Sonó el timbre... en el Capitolio
En los pasillos de la Casa de las Leyes resuena una alarma para que los legisladores sepan que comenzarán las sesiones o es hora de votar.

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 6 años.
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¿Anticuado, tradición, recordatorio o un mal necesario?
Legisladores, exlegisladores y empleados legislativos tienen opiniones variadas del timbre ensordecedor que en los días de sesión, se queda con los pasillos de la Casa de las Leyes.
“Tóquese el timbre”: esa orden de los presidentes de los cuerpos legislativos es común en el hemiciclo para recordar a senadores y representantes que es la hora de votar.
También el timbre suena y resuena para dejarles saber a los legisladores que la sesión va a empezar.
“Antes era más fuerte, era como una chicharra”, describió el expresidente cameral José “Ronny” Jarabo. “Cuando llegué aquí en 1973, ya había timbre”, dijo a Primera Hora el ahora asesor senatorial.
Jarabo indicó que antes el timbre “era imprescindible”, mientras que ahora, el Sargento de Armas tiene los números de los celulares de los legisladores y “cuando hace falta que vengan, empieza a llamar a donde estén”.
“El timbre se ha quedado, pero creo que realmente es una tradición, aunque puede que haya circunstancias donde resulte efectivo, como por ejemplo, si el legislador está en una vista y no tiene el celular encima o lo apagó”, añadió.
“Yo tengo un pensamiento agridulce y es que por poco voy preso por el timbre”, recordó por su parte, el expresidente del Senado, Kenneth McClintock.
En el 2001, McClintock, entonces en minoría, sometió una resolución “sarcástica” para investigar si el sonido del timbre causaba vibro acústica en el Capitolio, pues la administración de la entonces gobernadora Sila M. Calderón argumentaba que el ruido de los bombardeos de la Marina de Guerra de EE.UU. perjudicaba la salud en Vieques.
“Era básicamente para satirizar el issue”, dijo.
Recordó que el Senado era presidido entonces por Antonio Fas Alzamora, quien estaba a favor de lucha del pueblo viequense y McClinctock fue suspendido por un día.
“Fui al tribunal y la jueza Sonia Vélez me dijo que, aunque estaba mal lo que hice, estaba cubierto por la inmunidad parlamentaria y ordenó que me pagaran la dieta del día”, indicó.
McClintock aclaró que en el Capitolio de EE.UU. son relojes con luces los que avisan a los legisladores de una votación o de otro tipo de llamado.
“El timbre de nosotros es anticuado, pero me imagino que costaría bastante cambiarlo”, opinó.
“El timbre es un mal necesario, porque es constitucional. No lo podemos eliminar no lo podemos silenciar, porque la propia Constitución dice que hay que ser llamados (los legisladores) tanto para votar como para comenzar la sesión”, dijo Edwin Mundo Ríos, quien fue legislador por 14 años.
“Es un aviso que hay que formular, es sumamente molestoso, pero es algo con lo que tenemos que vivir. Es como la sirena de ambulancia que nos molesta, pero es necesaria para que la gente abra paso”, sostuvo Mundo, quien es asesor en la presidencia cameral.
Para el representante independentista Denis Márquez Lebrón el timbre capitolino es una tradición.
“Para los que estamos lejos del mármol siempre es un aviso. El inicio de la sesión marca una hora, pero como uno nunca sabe la hora en que va a empezar por los caucus, uno tiene que estar pendiente, pues siempre es un aviso histórico”, expresó Márquez Lebrón.
Nelson Bayrón, quien lleva 26 años como ayudante en el Capitolio, considera que el timbre “no deja de ser necesario”, pero aunque hay tecnología, aclaró que hay sectores en el Capitolio en los cuales no hay señal de los celulares.
“El timbre es un recordatorio de que hay que ir a la sesión. No deja de ser un instrumento útil”, dijo Bayrón, quien destacó que por ser una señal de alerta “no puede ser tenue”.
“La tecnología es buena, pero falla. Ya lo vimos durante el paso del huracán María, que aquí todo el mundo se quedó sin teléfono. La tecnología no es infalible y el timbre, ese que algunos llaman ruido, se escucha”, añadió.
El representante de mayor antigüedad, Ángel Bulerín, quien lleva seis términos en la Legislatura, recordó que al principio su oficina estaba en el tercer piso y la puerta quedaba justo en la bocina del timbre.
“Tuve que hablar con el Sargento de Armas para que se reubicara porque el ruido era crudo”, relató Bulerín, pero calificó el timbre como “algo necesario que cumple con la encomienda que se le dio”.