Las pocas pertenencias que los refugiados de los diversos campamentos en Ponce, Yauco y Guánica pudieron recuperar tras el terremoto que los sacó de sus casas, las perdieron a consecuencia de las intensas lluvias que enfrenta la zona desde el pasado jueves y que parecen no cesarán en varios días.

El Servicio Nacional de Meteorología pronosticó que las lluvias, con un 60%-50%, continuarían hasta mañana. Se espera una mejoría para el miércoles.

Mientras esto ocurre, las autoridades intentaban aplacar la situación con la ayuda de la Guardia Nacional y la movilización de los damnificados a terreno seco.

En Ponce, por ejemplo, cientos de refugiados aguardaban por el traslado hacia el Complejo Ferial, a donde se pretende ubicar el campamento base, ya que las inundaciones del viernes arroparon las carpas que estaban en el estadio Francisco “Paquito” Montaner.

Aunque algunos entrevistados en la Escuela Vocacional aseguraron que estaban más tranquilos luego de los episodios de lluvia recientes, la ansiedad no los dejó dormir.

“Estoy que quiero estallar, llorar, gritar, salir corriendo por ahí pa’ bajo… no sé ni pa’ dónde ir. Yo tengo un hijo de 19 años que tiene condiciones especiales y ese nene ha vivido unos días que no han sido nada de fácil… gente que no conozco han llegado hacia mí y se han mantenido hablándole”, exclamó Rosa Cruz Bermúdez, que fue desalojada con su familia del residencial Villas del Caribe.

Por su parte, la alcaldesa María “Mayita” Meléndez aseguró que los refugiados permanecerán en la Escuela Vocacional hasta mediados de semana, mientras que la Guardia Nacional reubica el campamento base.

“Hay no solamente personal del general Méndez, como del general Reyes asignados a siete sitios que les di ayer, sino que nombré un comité para que le ofrecieran otras alternativas. Ellos están verificando todos los sitios, uno para ponerlo al aire libre el mismo campamento o en la parte del Centro Ferial; ponerlo afuera en campamento o los refugiados adentro en aire acondicionado, recibiendo sus tres comidas, tratamiento y todas las oficinas, con todos los servicios y entonces las casetas de los soldados”, explicó la alcaldesa.

“Ellos pueden estar aquí (Escuela Vocacional) hasta 96 horas, me imagino que eso será hasta el miércoles, pero antes del miércoles, mañana (hoy) tenemos reunión con la gobernadora en el COE, todos los jefes de agencia, los alcaldes, para discutir las alternativas de vivienda también porque ya es momento de que se decida qué es lo que incluye la parte de desastre, qué está haciendo (el Departamento de) Vivienda para poder entregarle algún tipo de vivienda, ya sea parcial, pero que sea segura”, indicó.

Vuelven a cero

La líder comunitaria de Guánica, Zoraya Martínez, recabó la donación de paletas de madera -las utilizadas en los supermercados para colocar la mercancía- para levantar los catres de los refugiados y

librarlos de la amenaza de las corrientes de agua.

En la noche del sábado, los damnificados ubicados en La Luna, Guánica, sufrieron terribles inundaciones en la zona de su campamento.

“Estamos, prácticamente, otra vez volviendo a cero, porque todo se perdió. Había gente que tenía los matress en el piso, literal”, relató.

“Hablamos con el dueño de Econo de Guánica, que tiene un Econo en Yauco, y allá tiene muchas paletas. FEMA no las está permitiendo, pero las de plástico son un poco difícil de conseguir, a duras penas conseguimos las de madera y hay que resolver como se pueda”, dijo.

“Más adelante vamos a tener ese problema de infecciones, de virus, de insectos, pero hay que resolver el día a día”, añadió.

Según Martínez, todos los campamentos establecidos en el municipio, tanto del gobierno como los de las comunidades, se inundaron. Indicó que estima que solo un 2% del pueblo duerme en sus residencias, los demás están a la intemperie por miedo a los temblores. El sábado la Isla se volvió a estremecer con un sismo de magnitud 5.3.

“Para mí el (campamento) más impresionante es La Laguna, porque es inmenso y no hay espacio para una caseta más. Es impresionante cuando uno llega allí. La Luna fue un desastre”, dijo.

“Era triste ver cómo la gente decía, porque también llovió con viento: ‘me llevó el toldo de mi casita’. Fue bien duro. Le pedimos a papito Dios que nos quite ya un poco el guante de la cara, porque está fuerte. No sé, la naturaleza se ha empeñado con Guánica”, soltó entre suspiros Martínez.

Pidió al gobierno que faciliten los vagones que se utilizaron para dar clases y los habiliten para los damnificados.

“Si los temblores fueran en San Juan, la vida fuera otra, pero como es Guánica a nadie le importa, esa es la realidad, con dolor en el alma y yo vivo en San Juan”, indicó.

Aunque reside en San Juan, la familia de la líder comunitaria vive en Guánica y desde la emergencia suscitada el 7 de enero se ha mantenido viajando y pernoctando en el municipio para, junto a otros voluntarios, llevar suministros a todos los barrios.

“No sé, yo le he dado mil vueltas a mi mente para ver qué nosotros podemos hacer para los refugios, para sacar a la gente de Guánica. De verdad que ya a estas alturas te tengo que decir que la gente tiene que salir de Guánica, tiene que salir. El amor hacia el pueblo es una cosa y la necesidad es otra”, manifestó con evidente preocupación.

