Trina Rivera: Las convicciones guían su espíritu libre

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 14 años.
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La siguiente entrevista se publicó originalmente el 4 de febrero de 2006.
A simple vista parecería ser una abuelita frágil y hasta tímida. Pero no, no es así. Y no lo es, porque esta mujer de 88 años tiene energía a borbotones. Porque tiene un verbo firme y contundente cuando de defender sus convicciones se trata.
La verdad es que la fuerza interna de Trina Rivera Landrón compite con la de cualquier adolescente.
Inquieta, incisiva, de fuertes creencias, luchadora.
Con el ‘doña’ siempre por delante de su nombre, ella confiesa que si hay algo que detesta en esta vida es el ocio, esa vagancia que es como un cáncer en metástasis esparcido por muchas áreas de nuestra sociedad.
Si no todos, al menos la mayoría de los puertorriqueños sabemos de doña Trina, de sus eternas peleas contra el monstruo del sistema correccional y de sus luchas por sectores marginados de la sociedad.
Tiene aliados. Tiene detractores. Pero, ¿quién es doña Trina? ¿Quién es esa mujer?
“Yo nací el 18 de noviembre de 1917... en Vega Baja, en la calle Baldorioty número 40, un domingo a las 8:00 de la mañana”, dijo.
-¡Wow, qué memoria!
-Bueno, te habrás dado cuenta que soy un poco meticulosa y detallista.
Menuda y con su acostumbrado moño, zurcido con su propio pelo de cuando era más joven, recibió a PRIMERA HORA en su hogar en Hato Rey. Los años han pasado y se nota, pero ella no para. Ni siquiera cuando tiene tiempo libre descansa, porque esos momentos los usa para escribir poesía, cuentos y bordar manteles.
“Son 88 años que yo no los he sentido como un peso... Al contrario, yo bordo, escribo poesía y cuentos. Eso es extra. El día y la noche mía siempre han estado saturados, porque ya no es lleno, saturados de los principios básicos de servir y compartir. Considero que los que hemos estudiado un poco más debemos devolverle a Puerto Rico parte de lo que nos ha dado”, sostuvo.
-Se siente con la energía de una joven...
-Yo nunca pienso en que tengo tantos años. El enemigo más grande que tenemos todos, no importa la edad ni el sitio más rico o pobre, es el ocio, estar sin hacer nada.
-¿Peor que la ignorancia?
-(Piensa) Las dos.
Nos sentamos en la marquesina de su casa. Hay varias butacas blancas en mimbre y muchos, pero muchos documentos. Al lado de su asiento está el teléfono. Lo contesta siempre, no importa quién sea. Ese lugar lo ha convertido en una especie de aula donde recibe a todos los estudiantes de trabajo social que acuden en su auxilio a pulir sus trabajos y a consultarle sobre sus tesis. Le encanta y no es para menos, porque sus inicios fueron como maestra en el campo.
-¿Ayuda a los estudiantes gratis?
-No cobro ni un centavo... me gusta.
-Y todos estos documentos...
-Tengo la casa llena de documentos y documentos. Es un museo, pero hay que atesorar esos documentos porque la historia es historia y aquí el país tiene una mentalidad bien corta y bien pobre, en general.
-¿Siempre le molestaron las injusticias?
-Ah, todo el tiempo. Yo nací libre...
-¿Cómo que nació libre?
-Porque nací en una familia libre. Libre quiere decir que tú puedes desarrollar tus gustos, relacionarte con la gente, respetando los atributos positivos de un ser humano... pero desde chiquita he sido bien debatiente.
-¿Desde la escuela?
-Desde la escuela, hasta la universidad (donde) fui miembro de unos equipos que había de debate. Yo siempre era parte de los que discutíamos y entonces tú te vas desarrollando como persona.
-¿Sigue sintiéndose libre?
-En mi vida familiar, sí. En mi vida profesional, también. En mi vida diaria en Puerto Rico hay unas limitaciones a esa libertad... pero no te privan. Me he sentido libre y he sido libre toda la vida.
