CANÓVANAS. Los refugiados en la moderna escuela William Rivera Betancourt en este municipio no tienen a dónde ir.

Hasta allí llegaron 600 refugiados para pasar el huracán María en la madrugada del miércoles. Y ayer, a cinco días del paso, habían aún 464, según el cálculo de Lydia E. Castillo, quien supervisa el refugio y quien trabaja para la unidad de manejo de emergencias del Departamento de Vivienda.

Esas estadísticas equivale al 77 por ciento de ocupación en el plantel que sirve de Escuela Vocacional de Canóvanas.

Ese el por ciento más alto de ocupación entre cuatro refugios que visitó ayer Primera Hora en Canóvanas, Loíza, Carolina y Trujillo Alto. Loíza estaba en un distante segundo lugar con un 40 por ciento de ocupación en la escuela de la cuminidad de su sector Medianía Alta.

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Castillo dijo que el por ciento de refugiados era alto porque muchos desconocían ayer si podían regresar a sus casas. Castillo agregó que otros desconocían si tenían lugares a donde ir.

La funcionaria detalló que inspectores del Departamento de Vivienda son los encargados de notificarle a los refugiados las condiciones de sus hogares, si están habilitables, si necesitan arreglos o requieren un proceso de higiene para desinfectar sus áreas. Ese paso se ha tardado, dijo Castillo.

Pero hay refugiados que no han esperado por el Departamento de Vivienda y han ido a  ver a sus hogares. Algunos no han podido llegar a sus casas. Otros las han visto. Muchos han regresado con sus maletas de regreso a la escuela Rivera Betancourt.

Carlos Rivera es uno de los residentes de Canóvanas que visitó su hogar solo para regresar al refugio el mismo día. Rivera lo hizo por razones mayores; está operado de la espalda y, en ocasiones, necesita una silla eléctrica para moverse.

“Vivo a San Isidro y aquello está inundado. Mi casa es de cemento. No se voló, pero se inundó. Tengo vecinos a quienes se les fueron los techos. Aquí estoy (en el refugio) esperando que llegue la gasolina para enchufar la silla”, dijo Rivera, quien agregó que conoce otras personas de San Isidro en el refugio.

Castillo agregó que “dentro de las condiciones” los refugiados en la Rivera Betancourt está bien cuidados. Reciben las tres comidas del día, tienen espacios separados para personas mayores o enfermas y la higiene del plantel está en excelentes condiciones. Agregó que la única necesidad son catres.

La población de la Rivera Betancourt contrasta con el refugio de la Carolina en el barrio Canovanillas. Allí un ‘residente’ aprovechó la llegada de Primera Hora y dijo “trae gente, si quieren, que hay espacio”.

El refugio que usa el plantel de la escuela Ángel P. Millán Rohena y que tiene capacidad para 150 personas tenía ayer sólo 35 ‘residentes’ provenientes de los barrios Cedro, Lomas, Cacao y Villa Caridad, entre otros, informó la supervisora Emelyn Rodríguez, quien también trabaja para el Departamento de la Vivienda.

El Millán Rohena es uno de dos refugios que siguen activos en Carolina, en donde abrieron cinco en total para la emergencia, dijo Rodríguez.

Las condiciones de vida lucía normales en el refugio de Carolina, aunque la supervisora no dio acceso varias veces a Primera Hora a los salones y otras áreas de plantel. También evitó entrevistas a refugiados.

Por otro lado, la tranquilidad se respiraba en el refugio de Loíza. La escuela de la comunidad de Medianía Alta era supervisada por personal del municipio y, aunque tenía necesidad de catres, lucía como una comunidad.

“Aquí nos ayudamos todos. Tenemos un martillo. Hemos creado ese baño con ducha y nos las inventamos”, dijo al refugiada Carla Wilson junto a otras cinco mujeres, incluyendo a una embarazada.

La supervisora de Medianía Alta, Cindia Díaz Correa,  sí tuvo una observación importante para próximas emergencias: un refugio que no se inundara.  Detalló que entró aguas a los salones del refugio por los vientos y lluvias de María.

“No está apto para refugio”, sentenció.

En donde no hubo tranquilidad fue en el refugio de Trujillo Alto ubicado en la escuela Medardo Carazo. Allí supervisores, voluntarios y refugiados denunciaron que el alcalde José Luis Cruz Cruz los había “abandonado”.

“Si este es solo uno de dos refugios que hay en Trujillo, no hay razón para que esté abandonado”, dijo ayer una voluntaria en el refugio, Andelisa Vargas.

Denunciaron que no había agua para tomar, que algunos ancianos no se habían bañado porque no hay una ducha habilitada en el lugar y que necesitaba medicamentos. Primera Hora observó basura y escombros acumulada en los alrededores de la escuela.

Según contó el supervisor José Raúl Salcedo, el Departamento de Vivienda delegó la organización del refugio en una compañía llamada AM Contract. Salcedo dijo que el alcalde ha lucido por su ausencia desde hace varios días. Agregó que personal de Vivienda ha dicho presente, aunque no ha preguntado por las necesidades que sufre el refugio.