“Un suceso vergonzoso”

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 17 años.
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“Testigo, dígame si es o no cierto…”.
Con esta frase célebre, que se convirtió en parte del folclor de nuestro pueblo, Héctor Rivera Cruz pasó de ser un eficiente pero poco conocido fiscal a ser el personaje más popular de la televisión en 1983, cuando llegó a las pantallas como investigador especial senatorial del caso del Cerro Maravilla.
Las vistas públicas del Senado en torno a los asesinatos de dos jóvenes independentistas en Maravilla el 25 de julio de 1978 fueron la culminación de una pesquisa arrolladora que reveló los detalles del dramático suceso, pero fue su trasmisión íntegra, en vivo, por televisión, lo que catapultó a la fama al joven y bigotudo abogado de las parcelas Vans Coy de Bayamón.
Hoy, 30 años después de los crímenes de Maravilla, Rivera Cruz reflexiona sobre aquella investigación que estremeció los cimientos del sistema de justicia de Puerto Rico.
Maravilla pudo haber sido el crimen perfecto, si no hubiera sido por la investigación senatorial. ¿Fue su pesquisa la investigación perfecta?
-De ninguna manera fue una investigación perfecta. Pero sí fue una investigación profunda, honesta, responsable, muy profesional y muy científica. Para haber sido perfecta, debió haber logrado, no sólo esclarecer los hechos de los asesinatos y los que fueron responsables directos de ellos, sino haber logrado establecer los responsables directos del encubrimiento que por cinco años se mantuvo con la participación de individuos en las esferas de mayor jerarquía gubernamental. Esa segunda fase del encubrimiento quedó pendiente en el Senado cuando yo terminé mi trabajo en el 1984 y pasé a ser Secretario de Justicia.
Si pudiera hacer algo diferente de lo que se hizo en esa investigación, ¿qué sería?
-Haber insistido con la Presidencia del Senado en que se seleccionara una comisión investigativa mucho más pequeña y con senadores con mayor conocimiento en aspectos legales y judiciales. Así también que se excluyera a senadores como (Sergio) Peña Clos, que nos pareció desde el principio, y así quedó demostrado cerca de 10 años después, que tenía una agenda particular con sus propios intereses, que no era el compromiso con el descubrimiento de la verdad de lo ocurrido en el Cerro Maravilla y con que se fiscalizaran las investigaciones que se realizaran bajo la administración del gobernador (Carlos) Romero Barceló y se exigieran las responsabilidades correspondientes.
¿Quedaron algunos culpables sin castigo en este caso?
-Definitivamente que sí. Hubo funcionarios y personas del Gobierno del Estado Libre Asociado de Puerto Rico y de autoridades federales que participaron en las dos investigaciones estatales y en las dos investigaciones federales que, directa o indirectamente con su proceder, permitieron que se diera y mantuviera el encubrimiento de los asesinatos ocurridos en el Cerro Maravilla. De igual manera, estoy convencido de que fueron asesinatos que se pudieron haber evitado, pero como lo que se quería era dar un escarmiento, el ambiente y las circunstancias que promovieron las autoridades locales y federales en los meses antes del Cerro Maravilla prepararon y fortalecieron las actitudes y el proceder de los que intervinieron y participaron en estos hechos para perpetrar estos asesinatos y su eventual encubrimiento.
¿Se les hizo justicia a las víctimas?
-Si por víctimas nos referimos a los asesinados, a sus familiares, y al pueblo de Puerto Rico, que fue engañado por cerca de cinco años, creo que se les hizo justicia al lograr esclarecer los asesinatos estableciendo la verdad de lo ocurrido. Para mí, uno de los frutos de la VERDAD es la JUSTICIA, que emana de esa fuente para que se apliquen leyes, normas, se reparen daños, y se establezcan responsabilidades por los actos cometidos.
Si Julio Ortiz Molina, el chofer de carro público secuestrado y llevado a Maravilla, no hubiese hablado, ¿cree usted que alguno de los policías involucrados habría revelado lo que ocurrió el 25 de julio de 1978?