Cuando se habla con doña Trina se constata que es una mujer muy culta. Pero se habla también con una mujer a la que hay que detener todo el tiempo para que deje a un lado sus denuncias y le dé paso a una conversación simple y llana sobre su vida, sus temores y amores.
Poco a poco cedió a revelar su vida, respuestas que había que detener a cada rato por el ruido ensordecedor de los aviones que pasaban tan bajito por encima de su casa, a sólo uno o dos minutos del aterrizaje.
“No soy gente por tener más familia o más títulos, no. Me dicen doña Trina”, dijo esta señora parlanchina que ostenta un doctorado en Trabajo Social y otro Honoris Causa en conducta humana, otorgado por la Universidad Carlos Albizu.
-¿Le gusta que le digan doña Trina?
-Oh sí.
-¿Y por qué?
-Porque es el doña de respeto...
-¿Qué quería ser doña Trina cuando chiquita?
-(Ríe) ¿Cuando chiquita? ¿Qué quería ser yo? (Piensa) ¡Ah!, me hubiera gustado saber cantar. Yo no me perdía ninguna película en el cine de gente que sabía cantar, como Libertad Lamarque y Carlos Gardel.
-Disfruta cantar entonces...
-Me gusta cantar, recitar y en mi casa eso (lo hacíamos) desde pequeños, que había las vitrolas de agujas y se ponían ahí los discos, pero discos finos de danzas y vals. La música, los versos, la poesía: sí, me encantan.
Le gusta, además, estar bien arreglada. Y vaya que lo estaba para la entrevista. Maquillada, con sus collares, sus cadenas de oro y los cuatro santos que carga encima. Sus sortijas y un alfiler en la solapa de su camisa con un coquí y la bandera de Puerto Rico. Nunca se lo quita.
-¿Se considera una mujer coqueta?
-No... me arreglo cuando voy a salir y porque tú viniste a entrevistarme (risas)... Lo que soy es presumida.
-¿Desde pequeña?
-Sí, me pintaba la cara con ese papel de colores...
-Veo que le encantan también las prendas...
-Siempre me han encantado los collares y las perlas... Me gusta estar presentable cuando me van a entrevistar o a visitar... Éste es un ejemplo (risas).
-Está muy guapa...
-Ay, gracias.
-¿Su día tiene 24 o 25 horas?
-Tiene 48 horas (risas).
-¿Y de dónde saca tanta energía?
-De Dios. No hay fuente de energía más veraz.
Doña Trina es una escorpiona muy creyente. En su casa no faltan seis velas prendidas siempre y flores frescas para honrar a los muertos de su familia. La fe ocupa un puesto muy importante en su vida y aunque se define como católica, respeta otras corrientes. Es más, de joven acudía a las reuniones de la Casa de las Almas, en Santurce, uno de los centros espiritistas más antiguos en la Isla. Su padre era el secretario del centro y su suegra practicaba también el espiritismo.
“Creo en la Casa de las Almas... iba allí con una fe de que no te van a estar mintiendo, ni engañando. Si creen que un espíritu les habla, pues, hay que respetar eso porque cada uno tiene su forma de ver la vida”, dijo.
-¿Es usted espiritista?
-Clasificarme en cualquier cosa, espiritista, naturista y demás, pues no lo acepto porque no es así... Yo nací en una familia en la que mi padre sí era secretario de la Casa de las Almas; me casé con un joven cuya mamá era espiritista y era feliz. De modo que no censuro ese tipo de cosas. Yo estuve un tiempo siendo, como dicen, médium y la carga para los que siguen el espiritismo es bien pesada y responsable.
-¿Usted fue médium?
-Yo iba a reuniones... Todo eso hay que mirarlo, respetarlo.
-¿Pero usted tenía o tiene esa facultad?
-No me gustaría hablar mucho de médiums o no, porque yo no soy experta. Yo iba a reuniones... pero nunca me clasifiqué así, porque esas personas que se clasifican médiums tienen mucha responsabilidad con la gente y, además de responsabilidad, tienen mucho que estudiar. No, no me considero médium.
