Transforma su vida desde el encierro en una institución juvenil
Joven transgresor inicia estudios universitarios mientras extingue la pena que se le impuso por cometer faltas a la edad de 14 años.

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 4 años.
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Hace cerca de cinco años que Jesús Arnaldo (nombre ficticio) llegó al Centro de Tratamiento Social (CTS) de Villalba para cumplir una extensa sentencia tras ser hallado incurso de sus faltas a la edad de 14 años.
En ese momento fue alejado abruptamente de sus seres queridos, al escuchar cómo se cerraba la puerta que lo separaba de su libertad en plena adolescencia, para iniciar un camino amargo donde tuvo que adaptarse a convivir con otros menores que también enfrentan el encierro a tan corta edad.
Sin embargo, las oportunidades tocaron a su vida en medio de lo incierto, pues allí se graduó de barbero, aprendió repostería y desde hace unas semanas, se prepara académicamente para completar un bachillerato en administración de empresas con concentración en contabilidad, de la Universidad Ana G. Méndez.
“Comencé a estudiar contabilidad hace poco… en febrero, y me gusta. Me está ayudando bastante aquí en mi proceso de rehabilitación. Llegué aquí en el 2015; al principio era un poco difícil adaptarme, pero, gracias a los recursos que tengo aquí he podido manejarlo y he podido desarrollarme y poquito a poco me voy encontrando conmigo mismo”, confesó Jesús Arnaldo en entrevista con Primera Hora.
“Hay un club de lectura y gracias a eso he podido interactuar un poco más con las personas y voy adquiriendo conocimiento de cosas que no sabía. Comencé a estudiar el 1 de febrero, al principio era algo nuevo para mí porque llevo mucho tiempo aquí, no estaba al tanto de esta tecnología, pero aprendí, estoy empezando a hacer cosas nuevas para mi vida para cuando salga”, dijo.
Según Jesús Arnaldo, la nueva rutina de clases virtuales le permite escapar de las frías paredes del centro correccional, pues cuando estudia, su mente viaja hasta el recinto universitario a donde puede labrar una ruta distinta del camino que le privó de su libertad.
De esa manera, un oficial de custodia lo acompaña al salón cibernético de lunes a jueves, de 8:30 de la mañana a 12:30 del mediodía, a donde se conecta al currículo académico que incluye historia, español e inglés, además de las clases de concentración.
“Cuando estoy en la escuela siento que no estoy aquí, me siento diferente. Me voy adaptando, voy aprendiendo. Siempre me gustaron los números desde pequeño. Siempre quise ser alguien en un futuro. He participado de competencias, me gusta la barbería. Estando aquí aprendí a recortar con un maestro que me enseñó y siempre estuvo dispuesto a darme la mano”, relató.
Asimismo, reveló su interés de establecer su propio negocio, una vez complete los estudios universitarios y salga a la libre comunidad.
“Espero tener mi propia barbería y seguir ejerciéndolo como hasta ahora. Quiero estudiar contabilidad para tener mi propia barbería, para cuando tenga una familia poder sustentarla y ser alguien en el mañana. Espero estar pronto en la (libre) comunidad, no me falta tanto para salir y espero, cuando salga, lograr mis sueños, seguir tras de ellos”, resaltó al mencionar que sus familiares “están orgullosos, porque estoy logrando mis metas poco a poco”.
Durante la entrevista, este joven también contó la dureza de habitar fuera de su hogar y de tener que adaptarse a unas estrictas medidas que le ayudaron a desarrollarse y crecer.
“Aquí aprendí la repostería, el primer día ni sabía nada de eso. He hecho brazo gitano, polvorones, diferentes bizcochos, estoy en la cooperativa de la institución. Me gusta el deporte, estaba en un equipo de pelota allá donde vivía. Uso el deporte como recreación. Esto me ha servido de mucha experiencia”, expuso.
“Pero también aprendí a tomar decisiones y a no ir más allá de las cosas, sino paso a paso. A veces uno se quiere acelerar, quiere hacer cosas en el momento que no es. Aprendí a coger las cosas paso a paso, como Janira (trabajadora social clínica) siempre me dice: ‘la vida es un proceso’”, admitió.
De otra parte, Jesús puso su experiencia como ejemplo para que otros niños y jóvenes no cometan los mismos errores que le llevaron por el camino equivocado.
“Que busquen alternativas, porque siempre hay, tienen que buscar apoyo porque a veces nosotros tomamos malas decisiones, pero es porque estamos buscando algo, ¿entiendes? A veces nos hace falta una figura paternal o no tenemos los recursos en la casa”, acotó.
Por su parte, la trabajadora social Joan Rivera Rivera, resaltó la transformación que ha tenido este joven a través de las oportunidades que le brindan en la cárcel de menores.
“La educación es vital para todo, el cambio se ve. Para el joven que llegó aquí, el cambio ha sido bastante visible porque la visión de él ya no es ‘estoy aquí, no tengo futuro, qué voy a hacer, pues ya tengo cuarto año’, o sea, él está enfocado ahora en ‘quiero seguir estudiando’. Inclusive, me dijo ‘yo quisiera hasta una maestría’ y yo pues ‘vamos pa’eso’”, resaltó al mencionar que la medida dispositiva del joven es hasta que cumpla 21 años.
Mientras que la trabajadora social clínica, Janira Maldonado Maldonado, relató el proceso que implementaron con Jesús hasta lograr matricularlo en la universidad, al igual que otro joven que continúa sus estudios ya en libertad.
“Bueno, llegó aquí como todo jovencito rebelde, en desconocimiento total del sistema, a veces reacio a los servicios, pero, poco a poco, con el equipo, con programas de mejoramiento de conducta, los trabajadores sociales logramos engancharlo en el proceso hasta hoy. Nosotros comenzamos a trabajar a nivel clínico con el joven y tratar de que él pudiese identificar sus fortalezas y sus debilidades para encaminarlo. Una medida bastante larga, pero ha sido bastante funcional y ha mostrado mucho interés y mucha disposición a los cambios”, manifestó.
De hecho, la institución provee los mecanismos para que los menores completen el cuarto año de escuela superior y cuenta con el apoyo de estudiantes de la Escuela de Derecho de la Universidad de Puerto Rico mediante diversos talleres y la donación de libros, entre otros.
De otra parte, el jefe institucional del CTS Villalba, Rafael Malavé, recalcó la evolución que ha demostrado el menor.
“El joven tiene unas características muy particulares a nivel familiar, su medida dispositiva sale de la media promedio… una medida dispositiva muy alta a tan corta edad por haberse involucrado en algunos incidentes que no debió haberse involucrado. En el proceso, ha adquirido demasiadas oportunidades que, gracias a Dios, se ha podido beneficiar de ellas”, señaló.
“Creo que los jóvenes como él, son los jóvenes que nos permiten levantarnos todos los días y venir aquí con el compromiso de que verdaderamente existe la rehabilitación. La rehabilitación es como la salvación, que es individual. Aparecen las alternativas y yo decido si escogerlas y ser parte de ellas y él lo ha logrado”, concluyó.