Son seres humanos con las mismas capacidades intelectuales y de productividad que la mayoría de la población, pero diariamente tienen que enfrentarse a las barreras y prejuicios en un mundo que no se adapta a ellos.

Se trata de las personas con condición de enanismo, un grupo de ciudadanos para los que realizar tareas cotidianas como ir al supermercado, comprar ropa, subirse a un auto o sacar dinero de un cajero automático, entre muchas otras, son una faena de malabares comparable a una carrera de obstáculos.

Y es que la infraestructura, el sistema y hasta el pensamiento del colectivo social están lejos de ser incluyentes, no solo con las personas pequeñas, sino con otros miembros de nuestro país que tienen discapacidades motrices.

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Así lo podrán corroborar por medio de un sumario visual protagonizado por Brenda Martínez y su hija Klaudia –quienes miden 3’7” cada una– a través de varios escenarios en los que se ejemplificará cómo resulta para las personas pequeñas hacer diligencias en un mundo gigante que no les garantiza igualdad de condiciones.

Lejos de provocar un sentimiento de lástima, Primera Hora quiere romper con la invisibilidad existente y confrontarlos con la realidad de los estigmas sociales y las barreras que encaran los individuos de estatura baja, quienes en su día a día también tienen que lidiar con las burlas y miradas indiscretas.

Para el par de mujeres, resultan innumerables los obstáculos que enfrentan constantemente.

“Lo peor son los counters porque la mayoría son de más de cuatro pies y no los alcanzamos... Imagínate cuando voy a hacer una transacción a un banco o cuando voy a pagar con la ATH en una tienda que tiene la máquina trepada en un stand. Hay ocasiones que algunas personas se ofrecen a marcar el pin por mí, pero noooo... ese es un número secreto que no puedo compartir. Ahí es que tengo que hacer malabares”, destaca Brenda.

Ir al supermercado es otra aventura, pues casi siempre tiene que recurrir a la bondad de otros ciudadanos que le ayuden a bajar los artículos de las góndolas. “Cuando no hay nadie, Klaudia hace malabares para coger los productos, pero pone en riesgo su seguridad”, agregó.

Asimismo, se complica la escena cuando ambas mujeres van a comprar ropa, gestión que –como la mayoría de las mujeres– adoran, pero que les resulta un poco frustrante, pues tienen que vestir tallas de niñas.

“No hay tiendas para personas pequeñas, así que tengo que recurrir a la de niñas, pero es algo que no es asunto fácil porque, por ejemplo, las blusas no traen el corte para personas con busto. Y todos los pantalones tengo que enviarlos al sastre para que le corten prácticamente la mitad”, expresa quien actualmente está cogiendo unos cursos de costura para confeccionar su propia ropa y hacerle los ajustes necesarios a la que compre.

Por otra parte, también les mostraremos otra cara de la moneda al presentarles los acomodos razonables que algunos patronos como los de Brenda –quien se desempeña como especialista en documentación de Johnson & Johnson Ortho Pharmaceutical– han realizado en sus instalaciones para garantizar el desempeño de sus empleados.

“Trabajo desde 1990 con ellos y nunca he visto prejuicios. Nunca he tenido ninguna queja. Al contrario, en mi caso particular bajaron el lavamanos para que pudiera alcanzarlo, le pusieron una plataforma en el piso al baño para que alcanzara el inodoro, me dieron un beeper con el que puedo abrir todas las puertas de la empresa y hay unos banquitos para que pueda realizar tareas en áreas comunes, como la fotocopiadora”, expresa Brenda, a quien también le modificaron el escritorio de acuerdo con su estatura.

“Brenda es tan productiva como cualquier otro de nuestros empleados y, para nosotros, es importante que ella esté cómoda al realizar su trabajo”, expresó Iris Torres Rodríguez, portavoz de recursos humanos de la compañía. 

Por otro lado, su supervisora inmediata, Irma Martínez, señaló que en una ocasión le dio instrucciones a Brenda para realizar un trabajo sin percatarse de que su estatura le dificultaba hacer la labor. “Inconscientemente la envíe a realizar algo en una librería. Ella fue sin oponerse. Pero luego, al pasar por el lugar, me percaté de que esa estación no era la adecuada para ella. Me impactó porque me di cuenta de que los supervisores debemos tomar en cuenta las necesidades específicas de algunos empleados... pero ya aprendí”, dijo.