De esa época, todavía guarda como un tesoro un regalo que le hizo su padre: el libro ‘El Evangelio según el espiritismo’. Data del 1948 y aunque hoy tiene algunas páginas rotas, todavía ella lo usa cuando va a visitar el panteón de la familia en Vega Baja. Acude cada mes y lee este libro, porque tiene un mensaje de “respeto”.
Presencia viva del compañero muerto
Sus vivos y sus muertos son parte de ella. Es la única viva de seis hermanos. Es la madre de dos hijos de sangre: Carmen y Miguel. Es la madre de dos hijos de crianza: Benjamín y Guillermo Van Derdys, quien falleció hace dos años de una condición renal.
Los quiere como si los hubiera parido.
-¿Cuán difícil fue la muerte de Guillermo?
-Muy triste... Me acuerdo de él y de su entierro. Sólo yo te puedo decir una cosa: vivo o muerto lo quiero.
Pero, lo que hizo que doña Trina guardara sus coloridos trajes y los cambiara por telas negras y blancas fue la muerte de su esposo, Jesús Manuel Ríos Chico.
Fue hace siete años. Todavía está de duelo.
No es para menos. Jesús Manuel no sólo fue el amor de su vida, sino que fue su compañero por 60 años. En la mesa de comedor de su casa todavía está el sillón de ruedas que usaba. No lo puede quitar. No puede, porque así mantiene su presencia en la casa.
Es su gran historia de amor. Él tenía 22 años y ella 24 cuando se enamoraron. Él vivía en la casa #4 de la parada 19 en Santurce y ella en la casa #6.
-¿Qué la enamoró de Jesús Manuel?
-Todo.
Lo más que atesora de Jesús Manuel es que siempre la dejó ser ella misma. La apoyó para estudiar y trabajar.
En 1988 le dieron los primeros de muchos derrames cerebrales que lo mantuvieron postrado en una cama por diez largos años. Ella siguió activa, pero nunca lo abandonó. Siempre lo cuidó. Siempre estuvo a su lado.
“Pasamos una experiencia bien triste con esa muerte, porque todos los días a las 5:00 de la tarde lo aseábamos para que durmiera bien y ese domingo (en que falleció) fue el huracán Georges. Como a las 5:00 de la tarde falleció en los brazos...”, rememoró.
-¿En sus brazos?
-En los míos y en los de mi hija.
-Estaban aseándolo cuando murió...
-Ya habíamos terminado... Ese domingo comenzaron las ventiscas (del huracán)... lo triste fue que el cuerpo estuvo una semana completa en la funeraria porque el río Cibuco no dejaba el paso para el cementerio de Vega Baja y se quedó en la caja en la Funeraria Cooperativa. El otro sábado fue que lo pudimos enterrar.
-Por haber estado enfermo tanto tiempo, ¿estaba preparada para la despedida o no?
-El médico y la enfermera le están diciendo a uno lo grave que está, pero uno (no lo cree)... ¿Cómo uno se siente? Por ejemplo, una de las expresiones es esta ropa, blanca y negra. Usé luto mucho tiempo y después sigo con medio luto y veo mis trajes, tan bonitos de colorines, pero no, no me da el ánimo para ponérmelos.
-¿Va a guardar luto por lo que resta de vida?
-Te digo que sí: voy a guardar luto toda la vida.
-¿Qué es lo más que extraña de Jesús Manuel?
-Es tanto, es todo, es el carácter. Jesús era especial.
-Jesús Manuel era su cómplice...
-No, esa palabra no me gusta. Era identificación. O sea, que nos habíamos identificado tanto el uno al otro que pudimos estar 60 años juntos.
-¿Lo llora todavía?
-Sí y me pongo la ropa que a él le hubiera gustado, (pero) en blanco y negro... ¿Cuándo es que yo lloro a Jesús? Siempre, porque tú puedes llorar sin lágrimas.
-¿Siente su presencia?
-Sí... Hay una relación todavía... Son muchos años para hacerte parte de la otra persona.
