¡Qué clase de chiringada!
Se ha convertido en costumbre elevar cometas frente al Castillo de San Felipe del Morro, en el Viejo San Juan.

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 11 años.
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El viento soplaba ayer con fuerza desde el Océano Atlántico hacia la isleta del Viejo San Juan desde temprano en la mañana.
En el terreno, frente al Castillo de San Felipe del Morro, eran evidentes las ráfagas al mirar al cielo azul y ver la danza de decenas de chiringas que planeaban sobre lo que, según la historia, fue un campo de batalla hace siglos.
Allí, las pequeñas Emailyn y Dorielis Rivera Díaz intentaban subir sus cometas con la ayuda de sus padres Emanuel Rivera Olivo y Darlyn Díaz Serpa, de Morovis. Por momentos, lo lograban.
“Se pasa bien”, dijo Rivera Olivo sobre las chiringadas familiares que se realizan en los terrenos de la zona histórica en el Viejo San Juan.
“Es sacar un ratito para que ellas se distraigan y disfruten” dijo el hombre mientras Dorielis esperaba ansiosa para subir su chiringa de princesa.
“Es bueno compartir en familia, que es lo importante”, añadió Rivera, quien aseguró que visitan el área bastante seguido aprovechando que es gratis. “Eso es lo mejor... y como está la situación ahora mismo...”, concluyó.
Muy cerca de esta familia, el niño Roberto Rafael Solá rodaba por una de las cuestas del área verde, una y otra vez sin parar y sin lastimarse.
“Es que son de goma”, bromeó su tía Zoryleny Avilés Porrata-Doria.
“Queremos disfrutar la belleza de nuestra Isla, disfrutar de cosas distintas con los niños y qué mejor que venir para el Viejo San Juan y conocer un poquito de historia”, dijo la mujer mientras sostenía a su hija, la pequeña Valentina María Quiles, quien terminó tratando de volar una chiringa con su papá: Edwin Quiles.
“Vinimos aquí al Morro a volar chiringa, disfrutar y comer piraguas”, añadió Avilés Porrata-Doria, de Guaynabo.
Con ella estaba también Doris Méndez, la abuela que viajó desde San Sebastián para el pasadía familiar, así como Camila Cintrón, Lenna María Avilés, Luis Cintrón y Marialen Dorta Avilés.
Además de las familias que aprovecharon el buen tiempo para las actividades al aire libre, los pequeños comerciantes del área, como piragüeros y vendedores de agua, estaban saliendo de su mercancía a buen ritmo.
Tal es el caso de Pedro Huertas, quien raspa piraguas al final del Bulevar del Valle, frente a la Escuela de Artes Plásticas.
El hombre terminaba de raspar una piragua para comenzar con otra con la intención de satisfacer los reclamos de sus clientes, que no paraban de buscar la refrescante creación bajo el caliente sol tropical.
“Está bueno”, dijo el trabajador.