Ella no se cuestiona si lo que vivió es real o no. Han pasado casi 40 años y todavía lo recuerda con detalles. Mientras su cuerpo reaccionaba al impacto inicial de haberse golpeado con el fondo del mar, algo en ella se elevó para entrar en un plano de profunda serenidad.

Al principio Sandra Zaiter no compartía esa vivencia del día de su accidente en septiembre de 1975. Temía que pensaran que era un invento, una historia inducida por los medicamentos.

Pero lo que vivió tiene nombre y, aunque se debate científicamente sobre qué exactamente lo provoca, ella lo interpreta como una experiencia espiritual que le reconfirmó una dimensión en que cree.

Relacionadas

Cuando la ex presentadora de programas infantiles se lanzó al mar para darse el último chapuzón antes de terminar un pasadía playero, la profundidad del agua había disminuido. Su cabeza se estrelló contra la arena y varias vértebras se le hicieron pedazos. En ese momento, según narró, se vio desde arriba.


“Cuando choco, veo mi cuerpo. Veo que el mar, la arena, estaba aparte”, contó. Era, según dijo, como si fueran moléculas, pequeñas partículas.

El mar se veía brillante y, mientras contemplaba su cuerpo flotar, se sintió serena. “Era precioso”, relató.

También se vio de pequeña junto a su abuela, ya fallecida en ese tiempo, y contempló momentos de su vida de mucha alegría. Aun así, y a pesar de que oyó “puedes dejar tu cuerpo ahí”, Sandra dice que decidió regresar a su cuerpo.

“Te puedo decir que en ese momento yo supe que Dios nos hizo tan y tan libres que en ese momento te da la opción”, afirmó, serena como es ella, frente al mar que disfruta tanto.

Mientras estuvo en un estado que ella describe como fuera de su cuerpo, se sintió en la presencia de un ser superior. Fue de ese ser que escuchó que le quedaban cosas por hacer.

¿Era una voz conocida?

 No era audible, era un ser superior... era una comunicación.

Ajena a asuntos “esotéricos”, no quiso darle validez a lo que vivió, pero entre la claridad de sus recuerdos y los relatos que leyó de otras personas, entendió que era una vivencia espiritual que podía y quería compartir. “Pensaba que eran los medicamentos, pero me di cuenta de que no”, expresó.

En los primeros días luego del accidente que fue tan grave que no la aseguraban, a Sandra le llegaban imágenes de su experiencia. Entre la consciencia y la inconsciencia, al final todo estuvo claro y hoy, ya con 70 años, no titubea de su contacto con un espacio superior.

 Tampoco titubea de haber escogido volver. 

“Yo acepté. No me resigné”.