Ponce. La precisión y limpieza que emplearon dos de las participantes del taller vocacional de pastelería internacional del Centro de Tratamiento Social del Departamento de Corrección y Rehabilitación (DCR), en Ponce, era envidiable.

En cuestión de minutos, y bajo la tutela de su maestra Brenda Torres García, confeccionaron polvorones, quesitos y pastelillos de guayaba, mientras que con pinceles decoraron “marshmallows” y fresas bañadas en chocolate blanco.

Hace varios meses, crear estos dulces parecía ser un hito imposible, aseguraron las adolescentes, ambas de 16 años y cuyas identidades no se revelarán por motivos de seguridad. Esta duda, sin embargo, rápidamente esfumó.

“Se siente bien ver que lo logré”, afirmó una de ellas parada frente a la exhibición nítida de sus creaciones.

“Al principio pensé que se me iba a hacer difícil hacer las cosas, los bizcochos, que se veía que era lo más difícil. Pero, cuando empecé a intentarlo me di cuenta que lo podía lograr. En realidad, todo hasta el momento me ha parecido interesante: los bizcochos, decorarlo, hacer el procedimiento, los sabores, ver que algo que pensabas que era difícil lo estoy haciendo, lo estoy logrando. Me da gusto saber que puedo hacerlo”, agregó su compañera de clase.

Esta satisfacción no es temporera, pronosticó Torres García y Carlos Delgado Cornier, director de programas educativos en DCR. Sino, el motivo de estos talleres es brindarles a los jóvenes detenidos por faltas al Código Penal las herramientas para que se desenvuelvan en el futuro y sean autosustentables.

Los talleres vocacionales son parte de la rehabilitación de los menores detenidos, pues pretenden capacitarlos para un futuro exitoso.

“Ellos en la pastelería aprenden a descubrir sus talentos y, según ellos van viendo qué son capaces de realizar, eso los estimula a seguir aprendiendo más. También se le enseña con el enfoque que pueden producir dinero a través de la pastelería y le tratamos de proveer las herramientas simples para que ellos, cuando salgan, puedan encontrar rápido esos materiales o ese equipo que necesitan”, detalló Torres García, quien ha ocupado el rol de docente en el centro por los pasados 10 años.

“Trato de usar el menos equipo posible para que ellos no se sientan frustrados, porque no encuentran o no tienen ese equipo en su casa. Tratamos de ir de lo simple a lo complejo para irles dando la confianza de que sí tienen la posibilidad de desarrollar el talento”, agregó.

La maestra también resaltó que estos talleres sacan lo mejor de los estudiantes. Esto lo demostró al recordar que uno de ellos, que no tenía una mano, participó de una competencia de bizcochos y se llevó el primer lugar por completarlo en el menos tiempo posible.

“Para él no había límites. Él lo que no sabía, se lo inventaba”, narró al rememorar cómo se las ingeniaba para hacer todos los procedimientos con su única mano.

Las participantes que conversaron con este diario adelantaron que, aunque no planifican desempeñarse en la pastelería como oficio principal, traspasarán sus conocimientos a sus familiares y lo mantendrán como pasatiempo.

“Sería un honor enseñarle a mi madre”, dijo la joven.

Una de ellas visualiza tener un equipo de baloncesto, su deporte favorito. Mientras, otra estudiará enfermería y será propietaria de su propio salón de belleza, pues ya sabe trabajar con uñas.

“Me gustaría tenerlo de ‘hobby’, seguir aprendiendo, seguir adquiriendo conocimientos y enseñarles a las demás personas que el estar aquí me ayudó positivamente y saqué algo bueno de esto, que es una experiencia no tan buena”, señaló la menor.

Enfocado en el aprendizaje

En el centro de Ponce se ofrecen tres talleres ocupacionales además de pastelería internacional, los cuales son barbería y estilismo, sistemas de oficina y ebanistería.

Una vez el joven ingresa a una de las instituciones, normalmente se le da la opción de escoger de cuál taller le interesaría participar, salvo de que la matrícula esté llena. Si no ha completado cuarto año de escuela superior, se establece también un programa académico. Al completar el cuarto año, los esfuerzos entonces se concentran en fortalecer las destrezas ocupacionales.

“En los centros juveniles, ofrecemos lo que son programas académicos, pero también tenemos lo que son los talleres vocacionales, que son aquellos que ayudan a toda la población juvenil a insertarse a un escenario laboral. Y, dentro de esos talleres, hay unos proyectos que se trabajan complementarios donde se trabajan todo aquello ocupacional con el joven para que ellos puedan ganar unas destrezas para que, una vez salgan de la institución, puedan ser adquiridas y aplicadas en la comunidad”, explicó Delgado Cornier.

En el caso de los 15 estudiantes -entre 13 a 19 años- que cursan pastelería internacional en el centro de Ponce, los productos se consumen entre los participantes o se venden en actividades de la Cooperativa Juvenil Escolar Unidos en Cooperativa (Unicoop), de la cual los participantes pueden unirse voluntariamente.

De ser socio, el dinero que generan de estas ventas pasa a una cooperativa cercana y, una vez salen de la institución, se les entrega a los participantes en partes iguales. Los fondos generados de las ventas de participantes que no son miembros de Unicoop se reinvierte para materiales del mismo programa.

“Cuando íbamos a ir (a vender los productos), me puse nerviosa, porque era mi primera experiencia, pero una vez estando allí, es satisfactorio ver cómo la gente, cuando la gente lo prueba y dice que está bueno, cuando ve la presentación y se ve limpia, recogida, y ver que tu trabajo valió la pena, pues se siente bien”, mencionó la futura enfermera.

“Lo primero es ayudarlos a crear confianza en ellos. Pero, el logro es casi siempre haciéndole ver cosas que puedan realizar inmediatamente, que puedan ver rápido el resultado y ahí ellos van cogiendo confianza y el deseo de aprender cosas un poquito más complicada”, manifestó Torres García.