“Siempre lo recuerdo con mucho amor”, dice mujer tras remozar tumba de su esposo
En el Cementerio de la Capital se observaba poca gente el Día de los Padres.

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 5 años.
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María Esther Canales llegó temprano el Día de los Padres al Cementerio de la Capital para dejarle remozada la tumba a su esposo, Edmundo Rondón Díaz, fallecido en 2001 y con quien formó un matrimonio de 36 años.
La residente del barrio Caimito, en Río Piedras y un vecino de toda la vida, Daniel Figueroa Estrada, a quien llevó para hacer los arreglos en la fosa, llegaron al cementerio municipal de San Juan poco después de las 8:00 de la mañana. En el enorme camposanto se observaba poca gente.
La mañana estaba calurosa y la mayoría de las personas que entraban al lugar a rendir homenaje a sus muertos tenían sus rostros cubiertos con mascarillas, siguiendo el protocolo impuesto por el COVID-19. El cementerio, igual que los restantes tres que administra el Municipio de San Juan, abrieron de forma limitada, solo por hoy. En el interior, una patrulla de la Policía Municipal se mantenía dando rondas.
“Me voy tranquila porque lo bueno se lo di en vida. Vengo varias veces al año y aquí paso un rato con él… Siempre lo recuerdo con mucho amor… fueron 36 años buenos”, expresó María Esther, luego de acondicionar el panteón en tierra del difunto en la sección “T” del enorme cementerio capitalino, donde los nichos están enterrados bajo la grama.
Desde el baúl de su carro, la humilde mujer, cargó la remozada lápida en concreto con la ayuda de Figueroa Estrada. El hombre demarcó el césped de la fosa con un pico y un machete bajo el candente sol.
Después de colocada la lápida, María Esther puso un ramo con rosas blancas y azules en dos tubos incrustados en el hormigón a cada uno de los lados. “Se las pongo artificiales para que le duren más. Estas le duran como mes y medio. El azul era su color favorito y le traje blancas para que esté en paz”, Él murió el 23 de julio de 2001″, relató a Primera Hora.
“Era súper bueno, buen esposo y buen padre, lástima que, no pudo aprovechar los nietos por completo”, dijo para recordar que Edmundo, a quien describió como “un indio bello”, llegó un día a su casa en el sector Chapero, montado en un caballo y enseguida se enamoraron. Añadió que era un hombre trabajador que por muchos laboró en equipo pesado, mientras ella, se hacía cargo del hogar para completar la crianza de la familia de cuatro hijos.
“Esto es horrible”, expresó sobre la pandemia, mientras señalaba a su guagua, donde dijo que tenía mascarillas y guantes. “Ahora no tengo la mascarilla porque estoy sudando, pero esto no ha terminado y es mejor no salir mucho a la calle”, indicó María Esther.
Dijo que le hizo una nueva lápida al difunto, pues hace unos años la encontró rota. “Siempre te recuerda tu familia”, dice en letras negras la tumba remozada que también lleva un crucifijo y está identificada con el número T3-222. “Ese número lo he cogido varias veces. La primera semana que él murió lo cogí con 200 pesos. Yo lo juego”, detalló.
Alrededor del panteón había muchas tumbas sin identificar, lo que confundió a María Esther y su vecino, primero comenzó a podar otra fosa cercana.
Después de terminar su obra de buen samaritano y acondicionar el panteón, Figueroa Estrada dijo que iría a su casa para recoger a su esposa y salir a celebrar el Día de los Padres. “Vamos a dar una vueltita por Dorado y sentarnos a coger fresco debajo de un palo”, expresó el hombre, también padre de tres hijos, nietos y biznietos. “Yo me paso en mi casa encerrado y esto para mi es una terapia. También me gusta ayudar al que necesita”, sostuvo.
Muy cerca a la orilla de la carretera, en una de las tumbas sin identificar, hacía poco que habían dejado un ramo fresco de pompones amarillos enterrados en un hoyo en la tierra. Encima de lo que parecía un pedazo de la lápida, estaban regadas siete flores que fueron deshojadas del ramillete de pompones naturales.
En otras secciones del cementerio, Norma Pagán y su hermano Densy, también colocaron flores en las tumbas de su padre Mónico Pagán y su hermano, Ángel Pagán.
“Llegamos cerca de las 8:15 de la mañana y hemos visto bien poca gente”, sostuvo Norma, residente de Hato Rey.
“Esto siempre ha estado bien desyerbado y este año no sé que pasó. Hemos encontrado algunas áreas que no están preparados”, dijo mostrando la yerba crecida sin podar. “En el cementerio de Villa Palmeras tenemos enterrada a mi mamá y a nuestros abuelos y allá está todo bien organizado”, dijo la sanjuanera.