Racheliz, Karimar y Sebastian son los nombres de tres bebés prematuros fallecidos en las pasadas semanas en la Unidad de Cuidado Intensivo Neonatal (NICU) del Hospital Pediátrico de Río Piedras, institución que ha estado en la mirilla en los últimos días tras serias denuncias de familias que señalan falta de higiene, problemas estructurales, hacinamiento de pacientes y carencia de personal de enfermería, entre otras irregularidades.

En la muerte de los tres neonatos –que representaban para tres familias puertorriqueñas la ilusión que evocan los hijos primerizos– existe un denominador común: todos se contagiaron con la bacteria klebsiella. 

Sus padres están convencidos que los pequeñines sufrieron un deterioro en su salud –que debido al nacimiento  prematuro ya era crítico– a causa de las secuelas de esta afección y a negligencias que se pudieron prevenir por parte del personal administrativo del hospital, quienes han tratado las denuncias de los progenitores como quejas sin fundamentos y como agendas políticas de las uniones que representan a los trabajadores de la institución médica pública.

La klebsiella, según los Centros para el Control de Enfermedades (CDC), causa daños en el tracto urinario y septicemia (infección potencialmente mortal de la sangre). Se le llama superbacteria por la alta posibilidad de resistencia a antibióticos. En entornos de atención médica –como hospitales– las infecciones por klebsiella tienen más riesgo de contagio en pacientes que requieren dispositivos, como ventiladores o catéteres intravenosos. Por eso es imperativo la higiene y un ambiente estéril en sus cuidados.

Sharelys Millán y su esposo Rafael Santiago desconocían el sexo de su primer bebé hasta que llegó el momento del parto, un proceso que se adelantó a las 24 semanas de gestación cambiando por completo los planes de esta joven pareja.

“Es una niña”, escuchó decir Sharelys a una de las enfermeras que atendía la emergencia en el Hospital Caribbean de Fajardo, donde fue atendida inicialmente la madre parturienta.

“Recuerdo que se quedó con el piso… su llanto se escuchaba bien alto. Y eso me puso muy feliz”, cuenta la joven madre, residente de Luquillo, como preámbulo para narrar su historia “de amor y tristeza” que inició el pasado 1 de julio con el nacimiento de su pequeña a la que nombró Racheliz.

Por ser prematura, la niña fue trasladada inmediatamente al área norte del NICU en Centro Médico. Allí, le notificaron a los esposos –ambos de 22 años– que su hija debía ser intervenida, pues tenía una perforación en el intestino. La cirugía fue un éxito y, dentro de su cuadro clínico, el pronóstico era favorable ya que otros sonogramas de corazón, pulmones y riñones descartaron alguna otra anomalía. 

Posteriormente, a Racheliz hubo que hacerle una colostomía, un procedimiento quirúrgico en el que se saca un extremo del intestino grueso a través de una abertura hecha en la pared abdominal con el propósito de que las que se movilizan a través del intestino salgan hasta una bolsa adherida al abdomen.

“El progreso era evidente… pero entonces empezaron los contagios con bacterias y hongos… en total la nena tuvo seis bacterias y dos de las veces fue por la klebsiella”, explicó la madre al agregar que los efectos ocasionaban una hinchazón sobrenatural en la chiquita, que tuvo que ser trasfundida con plasma para tratar de aplacar la crisis infecciosa.

A partir de esos momentos, la bebé fue en retroceso. Y, simultáneamente, relata Sharelys, iniciaron las irregularidades administrativas en el hospital.

“El aire acondicionado no servía… allí se podía ir en pantalones y cortos y te daba calor. Además, la higiene era inadecuada… una vez llegamos y había sangre y gasas sucias en el piso”, destacó.

Aunque el trato de los médicos fue bueno, indicó que había una falta evidente de personal. Y algunos terapistas respiratorios no tenían cuidados de salubridad al atender a los bebitos.

“Un enfermero me dijo que tenía siete bebés a su cargo, incluyendo a cuatro con la bacteria… se supone que él no atendiera a otros niños que no lo tenían… y en una ocasión el terapista estaba succionando a la nena y le tosió encima”, denunció.

Ante este frustrante escenario, la salud de la bebé fue en detrimento, hasta que el pasado lunes, 5 de noviembre los padres recibieron una llamada del hospital en el que se les alertaba que la niña estaba en estado crítico.

Sharelys y Rafael tuvieron cuatro horas para acurrucar a su niña hasta que, finalmente, falleció. Esos últimos minutos fueron un desborde de amor y agradecimiento, según cuenta la madre.

“Le hablé… la abracé. Pude cogerla, eso casi no lo pude hacer durante cuatro meses… y aunque es una historia triste estoy agradecida porque ella me enseñó lo que es el amor de madre… fue una guerrera y luchadora”, dijo llorosa quien enterró a su chiquita el pasado sábado.

Dijo que decidió relatar lo ocurrido porque, aunque nadie le devolverá a su niña, quiere evitar que una situación familiar trastoque a otros padres.

“Sé que el administrador del hospital (Ernesto Santiago) está negativo, pero él no está viviendo lo que estamos viviendo nosotros. Si él tuviera un hijo ahí estuviera peleando como nosotros… mi bebé ya no está, pero se puede hacer algo por los que siguen allí sufriendo”, manifestó.

(Suministrada)
(Suministrada)

Karimar nació prematuramente el pasado 21 de junio y, aunque su llegada surgió antes de tiempo y con grandes retos clínicos por delante, la chiquita llenó de alegría a su abuela materna Zuleyka Pastrana.

