En medio de la desolación que supone sufrir los estragos de un huracán categoría 4, con vientos de 155 millas por hora, y con hasta 40 pulgadas de lluvia, a seis meses del paso de María por la Isla se aprecian trazos de recuperación.

En un recorrido desde las alturas, en Yabucoa, por ejemplo, se perciben palmeras sobrevivientes que dan fe de que el lugar volverá a lucir como antes. Por allí entró el ciclón. 

Mientras, la vida vuelve, poco a poco. Un buque descarga combustible en la bahía, y costa adentro las matas de plátano vuelven a crecer.

Las fincas ganaderas también muestran cierta mejoría, con su ganado pastando apaciblemente en el valle. Y a lo largo de varias líneas de alta tensión, un grupo de obreros de la Autoridad de Energía Eléctrica reparaban una de las torres.

En la montaña también aparecen esas señales que levantan el ánimo. 

En el barrio San Lorenzo de Morovis, aunque los vehículos aun tienen que atravesar un vado sobre el río, el puente nuevo comienza a tomar forma con un armazón metálico que ya atraviesa el río Grande de Morovis.

En Utuado hay fincas de café renaciendo y, a la distancia, no obstante, resplandecen los metales del recién inaugurado puente en el barrio Río Abajo que volvió a comunicar con el resto de la Isla a 60 familias. 

Camino a Arecibo, sobrevolamos por la marejada de mogotes, donde la naturaleza cubre con nuevo verdor las empinadas laderas de roca caliza. 

Por los valles costeros de Camuy, las vaquerías se levantan poco a poco. Quedan daños visibles en muchas naves y otras instalaciones, pero se puede notar que hay una recuperación en marcha en muchas de ellas. 

Por esta costa se fue María. Y en esta misma zona, entre Quebradillas y Camuy, laboraban decenas de obreros de la AEE para levantar torres eléctricas caídas. Poco a poco, pero sin pausa, la Isla reverdece, renace y se recupera.