“Esto es una muerte en vida”.

El asesor legal de la Asociación de Víctimas de Impericia Médica, Rafael García, asegura que casos como el de José Quiñones Pérez (nombre ficticio para proteger su identidad), quien perdió su pene a causa de una negligencia médica de años, sirven de advertencia de que a los puertorriqueños no les conviene una ley de impericia que imponga un tope sobre los llamados “daños morales” de las víctimas.

Si un caso como el de Quiñones Pérez se ve en los tribunales de Puerto Rico, bajo la ley que el Gobierno impulsa, el paciente que pruebe la comisión de delito, y toda su familia, no podrían recibir como compensación por las angustias mentales más que $250 mil.

La tragedia que vivió, y vive, Quiñones Pérez es dramática al extremo de que sirve, según García, para ilustrar con crudeza la realidad de la jurisprudencia que marcó el caso Sagardía v. Auxilio Mutuo.

En ese caso, el Tribunal Supremo de Puerto Rico determinó que los daños morales en los casos de impericia médica son todos los daños no económicos, y eso incluye los físicos.

“En este caso, el daño moral es la amputación del pene”, explicó García, quien señaló que en el daño moral coexisten la angustia y el daño físico que la provocan.

“Ese lenguaje estaba escondido en el proyecto de ley de impericia que todavía quieren aprobar. Ésa es la trampa que hay en la medida”, dijo el letrado.

El proyecto del tope, que promueven tanto el Colegio de Médicos Cirujanos como La Fortaleza, quedó sobre el tapete luego de la última sesión legislativa.

Se teme que resucite en la próxima sesión, aunque se asegura que el Gobierno sopesa la posibilidad de eximir las muertes del tope de los $250 mil para los llamados daños mentales que no responden a lo que se ha denominado como “negligencia crasa”.

Se excluyen o no las muertes, la Asociación de Víctimas no endosa el proyecto.

“A veces se muere viviendo”, dijo García, en alusión a la situación por la que atraviesa el paciente que se atendió en el IPA de Levittown.

La medida del tope, insistió García, premia al médico que no cumple con el deber y no fomenta el que no vuelvan a cometer el delito.

“En Puerto Rico se están haciendo amputaciones de más, en casos de diabetes y de otras condiciones”, agregó.

Con respecto al Colegio de Médicos Cirujanos, dijo que ese organismo está siendo dominado “no por lo mejores médicos del país, sino por los más mediocres” y que eso lo demostró la pobre asistencia que tuvo su asamblea del fin de semana pasado.

“El Colegio deben cerrarlo porque quiere servirse de los pacientes”, sostuvo.

El urólogo Norman de la Rosa explicó, por otro lado que el cáncer del pene es un cáncer raro, cuyos primeros síntomas pueden ser una lesión rojiza o de estilo verrugoso.

Cuando se observa un pene lesionado, lo más recomendable es descartar que se trate de cáncer. Puede tratarse de otra condición como aquellas producto de las enfermedades de transmisión sexual o un hongo, pero siempre debe ordenarse una biopsia.

El cáncer de pene más común es el escamoso.

En Puerto Rico, según De la Rosa, la mayoría de los casos sospechosos de cáncer se envían a Centro Médico.

Las posibilidades de derrotar la enfermedad son pocas si el mal ha avanzado.

En algunos casos se pueden remover las áreas cancerosas y mantener buena parte del pene, pero en casos como el de Quiñones Pérez, la cirugía tiene que ser radical.