Pionera en el trabajo de la construcción

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 18 años.
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Su vida bien podría considerarse como la de toda una guerrera. Y no solamente porque adoptó el cognomento de los guerrilleros de Río Grande desde hace mucho tiempo, sino porque en cada faceta que se desenvuelve procura entregarse al máximo y ayudar a los que requieran su servicio.
Elizabeth "Cabita" Vizcarrondo, de 59 años y natural de Canóvanas, asumió con valentía su labor como supervisora de una brigada de escombros del gobierno municipal de Río Grande, donde usualmente los días transcurren bajo un candente sol, maleza, molestosos insectos, maquinaria pesada y muchos escombros. Sin embargo, ese entorno no intimida a la valiente y decidida mujer, que desde joven se unió a trabajar en la industria de la construcción, un espacio generalmente vedado a las féminas en ese entonces.
"Cabita", como cariñosamente le llama la gente del pueblo, considera que la rutina que desempeña desde hace dos años es una ínfima parte de lo que está acostumbrada a hacer: luchar.
"Desde que se firmó la ley que permitía a las mujeres trabajar en el campo de la industria (de la construcción) yo fui la primera mujer que me fui a trabajar, la primera en los 78 pueblos de Puerto Rico", enfatizó una “Cabita” muy convencida.
Sus inicios se remontan al 1979, cuando embreaba carreteras y construía algunas de las actuales calles y carreteras para así establecer un precedente que también ayudaría a sus congéneres inclinadas a realizar "trabajos de hombres".
El calor, los olores fuertes que despiden algunos materiales de construcción y la pesada faena que realizó durante más de 20 años incluyó, en sus inicios, la hostilidad de un oficio dirigido a los hombres, quienes celosamente delimitaban su espacio.
"Los hombres no se acostumbraban a que una mujer estuviera trabajando con ellos (y me decían) que a lo mejor yo no iba a poder realizar el trabajo de ellos… como que me marginaban un poco", dijo “Cabita”, dueña de una amplia sonrisa, un humor inagotable, un positivismo contagioso y capaz de cambiar los viejos patrones.
"Pero como que después, entonces, cuando yo empecé a trabajar con ellos (hombres), a estar bien unida con ellos, a dar también la mano, pues, ellos como que se acostumbraron y después como que no me querían soltar", dijo sonriente la mujer, quien prestó servicios en las Empresas Díaz, Better Roads Asphalt, Rodríguez & Del Valle y ha palpado un cambio en la corriente machista de la sociedad puertorriqueña.
"Ahora la mujer se ha superado. Ahora el hombre no puede decir: "Yo soy"; no, porque el hombre es machista. Ahora la mujer dice: "No, yo también soy". Y tenemos que seguir trabajando", enfatizó la madre de Modesto y Jeannette Matos Vizcarrondo y pareja de Rubén Rivera desde hace 11 años.
Fascinada por los trabajos pesados, relató muy orgullosa que "yo hacía trabajo bien fuerte, siempre me ha gustado, como dicen, trabajo de hombre… me fascina".
Aunque empezó embreando también fue conductora de maquinaria pesada, carpintera y constructora de casas y edificios, entre otras facetas, que la hacen autodescribirse como un utility para algunas de las compañías en las que trabajó.
Sonrisas y mucha disposición
El humor y disposición que caracterizan a “Cabita” son cualidades que le permiten dar lo mejor de sí cada vez que visita una casa para sacar escombros o para limpiar algún terreno baldío donde la basura y los enseres o muebles inservibles son la orden del día.
Sin hacer distinción de persona, “Cabita” encuentra la manera de ayudar a quienes requieren el servicio de recogidos y a promover un mejor ambiente dentro de su equipo de trabajo. "Ella va y si se tiene que meter en la casa de alguien para sacar una nevera o lo que sea, ella lo hace… si no puede en el momento hace un compromiso y vuelve", manifestó Frankie Guerra, quien la conoce desde hace varios anos.
"Cuando yo voy a un sitio, yo voy a trabajar, no voy a mirar caras", recalcó la mujer.
"Mi papá me decía siempre que yo el sombrero lo dejara en mi casa y me fuera a trabajar. Cuando yo regreso del trabajo cojo el sombrero y me lo pongo, que son los problemas. Porque yo no puedo venir con problemas aquí, porque entonces voy a ofender a la persona que no tiene culpa", aseguró. Esta actitud ante la vida le ayuda a mantenerse joven, pese a sus casi 60 años, porque "no es la edad, sino cómo uno se sienta".
Incluso, en la tristeza y los embates de la vida ella ha sabido recuperarse.
La reciente pérdida de su hermano Sergio "Cabito" Vizcarrondo, de quien heredó el apodo y de quien añora la unidad y el amor que compartían, la sumió en una inmensa tristeza . "Sinceramente estuve bien malita", afirmó. Ahora, luego de unos meses del incidente cardiovascular que le arrebató la vida a su hermano, ella aseguró sentirse recuperada gracias a su fe en Dios.
Una mujer de gran fe
Gran parte de su simpatía y entrega recalcó debérsela a Dios, de quien espera recibir la fortaleza para trabajar mientras ayuda a la gente de su pueblo a través de las labores pesadas que tanto le gusta realizar.
Una oficina y un escritorio, como bien dijo, no es trabajo para ella, y ante esa posibilidad optaría por renunciar. Contrario a la tendencia social generalizada de preferir empleos con cierta comodidad, individualidad y prestigio, “Cabita” ve muchas alternativas en el campo de la construcción, aunque las personas se inclinen por trabajos de oficina y ante la escasez en dicha área prefieran solicitar ayudas económicas al Gobierno.
"Hay que motivarse a trabajar... La gente se ha acostumbrado a los cupones y no es así porque y si un día se llevan los cupones y no saben hacer nada... no es lo mismo tú saber algo de construcción o de lo que sea", dijo.
El conocimiento de un oficio, sin importar cuál sea, entiende “Cabita”, es una de las mejores maneras de hacerles frente a las circunstancias económicas inesperadas que se presentan, como la pérdida de empleo o falta de plazas, algo que para ella es una forma más de dar la batalla, firme y sin rendirse.