Abogada de hombres y presos
Doña Trina es mujer de fuertes convicciones, aunque haya quienes no entiendan sus posturas. Como una de las detractoras más voraces de la Ley 54 de Violencia Doméstica, hablar de este tema fue, tal vez, el momento más tenso de la entrevista. No cedió ni un ápice, porque para ella el estatuto discrimina contra los hombres.
“La Ley 54 nos está destruyendo a la familia... es antihombre, que no lo dice casi nadie...”, sentenció.
-Pero es una ley que muchas mujeres defienden...
-¿Y las mujeres es lo único que hay como seres humanos en la vida?
-Pero muchas han sido asesinadas por sus propios maridos o compañeros...
-Claro que han muerto. ¿Y cuántas mujeres han matado a sus maridos?
-No muchas en comparación con las que han sido asesinadas por sus maridos...
-Yo soy la entrevistada, no me digas... Una de cuatro asesinatos, la asesina es la mujer, no es el hombre...
-Y se ha comprobado que muchos de esos casos son en defensa propia...
-Muy bien, cuestiono la ley porque es antihombre...
-El que una persona agreda a otra en la calle es un crimen, pero si te pega tu marido ¿no debe serlo? ¿No debe criminalizarse esa agresión?
-Yo no respaldo ni el uno ni el otro, pero que tú cojas a la mujer como víctima siempre y al hombre como el criminal y el agresor siempre, ¿ésa es la realidad?
-Ésa es la realidad que muchas veces se sustenta con las estadísticas...
-Ésa es la que defiendes tú, yo no...
-¿Usted no es feminista?
-No.
-¿Por qué?
-Porque yo no me clasifico así.
-¿Es usted machista?
-Tampoco... Éste es un país hembrista y machista, y hembrista porque es la mujer la que cuando le nace un varón dice: ‘Mira qué lindo pa’ las novias’.
-¿Condena usted el machismo?
-Es que yo no creo que existe... es un mito.
¡Wow, qué fuerte!
Doña Trina siempre vio a los presos como seres humanos igual que el resto de la sociedad. Su primer contacto con ellos fue en 1928, cuando los sábados su papá la llevaba a su trabajo como secretario de lo que en ese entonces era el Municipio de Río Piedras. La cárcel se veía por las ventanas y hablaba con ellos.
-¿Qué tipo de conversaciones tenía con los reos?
-Casual y a veces le dábamos cigarrillos que mandaban a comprar...
-Desde esa época veía a los reos como pares...
-Desde siempre. No en esa época, en ésta también.
-¿Qué siente por las víctimas del crimen?
-Lo mismo que por cualquier ser humano.
-¿Nunca ha odiado a nadie?
-A dos personas en la vida entera y lo suspendí hace poco cuando en un funeral una de las dos personas me vino a abrazar y se sentó al lado mío. Nunca era guerra declarada, como dicen, era por otras cosas.
-¿Cómo reaccionó?
-Yo decidí ahí que esa persona me estaba dando una lección... La otra (persona que odió) había fallecido.
-¿Me puede decir quiénes eran?
-No debo, porque una está muerta. No.
-¿Cómo definiría su vida?
-Fructífera.
-¿Le teme a su muerte?
-Sí.
-¿Por qué?
-Por la caja...
-¿Cómo por la caja?
-La posibilidad de que me entierren viva, porque yo lo leí en tantas novelas... y me quedé con eso.
Con la fila de muertos esperando en el Instituto de Ciencias Forenses (ICF) no tiene por qué temer.
-¿Cómo le gustaría morir?
-¡Ay, qué pregunta tú me haces!... No, no te sé decir.
-¿Ha pensado en su epitafio?
-Lo tengo: ‘Servir es don de aquel que en su camino oyó la voz de Dios e hizo el destino’.
-¿Qué quiere lograr en lo que le resta de vida?
-Esa igualdad humana de la que hablamos tanto.
“Yo nunca pienso en que tengo tantos años. El enemigo más grande que tenemos todos, no importa la edad ni el sitio más rico o pobre, es el ocio, estar sin hacer nada”.