Una vida entre los indios

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 18 años.
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Tierra Navajo, Arizona – Atesoran Puerto Rico, pero prefieren amar la isla desde el suroeste de Estados Unidos. Recuerdan algunos de los problemas que enfrentaron con la Reforma de Salud y prefieren vivir sin las preocupaciones que tienden a acechar a los
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médicos puertorriqueños al momento de realizar una intervención.
En síntesis, no quieren trabajar para las aseguradoras.
¿Qué más motivó la salida de una familia profesional de su tierra a la reserva más extensa de todos los pueblos indígenas de Estados Unidos?
La razón es simple y elemental: una vida donde la gente puede ser gente, sin ningún tipo de apariencias, y donde la medicina nunca se mide en dólares y centavos.
El dentista Daniel Borrero, de 43 años de edad, y su esposa, Marisol Colón, de 41, se mudaron a la reserva cuando su hijo aun era un bebé, y se han encontrado y reencontrado ante un paisaje que desafía la imaginación, aún cuando su estadía se vio interrumpida durante dos años por estudios que el odontólogo realizó en Minnesota.
Pero es el llamado Viejo Oeste -donde la cultura hispana cobra cada día más relevancia y resonancia ante una comunidad anglosajona que se sumerge en ella por su riqueza y diversidad- el que la pareja ahora considera su casa.
Del mismo modo, estiman que Puerto Rico aún no ha encontrado la manera de presentar sus mejores atributos a nivel mundial y señalaron, a modo de ejemplo, que la cultura indígena y negra debería cobrar más importancia, ya que la historia de la Isla no se limita a las fortificaciones militares del imperio español.
“Podemos aprender a cómo defender nuestro idioma y nuestra cultura. Los indios están rescatando su propia cultura y esto es muy noble. Están superando muchos prejuicios y abusos y experimentan un renovado orgullo en sus tradiciones”, indicó el doctor, quien en Puerto Rico presidió el distrito sur del Colegio de Dentistas.
El sentido de puertorriqueñidad de Borrero y su esposa no se limita a una bandera, ni a una consigna política o partido, ya que trasciende a un intento por rescatar y presentar el lado más noble de la Isla, con todas sus tradiciones y riquezas.
“Nosotros nos dejamos llevar por el ‘ay bendito’ y vemos lo mismo en los navajos. Estados Unidos no le ha dado a los navajos todo lo que necesitan y los indios han sufrido de mucho abuso. Pienso yo que algunos de ellos se sienten un poquito menos y opino que otros puertorriqueños piensan igual, por eso se me hace más fácil entenderlos.Uno lo siente”, sostuvo Marisol mientras preparaba unas hamburguesas de búfalo en su hogar.
El aroma proveniente de la cocina circulaba e impregnaba las paredes de la sala donde el doctor tiene, quizás, su pertenencia más preciada: su colección de libros. A través de la letra impresa, la familia recorre muchos de los recovecos de la reserva que luego visitan en persona. Ya han salido de la etapa de estar familiarizados con la cultura navaja por lo que han leído. Ahora, en contacto con la gente, “vemos las cosas a través de sus ojos”, dijo el doctor.
Borrero trabaja en el departamento de odontología de uno de seis hospitales administrados y operados por el Gobierno federal dentro de la reserva. Ante la falta de agua y la proliferación de refrescos, así como una alimentación alta en carbohidratos producto de comestibles estadounidenses, la dentadura de los navajos se ha visto seriamente deteriorada.
A Borrero le complace poder dedicarle toda su atención a una comunidad tan necesitada de servicios médicos. “Valoramos a las personas como son y nos sentamos en la mesa y hablamos, sabemos apreciar lo que tenemos”, dijo Marisol.