible College, en Springfield.
“Sentía una gran responsabilidad de que si iba a ser ministro, entendía que Dios exigía excelencia. Y, segundo, por algo que me dijo mi padre: ‘Espero de ti que seas uno de excelencia, porque estoy cansado de pastores ignorantes’”, comparte el hombre de 65 años de edad y padre de cuatro hijos, frutos de un matrimonio de 42 años con Irene Marrero, a quien conoció en Nueva York.
En el proceso académico, Solivan reconoció sus limitaciones, prueba de su humildad. Siempre ha pedido ayuda. Entendía que, aunque le tomara más tiempo que a otros, lo intentaría. “Y si lo mejor que yo puedo no es suficiente, entonces se acabó”, expone.
Se infla su ego
Poco a poco surgieron oportunidades y becas para continuar estudiando. Estaba alcanzando el cielo. Fue entonces cuando en su “gran oficina” de Harvad comenzó a contemplar sus cinco títulos y se infló su ego. “¡Wow, qué importante soy (...), soy inteligente! Se me llenó la cabeza de humo”, confiesa. “Y siento que Dios me dice: ‘Bájame los títulos (...). La razón que tienes para sentirte orgulloso es de quien Yo Soy y de lo que yo he hecho en tu vida’”, agrega. Es precisamente por eso, dice, que parte de su rostro permanece paralizado. “Para que nunca te olvides”, dice.
¿Ha dudado de su fe?
¡Oh, sí! El que no ha pensado no ha dudado. Pero no es que dudo de Dios o su Palabra. Es una duda de cómo puede ser verdad. Necesito explicar esto más. La vida de fe no es extraña o separable de la vida intelectual.
Por eso, este ministro pentecostal conservador –comunidad de fe a la que imparte su enseñanza– defiende la relación entre el conocimiento y la fe en Dios. “No pudiera vivir sin esa integración (...). Tengo dos especializaciones en teología política radical marxista (...). Estudio sin temor porque confío en que Dios me llevará a esa verdad, la que sea, y que esa verdad, si es verdad, no me opone a Dios”, sostiene.
Se critica al pentecostalismo por ser muy emocional.
Las emociones son importantes, pero uno de los grandes peligros en la formación pastoral pentecostal y, en general, es reducir la experiencia espiritual a una emoción. Cuando sólo lo que hay es humo, fuego y no sustancia, no edifica la iglesia, no edifica al pueblo, se manipula. Ahora, la espiritualidad tiene que partir de la emoción del amor.
¿Cuál ha sido el reto más grande en su vida?
¿El reto más grande?
El silencio lo interrumpió. Se mantuvo pensando por 20 segundos hasta que pudo pronunciar palabra.
“Creo que el reto más grande es intentar vivir la vida como cristiano, que yo le predico a otro. Es muy fácil predicarle a otro y decirle cómo debes vivir, pero qué difícil es vivirlo. Eso, cada día, es un reto. Mi propia integridad, mi transparencia. El otro es no olvidar que la bendición que Dios me ha dado en mi preparación y mi salud es para beneficio de otros y a veces me olvido. Y todos los días eso es un reto, y me tengo que arrepentir porque peco, no lo logro, y eso siempre está frente de mí”.
Es un hombre agradecido.
Pueto Rico desde su punto de vista
¿Cuál es la relación entre lo teológico y la determinación propia del pueblo puertorriqueño, algo de lo que ha escrito?
Dios nos ha creado seres libres. Tiene que ver con la dignidad de nuestra cultura. Veo que si algo el testimonio bíblico me da, es que mi cultura y mi lengua es una expresión de la gracia de Dios dada a un pueblo. Y cuando una nación quiere deshacer la cultura y un pueblo de otro, está entrando en una prerrogativa divina que no le toca a ningún pueblo suspender; la cultura, el idioma, la historia, la dignidad de ningún otro pueblo. Eso es un regalo de Dios a un pueblo y cuando un pueblo cede su identidad cultural-lingüística está cediendo algo que Dios no le ha dado para cederlo, está perdiendo quién es en su esencia como expresión de Dios.
¿Cómo se define políticamente?
Política es el quehacer del cuidado del pueblo, entonces, como teólogo si en algo el cristiano tiene una gran responsabilidad es en el cuidado del pueblo. Ahora, no es partidismo. Lo que nos destruye es una política partidista.
Solivan prosiguió defendiendo la presencia de la Iglesia en los asuntos políticos, porque a la Iglesia se le ha dado la tarea de cuidar del prójimo, dice.
¿Cómo sucede cuando se discuten temas como la homosexualidad?
¿Y no tiene la Iglesia una opinión sobre esto? Uno, creo que gran parte de la iglesia ha cometido un gran error, y se ha creado una percepción de odio. El Evangelio me llama a amar a todo, yo tengo que amar a ese homosexual, es creación de Dios. Dos, como cristiano distinguir entre sus estilos de vida que yo entiendo que no son aceptables ante Dios, pero que eso es un pecado como hay otros, como el embustero y el pillo.
Sin embargo, cuando la Iglesia se inmiscuye en lo social-político, se crean controversias
Le es de gran interés a los partidos políticos seculares crear el ambiente de polarización. Crear en el público y los medios una mala interpretación de lo que es la Iglesia y su función en una sociedad. Tienden a resaltar las generalizaciones. ¿A dónde está el resto de la Iglesia? Eso no les interesa porque quieren polarizar.
¿La mayoría de los puertorriqueños se definen como cristianos?
El mito más grande que hay es que todos somos cristianos. En Puerto Rico pocos son cristianos. Son cristianos de cultura. Pero una cosa es la cultura religiosa y otra cosa es un pueblo vivir y comportarse según los valores enseñados por las Escrituras. Cuando uno examina sus estilos de vida, sus valores, vemos qué poco de cristiano tiene, y yo creo que eso es una de las crisis de la Iglesia en Puerto Rico. El pueblo puertorriqueño que no se identifica como cristiano ve y observa la comunidad cristiana y se molesta de lo que ve. Es hipocresía. ¿Qué diferencia hay entre ellos y nosotros? Ninguna. Entonces, tienen razón. A la luz de las Escrituras, me dice que ser cristiano es confesar a Cristo como Señor y resucitado. Ya no me mando, vivo según Tú voluntad porque estoy agradecido por la Salvación que me ha dado.
¿Cuál será su legado?
Espero que mi legado sea uno que vivió su vida agradecido a Dios, sirviendo a otros con excelencia y compartiendo las buenas nuevas de salvación, de una forma responsable, procurando ser de bendición a otras personas.