-La posibilidad de que uno de los policías involucrados en los asesinatos del Cerro Maravilla hubiera hablado y revelado lo que ocurrió ese 25 de julio de 1978 siempre existía, ya que los asesinatos no prescriben y en muchas ocasiones a policías corruptos y violadores de la ley se les encuentran envueltos en otros delitos y, por salvar su pellejo, deciden hablar y contar los otros delitos en los cuales hayan participado con anterioridad. Claro está, éstos eran unos asesinatos que contenían motivaciones políticas, con hechos complicados, y donde había varios policías con conocimiento de lo ocurrido que no les podía ser muy fácil a todos mantener el secreto y el encubrimiento de forma permanente y perfecta, aunque estaban protegidos por las actitudes y la versión oficial adoptada por la administración del gobernador Romero Barceló. Pero, no cabe duda de que el compromiso de don Julio Ortiz Molina con la verdad y con lo que él vivió en el Cerro Maravilla, que no apoyaba la investigación gubernamental, fue la constante que permitió por algunos años mantener el interés de los medios de comunicación en estos hechos que se convirtieron en un issue en las elecciones del 1980, lo que desembocó en el 1981 en la investigación senatorial que bajo nuestra dirección logró esclarecer los hechos.
¿Cómo describiría usted a Alejandro González Malavé, el agente encubierto que llevó a los independentistas a Maravilla?
-Fue un joven puertorriqueño producto de los prejuicios y del adoctrinamiento de los organismos de inteligencia de la Policía de Puerto Rico y de las autoridades federales en contra de las personas que creen y defienden la independencia de Puerto Rico, y que incluso justificaban la comisión de delitos y actos de sabotaje y terrorismo bajo la teoría de que investigaban y perseguían a los “antiamericanos y terroristas”.
¿Aprendió algo de ese caso la Policía de Puerto Rico?
-Entiendo que sí. Que las violaciones a los derechos civiles de los ciudadanos no se tolerarán. Que deben respetarse todas las ideologías políticas de nuestro pueblo, incluso los que creen y persiguen la independencia. Que el poder y la autoridad que le da la ley no los hace inmunes, ni pueden encubrir permanentemente los delitos que cometan, y al final deben pagar por ellos. Que no pueden estar fichando y persiguiendo a los ciudadanos por su forma de pensar y creer.
¿Qué aprendió usted?
-Confirmé y fortalecí mis creencias de que la VERDAD siempre prevalece y es la que nos hace libres de mente y espíritu. Que el trabajo investigativo serio, responsable, profundo y guiado por las normas legales y éticas gana credibilidad y produce resultados en pro de la justicia. Aprendí que las facultades de la Rama Legislativa son amplias y poderosas, y que usadas responsablemente producen beneficios para el pueblo. Que el pueblo agradece el trabajo que realizamos durante la investigación en el Senado de Puerto Rico por tres años y medio (1981-1984) y constantemente nos distingue y nos reconoce por ello aun al día de hoy, cuando ya han pasado varias décadas.
¿Qué les ha contado a sus hijos?
-Los mayores, que son adultos, y de los cuales tengo cuatro bellos nietos, vivieron algo de la investigación y de los sucesos posteriores y conocieron directamente el trabajo y resultado de la investigación. Los más pequeños, que nacieron después, leen lo ocurrido en los libros de historia en la escuela, y conversamos a veces lo que fue y significa el Cerro Maravilla. Además, leen y observan un sinnúmero de primeras planas y escritos de periódicos que guardo de la investigación del Cerro Maravilla, y todos se sienten muy orgullosos del trabajo que realizamos. Además, saben que para esa época conocí a quien es su madre y mi esposa, Sonia Rosario. De hecho, el más joven de los cinco hijos, Diego Rivera, de 16 años, no sólo ha escuchado todas estas contestaciones… sino que las ha escrito en la computadora para enviarlas.
¿Cree que esta generación conoce lo que ocurrió?
-Entiendo que algunos conocen lo que ocurrió y lo repasan en sus libros de historia. Todavía, en algunas ocasiones, nos llaman a nuestras oficinas y solicitan entrevistas. Pero, a 30 años de lo ocurrido, han nacido o llegado a nuestra isla, después de estos sucesos y de la investigación del Senado, una gran cantidad de personas que son parte de esta nueva generación, que no creo que tengan un conocimiento razonable de lo que ocurrió y de sus implicaciones.
¿Cómo debe recordase a Maravilla?
-Como un suceso vergonzoso, repudiable y contrario a la manera y forma de ser de la sociedad puertorriqueña, que no se debe repetir. Dos asesinatos producto de una mentalidad derechista y antipuertorriqueña, de un gobierno estadista que quiso dar un escarmiento a jóvenes independentistas y que premió a los asesinos y a los encubridores hasta que el Poder Legislativo del pueblo logró esclarecer los hechos y establecer los delitos cometidos y demostrar que nadie puede estar por encima de la ley.