Por 40 años comparten la casa, que ubica en una colina del campo de Guaynabo, en el barrio Santa Rosa 1, rodeada por árboles que sirven como ventana a las áreas más urbanas del pueblo.

Es dónde Alberto Ortiz Amador y Jacinta García Rivera, de 76 y 85 años- respectivamente- han sobrepasado los mayores retos de sus vidas, como el diagnóstico de cáncer de próstata que supera don Alberto y la pérdida de la visión de doña Jacinta. Es el punto de encuentro de su nieto y su hija, Betzaida Ortiz García, y dónde, como pareja, siempre han vivido.

Pero, los años le pasaron factura al pequeño hogar, cuyos pisos ya estaban deteriorados, las paredes insípidas y los pocos muebles gastados. Las afueras del hogar carecían de alguna sombra o terraza. Para lavar su ropa, doña Jacinta se guiaba con una soga desde la puerta hasta la máquina de lavar, que quedaba afuera, a merced de las condiciones del tiempo.

Esta necesidad fue lo que motivó al municipio de Guaynabo a remozar su hogar, así como las otras seis familias guaynabeñas necesitadas y de escasos recursos.

Don Ortiz Amador tiene cáncer y doña Jacinta es ciega.
Don Ortiz Amador tiene cáncer y doña Jacinta es ciega. (Xavier Araújo)

Al cabo de tres semanas, ya la pareja tiene la lavadora situada bajo la sombra de un techo que ahora rodea la casa, así como una terraza, piso nuevo, pintura fresca, forros para los sillones de la sala y hasta nuevas sábanas, gavatero y gabinetes.

“¡Muchacho, imagínate, bien contento! Yo estoy bien agradecido de esta ayuda”, repitió don Alberto, sentado en la cama y sin soltarle la mano de su amada.

“De tantas casas que hay por aquí, elegir la de nosotros es bien importante”, agregó doña Jacinta.

Esta iniciativa es una que el alcalde Edward O’Neill Rosa asegura que heredó de su padre, Héctor O’Neill, cuando ocupaba la poltrona del pueblo.

“Son cosas que sí hacen falta. No es coger una casa por cogerla y pintarla (y decir) ‘ah, ya lo hicimos’. Buscamos la necesidad de esa casa, la necesidad que tiene el ciudadano y lo trabajamos”, comentó a Primea Hora.

“Cuando yo llegué, vi que (este proyecto) era muy buena idea confraternizar con la gente, los mismos empleados y hacer unidad entre el municipio y empleado y el pueblo y hacer esta obra. Yo lo vi con buenos ojos y ya es la segunda vez que lo hacemos y lo seguiremos haciendo”, agregó.

En síntesis, los técnicos adscritos al Departamento de Vivienda municipal y los coordinadores del Departamento de Familia eligen siete familias que viven en hogares que ameritan reparación urgente y cuyos residentes no son capaces de llevarlas a cabo, ya sea por razones físicas o económicas.

Luego, bajo la dirección del director de Vivienda municipal e ingeniero Pablo Meléndez Burgado, los empleados de cada dependencia municipal se dedican a embellecer los hogares, desde comprar cojines hasta construir una rampa de impedidos. Los empleados hasta han sacado dinero de sus propios bolsillos y organizado recolectas para asegurarse que las familias tengan todo lo que necesitan para disfrutar de una “buena calidad de vida”.

“Él (Ortiz Amador) no esperaba que fuera tan grande la remodelación que se iba a hacer”, celebró Betzaida, hija de Ortiz Amador.

“Quedó bello. Yo me sentí bien contenta. Verdaderamente, le hacía falta la ayuda y tener una buena calidad de vida, ya que está en una edad demasiada de adulta. Eso es lo que yo quería”, añadió.

“(El programa) es del Departamento de la Vivienda, pero incluimos de una vez y por todas también a varias dependencias del municipio. Si hay algo que Vivienda no tiene en el almacén, las mismas personas, empleados del municipio, hacen una recolecta entre ellos mismos y le compramos las cosas para que ellos tengan una mejor calidad de vida”, afirmó el alcalde.

Este año, se destinaron $32,000 de los fondos ordinarios del municipio para rehabilitar los hogares, de los cuales unos $8,000 a $10,000 se utilizaron en la casa de don Alberto y doña Jacinta.

A cada proyecto se le designó un nombre: “Amor en la costa”, a la casa en el barrio Amelia; “Amor en la altura”, en Hato Nuevo; “Amor en la montaña”, en Mamey 1; y “Amor en la peña”, en Mamey 2.

También, se bautizó la obra en Guaraguao como “Estrella de amor”, en Santa Rosa 2 “Aires de amor” y la casa de don Alberto y doña Jacinta- que concluyó el proyecto- como “Cierre de amor”.

Según O’Neill Rosa, la labor no termina aquí. El año que viene se elegirán otras siete casas y, en el ínterin, prometió impactar otras necesidades que tengan sus constituyentes, como preocupaciones de posibles deslizamientos de tierra con el paso de fenómenos atmosféricos que podrían afectar los hogares.

El cierre de la iniciativa se celebró con un manjar navideño.
El cierre de la iniciativa se celebró con un manjar navideño. (Xavier Araújo)

“Impactamos lo más necesario ahora mismo, pero obviamente seguiremos impactando otras cosas adicionales que tenga la casa posterior a esto”, adelantó.

Por su parte, don Alberto estaba más que agradecido. Recibió el miércoles por la mañana a personal municipal, familiares, amigos y a O’Neill Rosa con los brazos abiertos y una sonrisa en sus labios en su recién renovado hogar y les mostró con orgullo cada cuarto. Mientras, el ayuntamiento se encargó de celebrar en grande la ocasión, que marcó el cierre del proyecto, con un manjar navideño: un lechón a la varita, arroz con gandules y aguinaldos jíbaros.

“Quedó bien bonita la casa. Se lo merecen”, reaccionó el alcalde.