Nos esperaba en una esquina de la librería La Tertulia, en Río Piedras, tomando agua para mitigar un poco el calor. Vestía una llamativa chaqueta color fucsia en combinación con un ceñido pantalón color lila.

Su maquillaje lucía impecable, en tonalidades similares a las que llevaba en su atuendo y en sus llamativos y brillantes aretes que, sin aviso, dejaron al descubierto que nos encontrábamos ante un espíritu libre, feliz y determinado.

Así de simple y sencilla es ella. En conversaciones telefónicas lo había advertido: “La mujer más elegante que veas cuando llegues, esa soy yo”. Y no se equivocó.

Ese es Luis Felipe Díaz, catedrático de la Universidad de Puerto Rico (UPR), quien no se concibe con otro nombre que no sea el que lleva desde el día de su nacimiento, pero quien tampoco se ve luciendo una imagen diferente a la que lleva hoy día.

Habla en femenino, pero prefiere que lo llamen Luis Felipe Díaz y no Liza Fernanda, mujer a la que ha personificado por más de 40 años en clubes y cabarets. “Yo no soy Liza Fernanda, yo soy el profesor Luis Felipe Díaz, que ahora viste también de mujer de día”, sostuvo en un cordial encuentro con Primera Hora.

¿Cómo prefiere que lo llamen?

Prefiero que me llamen Luis Felipe Díaz. No cabe en mi cabeza que me llamen Liza o nada de mujer, y creo que nunca tendré un nombre de mujer.

El catedrático de la Facultad de Humanidades se considera un travesti en proceso de transgénero. O sea, que está interviniendo en su cuerpo para verse más femenino, lo que en inglés se conoce como shemale.

“Yo voy a tener el rostro bien femenino, yo voy a tener senos, yo voy a tener cadera, pero no me voy a castrar”, dijo.

“Hay un misterio dentro de mí que me pide que entre en este proceso”, señaló al sostener que se ve más elegante y bonita de mujer.

Hace dos años que Luis Felipe decidió que comenzaría a vestir como mujer de día. La determinación la tomó luego de haber hecho lo propio durante unas vacaciones, periodo en el cual se sintió aceptado.

Llegó a Puerto Rico un domingo y el lunes asistió al Recinto de Río Piedras de la UPR a impartir sus cursos vestido de mujer, recordó.

¿Cómo reaccionaron sus estudiantes?

Yo no me acuerdo bien. Pero claro, cuando yo me presento al salón, los estudiantes quedan totalmente anonadados en ver a esta señora con esa voz de hombre, pero ya a los 15 minutos de estar explicando el prontuario se les olvidó, me cuentan ellos ahora.

Desde que decidió dar ese paso, reconoce que ha sufrido no solo cambios físicos, sino emocionales. Ahora –dijo– habla de sí mismo en lenguaje femenino y, entre otros cambios, se ha percatado de que le es atractivo a otro público masculino.

“No soy el Luis Felipe de hace dos años. A veces yo misma me miro al espejo y reconozco que he cambiado, pero sí sé que no soy Liza, que sigo siendo Luis Felipe”, mencionó para reconocer que se ha sometido a varias cirugías estéticas.

La rutina también se ha trastocado. Antes necesitaba apenas 15 minutos para salir de su casa. Ahora, solo para maquillarse y arreglarse el cabello, necesita 40 minutos.

Lo que sí no ha cambiado es su atracción al uso de joyas llamativas y extravagantes y su fascinación por los tacos, a pesar de que su médico le ha recomendado echarlos a un lado.

El color fucsia, evidentemente, es su favorito y prefiere llevar el pelo repelado, contó.

Se siente Afortunado

Contrario a un gran sector de la comunidad gay, Luis Felipe no ha sido víctima del discrimen constante de la sociedad, aunque hace un tiempo vivió una experiencia que lo marcó al ser expulsado de otra institución académica.

La comunidad académica de la UPR lo ha aceptado, así como la administración universitaria. Su familia no ha sido la excepción. De hecho, su progenitora actualmente se está viviendo el proceso junto a él, al punto que le da consejos sobre qué atuendos, looks o colores le sientan mejor.

“Yo nunca sufrí acoso de ningún tipo. Cuando empecé a salir con hombres y me di cuenta de que era gay, nunca sentí discrimen, excepto en ese colegio del que me expulsaron”, admitió.

Sin embargo, Luis Felipe reconoce que es la excepción y no la regla, lo que se lo atribuye en parte al gran desconocimiento que existe en la sociedad sobre la comunidad LGBTT.

Con la reciente aprobación en el Senado del Proyecto 238, que prohíbe el discrimen por orientación sexual en el trabajo, dijo que se emocionó, pero que también se entristeció, porque sabe “que es el inicio de una gran lucha”.

“No va a ser fácil, es el inicio de lo tortuoso que va a ser convencer al poder de que hay que cambiar, de que hay que crear un mejor Puerto Rico”, dijo.

Las luchas que ha librado la comunidad en otros territorios –dijo– le dan una idea de lo difícil que se pondrá el panorama y, de ahí, surge gran parte de su tristeza tras la aprobación de la medida.

Igualmente, le indigna la “mala fe” y el “deseo de trampa” que ve entre ciertos grupos. “Hay mucho lobo que realmente no quiere permitir que nosotros, la gente gay, tengamos los derechos que debemos tener... esos son nuestros grandes rivales”, expresó el catedrático al reconocer que la equidad está ausente para otros sectores.

Sin embargo, no puede esconder sentirse esperanzado de que todo cambie, y esa esperanza se la transmite principalmente la nueva generación gay que se está levantando. Una generación organizada, inclusiva, luchadora y tolerante, apuntó.

“Esos muchachos son bien valientes y aceptan retos... yo tengo mucha fe. Quizás esa sea la gente que llegue a la Legislatura y esos son los futuros religiosos y los futuros directores de esta sociedad, y eso nos permite pensar que Puerto Rico va a progresar”, expresó “titi Liza”, como lo conocen en la comunidad gay de Chicago.