Una amenaza el plátano pela'o importado
El producto se presenta como una alternativa para sustituir la cosecha de la Isla, aunque su calidad ha sido debatida entre agricultores expertos .

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 7 años.
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Las pérdidas en la cosechas provocadas por los huracanes Irma y María nos dejó consumiendo plátanos importados -en su mayoría- y a los agricultores del patio luchando para mantener la industria local en pie.
Aunque la semana pasada el secretario de Agricultura, Carlos Flores, anunció que la importación de plátanos culminará el 30 de este mes -porque ya nos estamos supliendo con la demanda local- los frutos sin cáscara, ya sean empacados al vacío o en pailas con agua y sal, seguirán llegando.
El presidente de la recién establecida Asociación de Productores de Plátanos de Puerto Rico, el agrónomo Louis E. Mayer, dijo a Primera Hora que “ese va a seguir entrando por la libre”, ya que “aquí hay más de 70 licencias para traer ese fruto”.
Por su parte, el presidente de la Asociación de Agricultores, el también agrónomo Héctor Iván Cordero, aceptó que “el producto que viene sin cáscara es un reto que tienen los agricultores locales porque en muchas ocasiones se pueden convertir en una competencia desleal, teniendo en cuenta de que los costos operacionales de los países de donde provienen (son muchos más bajos)”.
Cordero denunció que “la práctica del plátano sin cáscara es una que están utilizando los importadores para poder traer el producto a la Isla, ya que no requieren la autorización del Departamento de Agricultura”.
En cuanto a los plátanos que llegan con cáscara recordó que sí le aplica la Ley 93 de Sanidad Vegetal, bajo el Departamento de Agricultura local, que evita la introducción y propagación de plagas perjudiciales a las plantas.
Tanto Mayer como Cordero coincidieron en resaltar las bondades de nuestros plátanos versus lo que vienen pelados y que, según denunciaron, desde que se cosecharon hasta que nos llegan podrían tardarse hasta más de un mes.
En el caso de los de aquí -que Cordero aseguró el consumidor los sigue prefiriendo- el tiempo promedio, desde el corte hasta que llega al cliente podría ser de entre 24 a 72 horas.
Reconocieron que el mercado de los plátanos pelados es de los restaurantes y cafeterías.
“No hay nada como un plátano fresco y el único plátano fresco que nos podemos comer es el nuestro. Ese plátano mondado y empacado al vacío elimina mucho trabajo y fatiga en los restaurantes, y por eso es que lo están comprando y nos están desplazando el nuestro”, aceptó Mayer.
Calificó el fruto local como “más blandito, el color es diferente y el sabor por supuesto es totalmente diferente a ese plátano que viene seco, que tiene más de 21 días ó 30 días (desde que fue cortado y llegó a la Isla)…”.
Cordero coincidió en que en el plátano local “el sabor y la textura son diferentes…”.
Ejemplificó que en República Dominicana se han desarrollado variedades “que se prestan más bien para la confección del mangú… pero cuando uno los trata de llevar al mofongo y a los tostones carecen de la textura, del color y del sabor que tienen las variedades que se siembran en Puerto Rico”.
Sin embargo, la competencia y el tiempo que tardan los plátanos en llegar a la Isla no son las únicas quejas de los agricultores, ya que una preocupación mayor es que estén contaminados.
“Ese plátano, desde que lo cosechan, lo cortan, lo procesan, llega a nosotros y pasan 30 días o más, y no tan sólo por el tiempo, que ya se desmerece la calidad de la fruta. Lo más importante de todo esto es que esos países de la cuenca del Caribe y Latinoamérica utilizan plaguicidas que no están autorizados en Estados Unidos”, denunció Mayer.
Aunque aceptó que aquí también usan herbicidas, mencionó que “el plátano de nosotros tiene una garantía de que está tratado con plaguicidas que están autorizados y en las concentraciones que dice la etiqueta; y la conciencia del agricultor que hay hoy en día en Puerto Rico es bien clara, porque de lo mismo que él vende alimenta a sus hijos. ¿Usted va a envenenar a sus hijos y a su familia? Claro que no. Pero allá fuera no sabemos lo que tiene”, sentenció.
Cordero, por su parte, advirtió que “hay que tener en cuenta las condiciones sanitarias en las cuales procesan ese producto. Muchos no son procesados en plantas debidamente certificadas por las agencias de los países correspondientes y eso lo pone en una condición de dudosa calidad sanitaria del producto”.
“En muchas ocasiones”, dijo, “pueden poner en riesgo la salud del pueblo…”.
Ejemplificó que “estos tipos de químicos o terrenos donde aún queden residuos de estos, las posibilidades (de que entren estos productos cosechados ahí) son bien altas. Estos son los riesgos que el consumidor está a expensas de poder sufrir y que por no existir algún tipo de regulación o de supervisión más rigurosa las posibilidades de que colín se cuele son bien altas…”.
Mayer, mencionó, que también caen en ese renglón los plátanos que vienen semiprocesados, como tostones y maduros.
Mientras, sugirió hacer muestreos periódicos al azar de los plátanos mondados y enviarlos a analizar a unos laboratorios en ATHIS (Animal and Plant Health Inspection Service), en Estados Unidos “y si surgen altos niveles de plaguicidas que automáticamente se detenga la importación de ese plátano”.
Mencionó que urge “educar a las personas, al consumidor y a los dueños de los restaurantes, que tienen una alta posibilidad de un envenenamiento por ese plátano pelado porque no sabemos exactamente de dónde salió ni cómo lo cultivaron, ni qué producto usaron en el cultivo”.
Precisamente, la Asociación de Productores de Plátanos de Puerto Rico tiene como meta atender los problemas que afectan esta industria y promover el producto local.
Prefiere el de aquí
Para Rafael Hidalgo, dueño de El Platanal, no importa que gaste más, cuando va a comprar plátanos los quiere de aquí porque el que viene de afuera “es fofo y soso”.
Hidalgo, que tiene 107 empleados en sendos locales en Río Piedras y Carolina, dijo que luego del ciclón María se vio obligado a comprar importados, aunque siempre los adquirió con cáscara.
“Nos mantuvimos trabajando con plátanos con cáscara porque los plátanos que vienen envasados al vacío son totalmente diferentes… aunque no importan que vengan con cáscaras también son bien diferentes a la calidad de los de aquí”, dijo el comerciante.
Comparó que la textura de los cosechados en Puerto Rico, “no es igual al del plátano importado. Es como un plátano fofo, como que no tiene fuerza, algo bien suave, diferente, muy soso”.
Según su experiencia, “no es un plátano de buena calidad, quizás por el químico que le echan (que) los ponen a crecer rápido”.
Aceptó que eso puede influir en la calidad del producto.
El propietario comparó que cuando hace “un mofongo con un plátano del país, a un mofongo hecho con un plátano importado, la diferencia es demasiada. El plátano de aquí nos sale un poco más costoso, pero cuando uno quiere dar un buen servicio y quiere tener buena calidad, uno realmente no se fija tanto en eso”.
De hecho, ahora el costo de un plátano está en 60 centavos, versus el importado que le puede costar entre 35 a 40 centavos, mencionó.
“Pero yo prefiero hacer la inversión y tener una buena calidad en el servicio y que la gente coma algo bien y vuelva”, agregó.