Tejedora de sueños posibles
La perlesía cerebral no limita a la artesana Astrid Hernández.

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 4 años.
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La perlesía cerebral no ha sido obstáculo para Astrid Salomé Hernández, una jayuyana de 33 años que ha superado los pronósticos médicos sobre su condición al convertirse en artesana certificada en el renglón del tejido.
Para animarla, su familia acondicionó un espacio en la marquesina de su casa, donde establecieron un taller en el cual Astrid pasa largas horas hilvanando delicadas creaciones que convierte en bufandas, carteras, pulseras y manteles pequeños, entre otros trabajos.
Igualmente, es aficionada a las manualidades, pues ha confeccionado paletas de chocolate, libretas y un sinfín de proyectos que ha desarrollado a través de los años.
Según su progenitora, Minerva Hernández Mercado, la condición de su hija fue ocasionada por la falta de oxígeno durante su nacimiento, pero eso no le ha impedido lograr todo aquello que se propone.
“Ha sido una bendición, porque yo trabajaba en el programa Head Start como asistente de maestra y ella estuvo los tres primeros años. Quizás hemos tenido algunos tropiezos, pero no han sido de mucha preocupación. Estuvo en los salones regulares en la escuela por el programa de inclusión y, hasta tomó la clases de arte… le daban puntillismo para rellenar una silueta. A ella le encantaba”, contó su progenitora.
“Astrid quiere hacer muchas cosas y lo logra. Ella sabe computadora… aunque no tiene; tiene su Facebook, todos los días envía reflexiones a las personas, con mi ayuda. Es bien querida en su pueblo. Se da a querer con todo el mundo. Mucha gente la llama para agradecerle los mensajes que ella envía”, agregó.
Para llegar al taller, la joven artesana se traslada en su silla de ruedas motorizada y de allí no se mueve hasta que quede complacida con su trabajo, pues le caracteriza su perseverancia.
“Ella es una niña que si algo le queda mal, no para de hacer ese trabajo hasta hacerlo bien. Es persistente y perfeccionista, porque si no le gustó la libreta que hizo en el momento me dice: ‘Mamá, esto no”, y vuelve y hace otra hasta que le queda bien”, relató al mencionar que a su hija “le gustan las manualidades y comprar”.
“Le encanta ir a Walmart y a Capri de Ponce, y le dicen ‘ahí viene la chica Walmart o la chica Capri’ cuando la ven llegar. Le encanta comprar. Su taller se adaptó para ella y ahí tiene todo lo que necesita para hacer sus trabajos”, detalló.
Astrid aprendió a tejer hace aproximadamente nueve años con la pastora de la Iglesia Metodista a donde regularmente asiste con su familia.
“Siempre le han gustado las manualidades, desde pequeña, porque tiene disposición y paciencia; ella ha hecho muchas bufandas en un telar. También usa el canvas para sus trabajos y además ha hecho trabajos en papel; hicimos unas velas hace varios años. Ella quiere estar en todas”, confesó tras escuchar la aprobación de su risueña hija.
De otra parte, Hernández Mercado resaltó que los ejercicios derivados de la práctica artesanal han logrado buenos resultados en el desarrollo de sus habilidades motoras.
“Ella no camina, usa una silla de ruedas motorizada, su lado más afectado es el izquierdo, así que usa más el derecho. Esto le ha ayudado bastante porque al ella usar las agujas, ella misma se está dando terapia para su movimiento y es algo que le mantiene la mente ocupada y le ha ayudado bastante para su desarrollo”, reveló.
Pero los beneficios no han sido solo para esta artesana sino también para sus progenitores.
“A veces estamos horas mirándola. Es algo que no nos ha permitido pensar mucho sobre la pandemia porque es algo que nos ha ayudado. A ella le mantiene activa su mente y no le permite pensar en otras cosas porque ella se introduce ahí, en sus tejidos”, sostuvo.
Al preguntarle a Astrid cómo se siente cuando está tejiendo, espontáneamente contestó que “feliz”.
Para apoyar a esta tejedora de sueños puede acceder a su página de Facebook: Astrid Hernández o llamar al 787-247-7625.