Thomas Green de Watergate para Hollywood
Thomas Green asegura que echa de menos Puerto Rico. (Ve vídeo)

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 14 años.
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La vida es una cuestión de oportunidad.
Cualquiera diría que “alguien misterioso” trazó el destino de Thomas Green, ya que a sus 33 años, cuando aún era un abogado novato, “le cayó del cielo” la oportunidad de participar en el caso de cuello blanco más dramático en la historia de Estados Unidos: Watergate.
El sonado caso de espionaje, en el que estuvo involucrado el presidente republicano, Richard Nixon, catapultó a Green a una carrera ascendente de fama, prestigio y dinero.
El abogado, quien ganó prominencia en la Isla y mucho dinero, al representar al entonces gobernador Aníbal Acevedo Vilá, atribuye su éxito y fortuna a una cuestión de oportunidad.
“Unas oportunidades tú las creas, y otras te llegan. Por una razón u otra, me ha tocado estar presente en los procesos más increíbles de cuello blanco”, dijo a Primera Hora.
Este hombre brillante, que explota a carcajadas a la menor provocación, confiesa, con la mayor convicción, su creencia en el destino.
“Después que yo dejé mi trabajo de fiscal con el Gobierno en Washington, fui a trabajar con un famoso abogado que fue contratado por uno de los acusados de Watergate: Rober Mardian. Éste era un funcionario del Gobierno, miembro del comité de reelección de Nixon... Mardian fue acusado con otros cuatros estrechos colaboradores del Presidente. Yo era asistente del abogado principal de Mardian”, contó.
“A las tres semanas, a mi colega le dio un colapso en sala. Hubo consternación. Fue puro destino. El juez (John) Sirica, que presidía el caso, me llamó a su oficina y me dijo:‘Usted es ahora el abogado de Mardian...’ ¿Cómo describes eso? ¿Cómo creas esa situación? Sólo es destino. Me hice cargo. Era el abogado más joven en esa sala”, agregó.
¿Y Mardian?
“Él no estaba contento. Eso de que ese abogado novato fuera su representante legal... no le hizo feliz”, dijo muerto de la risa. “Él no estaba contento, pero hice un gran trabajo para él. Aunque Mardian fue convicto, su convicción fue revocada en apelación y no se le volvió a procesar, y siguió con su vida”, recordó Green.
Y usted, ¿de ahí pa’ Hollywood?
(Se sonríe y afirma) Sí, casi. De ahí continuaron aumentando los casos, incluyendo el de Irán Contra.
Otro factor de suerte, según Green, fue que para esa época no había muchos abogados de cuello blanco.
Pero, había crímenes de cuello blanco.
Sí, había delitos de cuello blanco, pero Watergate dio un giro, una nueva dimensión en el encausamiento de estos casos. Dio vitalidad, hubo cambios en la ley, y les dio nueva vida a las acusaciones de cuello blanco.
No empece su fama y prestigio, el abogado es afable, amable, “humilde” y simpático.
Para contratar a Green hay que pensarlo dos veces, no por su talento, ya que son más las absoluciones logradas que los veredictos de culpabilidad, sino por lo caro que cobra.
¿Es un abogado muy caro?
Vamos a ponerlo de otra manera, no soy barato.
La libertad cuesta...
Bueno, hay casos que son bien intrincados, muy difíciles y complicados en los que hay que tomar decisiones bien delicadas que puede tener consecuencias muy serias.
Es, indica, su larga experiencia y su habilidad para tomar decisiones difíciles lo que lo convierte en un abogado “no barato”. Agrega que estar en Washington le da un acceso al Departamento de Justicia federal, que es el que decide los casos. Pero insistió en que no se le malinterprete porque “en Puerto Rico hay muy buenos abogados”.
Huelga preguntar si tiene muchos casos.
“No estoy representando ningún senador en este momento. Tengo una serie de funcionarios de gobierno, legisladores y también ejecutivos corporativos, pero no creo que deba dar los nombres.
Así que, está bien ocupado.
“Siempre estoy bien ocupado”, dice sonriendo.
¿Echa de menos a Puerto Rico?
Lo echo de menos, ya que el caso que llevé fue uno muy significativo de un hombre que admiro mucho. Hice buenos amigos y he conocido muchas personas.
¿Cómo no le va a gustar? Si mientras caían montañas de nieve en Washington, Green disfrutaba de nuestro calorcito y nuestras playas.
Green se crió en Mineápolis, Minnesota, en los años 40 y 50.
“Tuve una infancia bien normal. Nada del otro mundo. Era una época bien tranquila. No había televisión, ni computadoras, ni blackberry, ni juegos electrónicos”, recordó.
“No había juguetes. Sólo un truck o un tren. Teníamos un radio y escuchábamos los juegos de pelota”, agregó.
Hace 31 años se casó, en segundas nupcias, con Pamela Green, una abogada retirada, que se dedica al negocio de muebles. Tiene cuatro hijos, dos de un matrimonio previo.
“Mi madre era ama de casa. Mi papá se dedicaba al negocio de refrigeradores para camiones... Mi papá me dio el sentido de tenacidad. Creía que yo tenía que pelear mis propias luchas. No lo iba a hacer por mí”, sostuvo.
Green dice que no tiene recuerdos que le provoquen tristeza, fuera de la muerte de sus padres y seres queridos.
¿Ninguna frustración? ¿Alguna novia que le haya dicho que no?
“No, ninguna novia me ha dicho que no, nunca. Las novias me han dicho ‘sí’”, dijo con una sonrisa divertida y mucha gracia... y un poco de petulancia.
“En mi profesión desarrollas una relación estrecha con las personas que defiendes. Es simbiótica. Hay un tremendo intercambio y familiaridad”.
“(La semana pasada) vi al gobernador (Aníbal Acevedo Vilá), y es como saludar a uno de mis mejores amigos... También tengo admiración por esta mujer que fue a juicio con él, Luisita Inclán... Es una mujer con... valiente. Me gusta la gente tough”.
En sus planes está el escribir un libro anecdótico y “gracioso” sobre sus vivencias.
Reláteme una historia graciosa, que lo haga reir
Green comenzó a reírse a carcajadas, su cara se puso roja y contestó: “No puedo decirle las historias que me hacen reír”.
Su cara está roja.
Se ríe. “No puedo.”
¿Aníbal le pagó?
Sí.
¿Con descuento?
“Siempre le doy descuento a mis clientes favoritos”, dijo con una sonrisa pícara.