Desde hace más de 15 años, el piragüero Francisco Moscoso espera anualmente la visita de una clienta que, fielmente, recurre a su carrito en el Viejo San Juan para celebrar con una refrescante bebida helada que está libre de cáncer.

Moscoso lo cuenta con nostalgia, pero con evidente alegría. “Es algo que me mueve la fibra del corazón”, dice el sexagenario, quien es el creador de Piragua Tropical, un concepto que ha permanecido en la Ciudad Amurallada por 41 años.

Las anécdotas de este artesano de piraguas sobran. Incluso, destaca experiencias con figuras políticas y sus familiares, además de reconocidos artistas. Entre estos, Felisa Rincón de Gautier (exalcaldesa de San Juan), Abelardo Díaz Alfaro (escritor), Guillermo Dávila (cantante), Braulio (cantante español) e integrantes de la banda Menudo, entre otros.

“Yo tuve la experiencia de que la hija de Hernández Colón (exgobernador), cuando estuvo embarazada, se bajó del carro y me dijo: ‘ese es mi antojo, comerme una piragua’. Luego, vino cuando dio a luz y me trajo a su bebita, y me dijo: ‘la traigo porque yo quiero que sea con usted su primera piragua’”, recordó.

Asimismo, compartió experiencias vividas desde su carrito de piraguas.

“Fui testigo viviente de los casos más trascendentales que tuvo Puerto Rico en la Antigua Corte Federal… Cuando Filiberto Ojeda salió libre, él fue directo a donde mí”, manifestó.

El carrito de Piragua Tropical, ubicado en la calle Comercio, frente a la plaza Dársenas, en San Juan, es el spot donde la gente -que recorre las calles capitalinas- se detiene para refrescarse.

Moscoso dijo que, en días de semana, suelen vender entre 200 a 250 piraguas y, los fines de semana, sobrepasan las  350.
Moscoso dijo que, en días de semana, suelen vender entre 200 a 250 piraguas y, los fines de semana, sobrepasan las 350. (Suministrada)

Moscoso resiste largas horas bajo el intenso calor, pero asegura que su faena lo satisface.

El piragüero narró, además, cómo fueron sus comienzos. Dijo que, a sus 21 años, cuando era un estudiante de sociología en la Universidad del Sagrado Corazón, tuvo que ir al negocio de su entonces suegro, también piragüero, a cubrir un turno.

Ese día descubrió dos cosas: que le gustaba el trabajo artesanal que conlleva la elaboración del producto y que –económicamente- valía la pena lanzarse a la aventura.

“A los tres meses, mi suegro de aquel entonces me dio la firma y le compré el (carrito) que estaba en la esquina (estacionado frente al túnel de la Antigua Corte Federal). Eso fue como para el 1982″, contó.

Pero no solo vendía piraguas. Moscoso también integró otras delicias, como dulces de coco, tirijala y bolitas de coco envueltas en caramelo rojo.

Fue así como, desde ese entonces, se dedicó en cuerpo y alma a su establecimiento con el que pudo criar a sus cinco hijos. Tiempo después, abrió otros dos puestos, uno en el Paseo La Princesa y otro en el Hospital Universitario en Río Piedras, dedicados también a la venta de dulces típicos, maví y chicharrón.

“Hay una variedad de antojitos, allí (en el Viejo San Juan) la mayoría de los que estamos, estamos preservando la cultura para que no desaparezcan cosas que en otros lugares no las valoran”, dijo no sin antes destacar una de las principales dificultades que ha enfrentado con su carrito.

“El mayor reto han sido algunos funcionarios municipales que, cuando vienen, menosprecian el servicio y quieren mover a uno de donde uno está. Han tratado de –prácticamente- anularme, pero me he sabido defender”, destacó.