Planta bandera en Noruega

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 18 años.
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FREDRIKSTAD, Noruega- Un pueblo tranquilo, surcado por un río navegable, y donde la actividad parece detenerse al filo de las seis de la tarde, es el lugar que se ha convertido en el hogar de la dentista corozaleña Agnes Teresa del Toro García.
Cuando conoció al noruego Kai Roger Pedersen mientras estudiaba en la Universidad de Rochester en Nueva York en el año 1986, no pensó que el destino la llevaría a vivir en Noruega. Sin embargo, dos años más tarde se casaba con Kai, quien junto a más de una decena de familiares viajaron por primera vez a la Isla para la celebración de la boda.
“Yo siempre supe que iba a vivir o a estudiar en otro país. Antes de conocer a Kai, visité Noruega y quedé enamorada del lugar porque es el paraíso de los que nos gusta acampar”, recuerda Agnes al destacar que las leyes del país permiten que se pueda acampar en cualquier lugar, aun cuando sea una finca privada.
Tras vivir más de 10 años entre Nueva York y Puerto Rico y de procrear a sus hijos María (de 16 años) y Kai Andrés (de 10), el matrimonio decidió dar un giro a su vida y probar suerte en el país nórdico. “Vivíamos en (la urbanización) Encantada y la verdad que ya estaba cansada de los tapones y de ese ajoro de vida”, reflexiona Agnes al explicar que la razón principal que los llevó a mudarse a Noruega fue la oportunidad de que Kai se encargara de los negocios de su familia.
“El papá de Kai había comprado unas propiedades que había que desarrollar y necesitaba a alguien de la familia que estuviera a cargo del proyecto. Además, Kai quería que nuestros hijos tuvieran la experiencia de sentirse noruegos”, indica la boricua, quien se aseguró de que sus hijos nacieran en Puerto Rico y, hasta ese momento, reconoce que ellos se sentían más puertorriqueños que noruegos.
La mudanza, que inicialmente sería por dos años, se siguió extendiendo y ya la familia lleva ocho años viviendo en Noruega, aunque para Agnes el viaje a Puerto Rico en la época navideña es necesario y “no es negociable”. “Yo vivo todo el año esperando que llegue la Navidad para ir a Puerto Rico”, destaca la corozaleña quien además tiene la ventaja de recibir la visita de sus padres, Gabriel del Toro y Pilar García, a Noruega durante los meses de verano.
Ni “diente” en noruego
Para la dentista, el proceso de adaptación de los primeros años fue lo má duro ya que, aunque ella tenía una especialidad en odontología pediátrica, tuvo que ir a la escuela a aprender la lengua noruega desde cero.
“Lo difícil fue empezar a trabajar y, aunque yo estaba yendo a la escuela a aprender noruego, tú aprendes lo suficiente como para defenderte en el diario vivir, no para trabajar como dentista. Ahí yo tuve que empezar prácticamente sola desde lo elemental de cómo se dice diente en Noruega. Yo me sentía con unas limitaciones enormes. Y aunque yo sabía que tenía una preparación muy buena y una experiencia buenísima, cuando tienes que trabajar en un sitio donde no puedes dominar el idioma... es difícil. Yo me sentía que estaba en primer grado de odontología, te sientes que no estás al nivel de tu trabajo”, relata Agnes quien tuvo que esperar más de dos años para comenzar a ejercer como dentista.
No obstante, aun cuando ella no dominaba bien el idioma y tenía dificultades al escribirlo, recibió el apoyo de sus colegas, ya que en el país se necesitaban especialistas en su campo. De hecho, actualmente, en Noruega sólo hay 19 dentistas pediátricos, de los que varios están a punto de jubilarse.
En lugar de lamentarse o deprimirse por la brecha lingüística y cultural, Agnes decidió “echar pa’ lante” y sacarle provecho a su estancia en el lugar. Fue así que comenzó a laborar en la clínica dental de la ciudad de Fredrikstad, donde ofrece servicios especializados a niños y adolescentes de toda la provincia de Østfold (una extensión territorial similar a Puerto Rico) para el sistema de salud del Gobierno. El sistema socializado de salud de Noruega se financia con los impuestos, y los servicios se designan para que sean igualmente accesibles para todos los residentes independientemente de su estatus social.
Actualmente, la dentista se comporta como pez en el agua y tiene una excelente relación con sus pacientes, al punto de que le llevan obsequios como flores y chocolates. Según su asistente, Therese B. Hansen, esto “nunca lo había visto” en la clínica, ya que los noruegos no tienden a tener este tipo de detalles con los médicos.
“Ella es muy buena y sabe mucho de dientes”, opinó por su parte el joven Morten Bakka Lindberg sobre la labor de su dentista, quien lo ha ayudado a superar un accidente que le afectó los dientes frontales.
De dentista a la Universidad
La necesidad de preparar nuevos dentistas pediátricos llevó a Agnes a aceptar una oferta de la Universidad de Oslo para servir como instructora de los estudiantes de práctica de la Facultad de Odontología Pediátrica.
La disponibilidad de un horario flexible en la clínica permite que Agnes viaje todos los jueves hasta Oslo para ofrecer los cursos y supervisar el trabajo de los estudiantes con los pacientes.
En la temporada de otoño-invierno sale de su casa en medio de la oscuridad a las 6:45 de la mañana y de camino a la Universidad disfruta del amanecer en el tren que bordea el fiordo de Oslo. Sus experiencias como dentista en pueblos como Moca, Aguada, Corozal, Cayey y el Instituto Sicopedagógico de Bayamón, así como su trayectoria trabajando con comunidades marginadas en Nueva York y hasta con indios de la reserva de Gowanda, le han valido de gran ayuda para preparar a los futuros dentistas.
“En este centro atendemos muchos pacientes que son inmigrantes, ya que Noruega abrió sus puertas a refugiados de Kosovo y de la guerra de Irak”, explica la dentista, que en plena acción, imparte instrucciones a los alumnos, entrevista a familiares de los pacientes y hasta realiza juegos con los niños pequeños.