Tronchados los sueños de un soldado boricua

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 17 años.
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Humacao.- Insistía en que estaba prestado en el conflicto bélico en Irak.
Sentía que la guerra estaba de más y que su presencia en el territorio iraquí no procedía. Transcurrían los días y cumplía con su deber, sin embargo, era más el beneficio económico que una verdadera vocación militar lo que lo mantenía en el ejército. Su meta era alcanzar los 20 años en el ejército y retirarse para vivir feliz con su esposa y sus hijos en su islita.
Sin embargo, esa visión de una vida tranquila en una casita construida en las costas humacaeñas se borró el domingo, tan pronto pedazos de una bomba atravesaron el cuerpo del capitán Ulises Burgos Cruz, de 29 años, asignado al Segundo Batallón del Tercer Regimiento de Caballería Aerotransportada, causándole la muerte.
El nefasto desenlace, ocurrido en Caldwell -al norte de Irak-, llegó a oídos de la viuda Sara Burgos, de 31 años, el domingo en la tarde, cuando le avisaron dos oficiales del ejército. Su esposo le había anticipado que si dos oficiales llegaban a su casa significaba que algo había sucedido.
Ayer, su familia recordaba la visita del soldado en enero, cuando éste llegó a Puerto Rico después de ser movilizado a Irak, en junio de 2001.
“Él vino y quería visitar todo Puerto Rico. Fuimos a Naguabo, a La Parguera y pasamos muchos días en la playa. Él estaba esperanzado de que ya para junio estaría de vuelta acá”, narró a PRIMERA HORA la viuda del soldado.
De esa visita mágica -que todavía le ilumina los ojos- surgió una vida cuyo corazón late hace dos meses en el vientre de la joven.
“Le di la noticia por teléfono, ya cuando había vuelto a Irak. Se puso bien contento y me pidió que le mandara fotos, pero ya eso no podrá ser. Él estaba bien contento porque me decía que estaba seguro de que había puesto su semillita cuando vino de vacaciones”, dijo emocionada la joven.
El amor entre Sara y Ulises surgió cuando ambos cursaban estudios en la escuela superior Ana Roqué. Ella estaba en cuarto año y él en un grado menos. Sin embargo, la diferencia de edad no afectó la relación ya que a ambos los unía un profundo amor a Dios y una religiosidad que profesaban regularmente en la iglesia Nuestra Señora del Carmen. Allí, el 18 de mayo de 2001 sellaron su amor y contrajeron matrimonio.
“Él fue un excelente hombre, nunca abandonó mi lado, inclusive en los momentos difíciles”, agregó Sara.
Y es que la joven había perdido cuatro bebés antes de este embarazo y en esas instancias, que se dieron en Estados Unidos, cuando vivían allá en una base militar, su esposo nunca se separó de su lado.
Tanto era su amor por su esposa, que al notificársele su movilización en junio del 2007, la complació y la trajo a Puerto Rico para que tuviera el apoyo de su familia.
La joven, que vive con sus padres, diariamente, a las 3:00 de la tarde, se comunicaba con su esposo a través de una webcam.
El sábado la conversación fue más temprano, a las 12:30 de la tarde. Y esa fue la última.
“Siempre me preguntaba cómo estaba, cómo me iba en los cursos de facturación que tomo los sábados y cómo va la barriga. Siempre me decía, ‘mamita, aquí estamos prestados’”, recordó Sara.
Aunque cumplía con su deber, un ataque en el que murió un mayor y un capitán de su unidad, en diciembre de 2007, detonaron gran ansiedad en Ulises.
“Estaba bastante ansioso desde la tragedia. Pero estaba contento porque ya no tendría que estar por ahí y el último mes de mayo estaría haciendo sólo trabajo de oficina”, agregó.
El cuerpo del soldado será velado en la funeraria Toñito Flores, en el centro de Humacao, tan pronto llegue a la Isla, en aproximadamente una semana.