Una vaguada estacionaria afectó el área noreste del país y comenzó a dejar sentir sus efectos de lluvias y tronadas con mayor intensidad a la 1:00 a.m. Las acumulaciones alcanzaron las seis pulgadas en algunos sectores. 

El Centro de Servicios Múltiples de Barrio Obrero en Santurce se convirtió en refugio de unos 20 residentes de Santurce y Río Piedras, quienes, en su mayoría, perdieron todas sus pertenencias. Para ellos, no es una experiencia nueva, y han rememorado el temor a tener que empezar de cero como otras tantas veces.

Vecinos de la calle Martinó recordaron que hace dos años que una inundación tan grande no les abrumaba. En esta ocasión, los tomó de sorpresa. “Nos cogió durmiendo”, contaron.

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Doña Margarita Ríos, de 69 años y Tomasa Trinidad, de 79, viven cerca una de la otra en la barriada Buena Vista.

Esta mañana fueron transportadas de emergencia al refugio cuando sus casas se inundaron. El nivel del agua casi les llegó hasta el borde de sus camas. 

“A las tres de la mañana se nos metió el agua de momento. Estaba lloviendo desde temprano, pero a las 3:00 fue el golpe de agua. Yo estaba durmiendo porque yo estoy operada. El agua llegó hasta los matress de mi cama y mi cama es alta. Cuando me tiré, ya el agua estaba aquí (marcando la cintura). En mi casa todo está perdido”, lamentó Ríos sentada de frente a su vecina en uno de los catres suministrados por la Cruz Roja Americana. 

Por su parte, doña Tomasa, tiene una prótesis y se mantiene en el refugio junto a su hermano de 82 años, quien está encamado. Todavía tenía su ropa mojada y la esperanza de que los reubicaran en un espacio más cómodo. 

“Todo se mojó. La estufa se tapó completa (con el agua). Entonces, sale agua por dondequiera. Por donde está la luz sale agua y uno se puede electrocutar, y uno viejo… Yo tengo una prótesis, yo tengo diabetes y alta presión y mi hermano no ve, no sabe nada. A él lo salvó la Defensa Civil. Fue una cosa horrible”, narró la mujer. 

“Dios quiera que esta inundación me dé suerte y me dé una vivienda en el caserío”, reflexionó.

De frente a las vecinas, estaba ubicada la cama provisional de Darling Sánchez, residente en Barrio Obrero, en Santurce, a quien también le cogió por sorpresa la inundación en la madrugada. Tomó las pocas pertenencias que pudo y, con la ayuda de rescatistas, abandonó su hogar junto a su hija de dos años. 

“Estábamos despiertos, recogiendo un poco para que no se nos inundaran nuestras cosas cuando de momento arrasó con todo, se llenó la casa de agua. Hubo hasta un corto circuito. No es la primera vez que se inunda, pero es la primera vez que ocurre un corto circuito”, relató Sánchez mientras trataba de entretener a la pequeña con unos peluches que le obsequió la Cruz Roja. 

Mercedes Rodríguez vive en la avenida Rexach de Barrio Obrero, pero pasó unas tres horas intentando caminar hacia su hogar bajo el fuerte aguacero desde la estación del Tren de Sagrado Corazón. Contó que iba resguardándose debajo de los techos de los comercios del sector hasta que el personal de la Agencia de Manejo de Emergencias la rescató. 

“Estaba debajo de los techos de los negocios de aquí, que estaban cerrados, y yo escampándome para no seguir mojándome. Había venido por la estación del tren, pues lo que hago es que camino hasta la casa, pero me cogió el agua y con la presión era más agua y más agua la que caía. Entonces, tuve que hablar con uno de los guardias para que viniera algún rescate para poder llegar a la casa”, comentó Rodríguez, quien es paciente de epilepsia. 

No llegó a su hogar, sino al refugio. Se quedó solo con la cartera que traía y teme que le haya ocurrido algún percance a su perro. 

 El Caño se inundó de nuevo 

La directora del Proyecto Enlace del Caño Martín Peña, Lyvia Rodríguez, narró a través de las redes sociales la magnitud de la inundación en esas comunidades.

Recordó que una de las afectadas es doña Gladys Peña, quien vive hace 38 años en Las Monjas, aledaña al caño Martín Peña, y que ha perdido la cuenta de las veces que su casa se ha inundado. La ciudadana tiene colocados sobre bloques y paletas de madera sus enseres eléctricos como medida preventiva. 

“Esta vez llegó hasta la (calle) Prudencio (Rivera Martínez).  Nunca había visto este sector así”, enunció la líder comunitaria. 

“Ya no es noticia que se inunden las casas y calles del barrio. Tampoco que las aguas están contaminadas y que se ha vinculado la alta prevalencia de enfermedades alérgicas y gastrointestinales con el contacto con el agua de la inundación. Cuando bajen las aguas, los sedimentos quedaran atrás, se secarán, y el viento los esparcirá; la humedad quedará en las casas, afectando la salud de la población. Otra vez mucha gente perdió sus pertenencias”, manifestó Rodríguez. 

A su vez, insistió en la urgencia del dragado del caño como una prioridad de salud pública y seguridad. 

Apoyo emocional 

La directora ejecutiva de la Cruz Roja Americana, capítulo de Puerto Rico, Lee Vanesa Feliciano, se encontraba el sábado junto a su personal en el Centro Operaciones de Emergencia (COE) del municipio capitalino donde se ofrece refugio. Estimó que su personal había atendido cerca de 100 afectados en San Juan, Carolina y Loíza. 

“En la Cruz Roja estamos brindándoles lo primero que ellos necesitan, cosas básicas para que la gente pueda asearse. Estamos empezando a trabajar los casos de cada familia que ha sido afectada por las inundaciones y, cuando evaluamos, los casos lo que hacemos es que les brindamos la asistencia para las cosas básicas como ropa, zapatos, comida, medicamentos, ropa de cama, para que la familia pueda empezar el proceso de recuperación”, indicó Feliciano. 

“También estamos aquí para brindarles apoyo. No es solo desde la perspectiva de lo que hay que recuperar material, sino que son familias que están pasando por un momento difícil y necesitan apoyo emocional, alguien que les dé la mano, que sepan que estamos aquí para apoyarlos en este momento de emergencia”, acotó. 

Hizo un llamado a la ciudadanía a que colabore con donativos para poder ayudar a estas familias damnificadas. 

Según los vecinos de estos sectores, los niveles del agua pueden tardar en bajar de dos a tres días.