Un regalo que nace de la amistad

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 15 años.
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Todo está en hold...
A veces la vida exige pausas para poder continuar. Ese detente llegó para Jessica Bonano. Ella aceptó.
Sabía que ese momento llegaría. “Siempre estuve esperándolo...”, confiesa la joven de 33 años de edad.
Tenía que dejarlo todo pendiente para dedicarse a su salud.
Nació con un riñón en vez de dos, lo que no impidió que siguiera una “vida normal”, ya que, aunque las personas tienen dos riñones, cada uno trabaja de modo independiente, así que pueden funcionar con uno.
Pero ese único órgano, que filtra la sangre eliminando las impurezas, el exceso de minerales y sales, así como el excedente de agua, estaba enfermo. Por eso sabía que su salud se deterioraría. Ese riñón dejaría de funcionar en algún momento.
Pero lo que Jessica desconocía era que ese fallo renal no vendría solo.
Su padre falleció en agosto de 2009, semanas después de que su riñón dejó de funcionar, y pocos meses luego -el 1 de enero de 2010- su hermano se suicidó.
Ella luchaba por vivir mientras dos de sus seres queridos se quedaban sin aliento.
“Se derrumbaron muchas cosas a la misma vez, tuve que dejar ir muchas cosas”, recuerda sentada en el sofá de su casa, donde ahora pasa mucho tiempo desde que su riñón dejó de trabajar.
Ese hermano iba a ser su donante, pero no pudo. “Varios días antes (de lo que pasó), él me había dicho: ‘No te preocupes… si yo soy el que te va a dar el riñón’... Siempre me lo decía”, recuerda.
Un obsequio fuera de lo común
Pero cuando todo su mundo parecía derrumbarse, el sentimiento que llaman amistad había crecido lo suficiente entre Jessica e Ydanna Fernández como para que la segunda decidiera donarle algo de sí: uno de sus riñones.
“¿Por qué no darle la alegría de vivir si yo existo y puedo ser compatible?”, se preguntaba Ydanna.
Para ella, la amistad es “uno de los sentimientos más fuertes que tiene el ser humano y más sincero”.
¿Qué te hace pensar eso?
La amistad uno la escoge... puedes decir, ésta es la persona que yo quiero en mi vida.
Desde la adolescencia, Ydanna, de origen cubano, ha donado sangre; además, está decidida a ser donante de órganos. “No estoy poniendo en riesgo mi vida para dar vida -asegura-, soy un eslabón más”.
Para Jessica, el obsequio de su amiga, lo que debería ser uno de los regalos más significativos y altruistas que una amistad puede ofrecer, es “un gesto de amor bien grande... Sé que es un sacrificio... que no lo hace todo el mundo”.
Este trasplante no es la cura, es otro tratamiento, pero con el que podría tener “una vida normal” y menos sacrificada que la de ahora, que está bajo hemodiálisis.
Ya Jessica no tiene las fuerzas ni la salud necesarias para trabajar con el ritmo que lo hacía en la cocina de su restaurante, administrado por Ydanna, el Quiso Criollo, donde desde hace unos seis años confeccionaba comida criolla creativa. De hecho, ésa fue una de sus pausas. Lo tuvo que cerrar.
Hace unos seis meses, Jessica comenzó con la diálisis peritoneal, pero tuvo que dejarla ante los dolores intensos que ésta le causaba, pese a que la mayoría de la gente la tolera. Era de nueve horas, siete días a la semana.
Inició, entonces, la hemodiálisis, que implica una rutina de tres visitas semanales, por cuatro horas, a un centro.
“Es más intensa la segunda, porque es a través de la sangre; salgo bien débil de las sesiones, mareada”, expuso.
El costo del trasplante asciende a $65,000. La cubierta catastrófica del plan de salud del Gobierno cubre parte de la operación del trasplante y, además, solicitó ayuda al Seguro Social, pero aun si ambas ayudas cubrieran el costo de la operación, hay un porciento que es por su cuenta, así como los gastos posoperatorios.
Pero Jessica está con buen ánimo. Quiere vivir.
¿Por qué sigues batallando luego de tantas pruebas?
Hay que seguir, yo creo que no hay nada que nos envíen que no podamos soportar y esto es otra prueba más. ¿Por qué dejarme caer? Yo tengo muchas ganas de vivir.
¿Cómo defines este periodo de tu vida?
Lo veo como una pausa, una pausa para arreglar la maquinaria, entonces, poder proseguir de nuevo todo lo que quiero hacer. No me rindo. Quiero abrir otro restaurante... pero primero tengo que estar saludable y lograr ese trasplante.
Como una pausa, ¿qué has tenido que posponer?
El trabajo. Soy demasiado trabajadora; estar toda la vida trabajando y haciendo algo, y de repente, como que tienes que aguantarte porque no puedes hacer los mismos sacrificios físicos.
Ahora, la única esperanza de Jessica es “que sea compatible con mi amiga y ella me pueda dar ese riñón y, entonces, empezar a vivir la vida más normal”.