Dijo que aunque todos los refugios sufren los estragos de las inundaciones, los establecidos en La Luna y el parque La Laguna son de los más afectados y donde se conglomeran unas 700 personas.

“Es doloroso, frustrante, impotencia… Es más doloroso, y yo no entro en política, pero decir que los del suroeste están contentos con la gobernadora es un poco humillante. Es un poco humillante para nosotros. Nadie está feliz”, indicó.

“La gente que está en los campamentos y en los refugios porque no tienen otra opción. Hay gente que no tiene familia, que no tienen esa facilidad que tengo yo, quizás, de sacar en el banco chavos y comprar un pasaje e irme. No, hay gente que no tienen dónde ir, que no tienen nada”, puntualizó.

Exhortó a las personas a llevar ayuda porque se perdió todo. Entre las cosas necesarias que mencionó son almohadas, abrigos y repelentes, entre otras. Las personas que deseen unirse a la iniciativa de Martínez pueden llegar hasta el barrio Arenas, en Guánica, desde donde sale junto a otros voluntarios con los baúles de sus carros llenos a entregar y canalizar ayudas.

Compasión en la emergencia

“Hazle un chocolate, porque ellos están mojaos”.

Eso le dijo Salvador Vélez a su esposa Blanca Burgos, cuando vio a los militares que custodian el campamento base del estadio municipal Mario

“Ñato” Ramírez de Yauco, completamente empapados por la lluvia y abriendo camino para que el agua no llegara a los damnificados.

La reacción de Vélez causó curiosidad en Blanca, pues su marido tiene Alzheimer y tal fue la impresión de las inundaciones del sábado, que el hombre se compadeció de los soldados.

Según Burgos, residente del barrio Palomas de Yauco, el trabajo realizado por los guardias nacionales evitó que la lluvia ocasionara más estragos en el refugio oficial.

“Esos militares daban pena, porque esos hombres bañados de tanta lluvia y ellos seguían abriendo camino para que el agua no entrara aquí. Ellos han sido excelentes, el trabajo que los militares han hecho aquí… nos dan desayuno, almuerzo y comida, comidas saludables y son unas personas que con un cariño que tratan a uno”, admitió la fémina que salió de su hogar el 7 de enero.

“Imagínate cómo estaban esos hombres, que mi esposo que tiene principios de Alzheimer me decía que le hiciera un chocolate a los soldados. El que se queje aquí es porque no tiene vergüenza, porque sí, se ha mojado, pero es de la naturaleza y no porque sea negligencia de ellos”, agregó.

Pero aparentemente, a las afueras del campamento la dinámica ha sido distinta, pues hay decenas de familias que decidieron establecerse en el estacionamiento, pero hasta hace tres días no contaban con las mismas oportunidades.

“En cuanto a la comida, mayormente son personas que vienen de otros lados porque en el sentido de aquí municipal, todo lo tienen controlado. Ahora en estos días fue que nos dejaron entrar, porque no nos estaban dejando entrar a las personas que estamos en el parking, al parque a recoger comida y eso fue porque mi madre se alzó con otras personas de acá afuera y, pues, nos dejaron entrar por comida”, denunció Christian Vega Nieto, que también huyó con su familia del barrio La Luna de Guánica.

“Una vez entré a buscar comida y me dejaron, pero cuando estaba saliendo me pincharon los de Vivienda y me dijeron que yo no podía hacer eso, que eso era para las personas que estaban adentro, los refugiados, nosotros teniendo también bandas porque también somos refugiados. Si no llega a ser por las personas que venían de afuera a traernos comida, no sabría decirle cómo estaríamos ahora”, dijo con evidente tristeza el estudiante de ingeniería eléctrica.

Su familia decidió quedarse en el parking, ya que uno de ellos es alérgico a la grama y aunque es difícil, prefirieron enfrentar la situación juntos en un mismo lugar.

En otra de las secciones se encontraba la guaniqueña Lisette Castro Muñiz, junto a su madre Isabel Muñiz Laboy, de 71 años, quienes apuntaron las dificultades que han enfrentado con los temblores y las lluvias.

“Las lluvias fueron bien fuertes y después de eso hacía mucho calor y la humedad no dejaba dormir, ni los mosquitos. Esta área no se mojó, pero esa otra esquina se inundó… por eso le pusieron ese toldo, toda esa área se mojó y esa parte de allá está mojada”, dijo Castro Muñiz, al señalar los lugares afectados por el agua.

Sin embargo, sostuvo que la decisión de refugiarse en Yauco fue la mejor.

“Guánica está peligroso allá, tú ves mucho desastre, mucho peligro y ella (su madre) está con una condición de los riñones y yo la tengo aquí porque hay médicos que la atienden y la transportan hacia las diálisis. Pero es bien difícil, porque la tengo a ella con sus condiciones y tengo que tenerla en un sitio seguro para su protección, su seguridad”, relató Castro, vecina del barrio La Laguna.

Mientras que Joshua Rodríguez García admitió que “a pesar de la lluvia y las réplicas no nos ha ido tan mal”.

El joven de 23 años está en el albergue con sus padres, esposa y su primogénito de un año y cinco meses, ya que donde viven en el barrio Palomas de Yauco, no es seguro.

“Esa parte es desesperante, porque eso es algo que él no está entendiendo, pero estamos haciendo todo lo posible como padres y madre para que el nene esté en mejores condiciones. He tenido que dejar de trabajar y no sabría hasta cuándo… esperando a ver si la casa es habitable o no, a la espera a ver si esto se calma un poco”, lamentó el hombre que trabaja en hojalatería y pintura.