COROZAL. Mercedes Díaz, de 81 años, dejó su casa durante el paso del huracán María por Puerto Rico para refugiarse con sus hijos, pero antes de irse aseguró muy bien en su hogar -ubicado en el barrio Palmarejo- a sus 20 cabros.

Los mamíferos, algunos de ellos jovencitos, ya fueron reubicados por su ama en un rancho.

“Gracias a Dios no se murió ninguno. ¿Sabe cómo? Los puse en el medio de la sala y me fui”, comentó la simpática mujer. “Hay seis afuera sueltos. Esos se defendieron. Eran más, lo que pasa es que los pillos se metieron antes de la tormenta y se los llevaron”.

Aseguró que los chivos no le causaron mayores destrozos en su casa, pero lamentó el fallecimiento de dos o tres gallinas, que se ahogaron.

“Los gatos se salvaron”, añadió con entusiasmo.

Doña Mercedes explicó que aunque considera a los cabros como mascotas, a las que “quiero mucho”, y nunca antes pensó en ellos como negocio, debido a la situación precaria en que María dejó a muchos puertorriqueños, “si vienen a comprarme, voy a tener que vender porque está difícil ahora”. 

“Esto ha sido difícil”, sentenció la mujer.

Su estructura, afirmó, no sufrió daños serios, pero sí la dejó con una montaña de escombros en los alrededores.

“Siempre entró agua, pero en todos los sitios entró”, indicó con conformidad.