Último adiós a un angelito

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 17 años.
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PONCE.- Aplausos y oraciones por el angelito.
Entre aclamaciones, llantos y muestras de fe, cientos de personas despidieron ayer los restos del jovencito José Alexander Álvarez de Jesús, cuya vida presuntamente le fue arrebatada por su propia madre la semana pasada.
Los actos fúnebres fueron precedidos por una emotiva misa en la parroquia de la escuela San Conrado, donde el menor a quien apodaban “Chencho” estudiaba.
El párroco de la iglesia Rafael Alvarado pidió a los presentes que no juzguen a la madre del niño, Melania de Jesús. “No seamos jueces de nadie, evaluemos en qué estamos fallando… no hay nada más precioso que el rostro de un niño”, dijo el sacerdote al referirse al menor asesinado como “el chocolate que daba besos”.
El padre hizo un llamado a colaborar para prevenir situaciones similares y alertó que los problemas de violencia doméstica son responsabilidad de toda la sociedad. “Tenemos que ser racionales, prevenir las situaciones, ser misericordiosos, necesitamos mucha misericordia con los demás, que nadie se atreva a juzgar cuando no conoce, que nadie se atreva a señalar… cuántos niños están en peligro cada minuto y no somos sensibles, debemos poner un granito de arena”, sentenció el religioso.
En la iglesia, los compañeros del menor vistieron sus uniformes, y portaban flores y globos blancos mientras escuchaban llorosos, al igual que algunos maestros, las palabras del sacerdote.
“Era alegre y súper inteligente, súper cariñoso, le daba besos y abrazos a todos y jugábamos mucho con él”, dijo Jasmarie Cisco, una compañera de estudios. “Estamos en shock; la ceremonia de la iglesia fue bien bonita, siempre lo vamos a recordar”, agregó su compañerita de octavo grado Dorisel Ruiz.
La comitiva fúnebre se trasladó hasta el cementerio Civil donde el padre del menor, José Antonio Álvarez, encabezó el grupo que cargó el pequeño féretro hasta una humilde fosa.
El pastor Alfonso Torres de la Iglesia Cristiana Nuevo Pacto, a la que acudía la familia, recordó a José Alexander como un niño que predicó la fe religiosa a pesar de su corta edad. “Fue una vida tierna que aprendió a disfrutar de la presencia de Dios”, dijo.
Entre los presentes estuvo Nicole, la hermana del niño, que sollozaba sin poder contenerse.
Al concluir la ceremonia fue cuando realmente los sentimientos afloraron y Aníbal Kalaff no aguantó la pérdida de quien consideraba su hijo y se desmayó. Su madre, Nitza Zayas, recalcó que su hijo crió al menor desde que tenía ocho meses. “Por los turnos de enfermería de la madre, le dejaban el niño a él y a su esposa, y ellos hasta le tenían un cuarto con libros, una cama y regalos; tuve que sacarle todo porque él simplemente no puede con el dolor”, dijo Zayas.
“Aníbal era quien lo llevaba a pasear, a los juegos, lo introdujo a la iglesia, para mí era mi nieto y todos lo querían”, agregó Zayas. La multitud arrojó flores a la tumba en señal de despedida y cerró este capítulo con un aplauso.