Sal de dudas sobre cómo salir de deudas
A muchos les cuesta reconocer que están embrolla’os, pero si no les haces frente, tus deudas podrían arruinar tu vida

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 11 años.
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Cuando de obligaciones económicas se trata, aquello de “ojos que no ven, corazón que no siente” no funciona. Porque, aunque insistas que tu ánimo no se afecta a pesar de todo lo que debes, tú sabes que al bolsillo nadie lo engaña. Y cuando empiezas a esconderte de las agencias colectoras y cada vez que suena el timbre del teléfono gritas: “¡Digan que no estoy!” ya no puedes –ni debes– negarlo. ¡Le debes a Raymundo y to’ el mundo!
Tristemente, no estás solo. En la nación americana nada más la deuda promedio en tarjetas de crédito es de $15,191 dólares. ¿La hipoteca promedio? Asciende a unos $154,365. Y en cuanto a préstamos estudiantiles –esos que parece que nunca se van a poder saldar–, la deuda promedio es de $33,607.
Por su parte, en Inglaterra no están mucho mejor que digamos. Allá, las deudas de las familias típicas –incluyendo las hipotecas– alcanzan la espantosa cifra de £1,43 trillones de libras esterlinas.
Y en Canadá, los economistas estiman que una de cada 20 personas nunca llegará a saldar todas las deudas que acumule en su vida. O sea, que después de muertos, ¡sus hijos o sus codeudores tendrán que pagar lo que ellos quedaron a deber!
Emocionalmente agobiante
Las deudas no solo afectan las finanzas familiares, sino que tienen un serio impacto negativo en el ánimo de las personas y varios estudios lo han demostrado. Vivir más allá de sus propios medios –o como se decía antes, “Estirar el pie más allá de donde alcanza la sábana”– puede hacer una mella irreparable en tu vida familiar y laboral. ¡Y ni hablar de las amistadas que te van a huir como el diablo a la cruz!
Pero, ¿cómo salir del hoyo una vez que uno está endeudado? ¿Qué podemos hacer para abrir el diálogo, admitir cómo –y por cuánto– nos hemos excedido? ¿Qué debemos decir y hacer para no seguir tapando el cielo con la mano?
A continuación, algunos consejos útiles…
Sé honesto contigo mismo
¿Compraste un carro que paga unas mensualidades que no van de acuerdo con tus ingresos? ¿Te sientes obligado a comprar todo lo que tus amigos se compran? Para empezar, es bueno que sepas que no estás solo. Eso dicho, seguir negando tu realidad económica solo empeorará las cosas porque, podrás mentirles a los demás, pero, por más que trates, tú sabes la verdad. Mírate al espejo y reconoce que tienes un problema. En cuanto lo hagas, tu mente se despejará y podrás tener la presencia de mente necesaria para buscar, y encontrar, las soluciones adecuadas.
De otra parte, si tienes pareja, háblale con franqueza y dile que reconoces las deudas que has adquirido y que le das tu palabra de honor de que estás comprometido con saldarlas… y con no adquirir deudas nuevas.
No te dejes abrumar por el total
Si tratas de hacerlo, te ofuscarás y tu reacción instintiva, será “dejarlo para más adelante”. Sí, Pepe. El remedio para esto es establecer prioridades. Consulta con un experto en finanzas y te dirá que la deuda de tarjetas de crédito es la más destructiva, de modo que enfrenta ese problema antes que ninguno otro. Si son varia las tarjetas que tienes trepadas, enfócate en la peor de todas y traza un plan para saldarla antes que las demás, mientras haces pagos mínimos a tus otras tarjetas. Esto, además de ser mucho más fácil de encarar, te motivará porque el progreso será notable.
¿Necesitas ayuda? ¡Pídela!
No estamos hablando de que les pidas a tus padres o familiares que te tiren la toalla porque, si saben todo lo que debes, probablemente piensen que si te prestan dinero los vas a dejar guindando. Mejor, busca ayuda profesional con un experto en deudas –tu mismo banco puede recomendarte con alguien serio y confiable–. Verás que cuando tus allegados comprueben que estás comprometido con saldar lo que debes, su actitud hacia ti cambiará y te apoyarán fervientemente. Eso sí, no le ocultes nada al consultor que elijas. Eso equivaldría a tener una enfermedad terminal y mentirle al médico sobre cómo te contagiaste, los medicamentos que estás (o no estás) tomando y todo lo que estás haciendo para sanarte.
Mantente positivo
Cuando las deudas personales ascienden a varios miles la tendencia será la de sentir que, por más que nadas, te quedas en la orilla. Sin embargo, cada cantidad que abones a lo que debes irá bajando ese monto total que tanto te espanta. Felicítate sin miedo ni vergüenza cada vez que hagas un pago considerable, sobre todo, cuando abones al principal de tus deudas. Recuerda que a tus deudores no les interesa que te desesperes y salgas corriendo, dejándolos engancha’os. Ellos también, te pueden ayudar, reduciendo o hasta eliminando los intereses, aunque sea por un tiempo. ¡Y eso es razón más que suficiente para no dejar que tu ánimo decaiga!
Haz ejercicio… físico y emocional
¡No es broma! Cuando uno está endeudado, se deprime; y cuando uno está deprimido, se enferma con más frecuencia y le da de todo, desde catarros frecuentes hasta acidez estomacal y dolores de cabeza. El ejercicio físico ayuda a que tu cerebro secrete endorfinas, sustancias químicas que ayudan a elevar el ánimo. ¡Pero, ojo, no vayas a gastar un dineral en una membresía en un gimnasio! Sal a caminar, nada en la playa, corre bicicleta, juega baloncesto o volibol, o hasta baila solo en casa. Y si puedes, también, ayuda a otros que estén en tus mismos zapatos. Dándoles la mano a otros, que como tú, estén embrolla’os, te estarás ayudando a ti mismo.