La nena nació a las 25 semanas de gestación en el Hospital Universitario del Centro Médico, pues su mamá -una adolescente de 15 años- tenía un embarazo de alto riesgo. De inmediato, fue transferida al Pediátrico, donde fue operada casi de inmediato de un soplo del corazón.

La beba tuvo unos altibajos -incluido problemas con sus riñones- situaciones que fue superando con el pasar de los días. En cambio, su pronóstico cambió desde finales de octubre cuando le notificaron a su abuelita que la niña adquirió la bacteria klebsiella.

A Zuleyka le preocupó, pues sabía que se trataba de una afección que requiere un cuidado especial y condiciones salubres óptimas en el entorno del paciente.

“Esa bacteria la cogió por el tubo nasogástrico… la nena iba mejorando y de momento todo fue para atrás y fue ahí que las condiciones del piso empeoraron”, expresó quien se hizo eco de las quejas de otras madres que la semana pasada recurrieron a los medios de comunicación en busca de auxilio ante el desespero de ver que la situación aumentaba.

“¿Tú sabes lo que es llegar a ver a tu nieta y ver que el plafón se cayó justo a su lado?”, relató destacando un incidente en el que un pedazo del techo del NICU colapsó, provocando un corre y corre en el hospital.

“Lo peor es que luego fueron a arreglarlo y empezaron a bregar con madera y otras herramientas de construcción con todos los nenes de NICU allí… mira qué irresponsabilidad”, narra al agregar que ese día -con su nieta ya desahuciada- enfrentó al administrador del hospital, quien presuntamente la amenazó con sacarla del lugar con guardias.

Al otro día del incidente, el pasado viernes, 9 de noviembre, Karimar falleció. Todo el relato anterior, incluida la muerte de la chiquilla, fue notificado por Zuleyka al gobernador Ricardo Rosselló a través de su página oficial de Facebook, donde miembros de su gabinete se comprometieron a atender el asunto y notificar lo ocurrido al Primer Ejecutivo. Zuleyka nunca recibió respuesta.

“Mi nieta murió, pero allí quedaron 50 niños… al gobernador le pido que atienda esta situación. Por favor, haga algo para ayudar a los papás que quedaron allí… no sigan tapando lo que está mal. Si fueran sus hijos ya habrían puesto el aire y arreglado el lugar”, dijo la mujer vecina del residencial Las Monjas, en Hato Rey.

(Suministrada)
(Suministrada)

La viequense Jitka Quiñones Cruz también vio cómo la bacteria klebsiella acabó con la vida de su primogénito en cuatro días. 

Fue el pasado jueves, 4 de octubre que la salud de Sebastian Reynoso Quiñonez, quien nació a las 25 semanas de gestación y pesó 813 gramos (menos de dos libras), comenzó a deteriorarse.  

“Se supone que las plaquetas estuviesen en 130,000 y pico y él las tenía en 8,000, y no encontraban la bacteria. Ellos estaban dándole medicamentos como a lo loco, porque no sabían cuál era la bacteria”, expresó la joven madre en entrevista telefónica. 

Quiñonez Cruz y su esposo Fraciel Reynoso pensaron que su bebé sobreviviría, pues ya había superado otras tres bacterias en los dos meses que llevaba internado en el NICU norte del Pediátrico. 

“Nuestro bebé no nació con ninguna condición, gracias a Dios. Lo que le faltaba era soltar el tubito para que pudiera respirar solito. Cuando nos hablan de esta bacteria (klebsiella), no sabía la magnitud de lo que le podía pasar. Ya yo estaba lista para irme con él a casa, porque se había visto mucho progreso”, afirmó Quiñonez Cruz, al exponer que su criatura ya pesaba cuatro libras cuando contrajo la infección que atacó sus pulmones.

Fue el lunes, 8 de octubre que el matrimonio recibió a la 1:00 a.m. una llamada a la Casa Ronald McDonald, donde se hospedaban, para alertarle que su bebé estaba en condición crítica. 

“Estuvimos con él hasta su último respiro, por así decirlo… No fue justo. Si las condiciones hubiesen estado mejor, tal vez mi niño estuviera bien. Pero, Dios sabe cómo hace las cosas. Aunque no me lo pude gozar, sé que estuve con él. Se mantendrá en mi corazón y estoy tranquila”, dijo.

El matrimonio, que vive en el sector Santa María de Vieques, reiteró que en el piso 6 en el que se encontraban no había aire acondicionado, ni buena higiene. 

Explicó que los empleados de limpieza solo “recogían la basura y pasaban una escoba”. Dijo que ella se pasaba limpiando todo con gazas y desinfectante para que su bebé no se enfermara. 

“Yo sudaba del calor. Era incómodo estar. Y siempre era un entra y sale de tanta gente”, afirmó la viequense. 

Explicó que no cambió a su niño de hospital, pues entendía que era la mejor institución de la isla. 

“Yo sé que los niños que están allí se pueden salvar, pero hay que tomar las medidas necesarias para que eso mejore. Tal vez son cosas pequeñitas, pero puede ser mortal para los niños”, manifestó. 

Ahora, a un mes de pasar por el dolor de perder a Sebastian, el matrimonio se enfoca en sobreponerse.  

“Queremos sanar un poco, darnos un tiempo e intentarlo otra vez (para tener un bebé), si Dios nos lo permite”, culminó.  

La periodista Frances Rosario colaboró en esta historia.