Vecinos de Mameyes reciben ayuda de agencias estatales y federales
Al barrio de Utuado llegó un cargamento con más de 300 paquetes de agua y sobre 5,000 comidas.

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 8 años.
PUBLICIDAD
Utuado. La noticia se regó como pólvora y en un santiamén la fila se hizo larguísima.
Más de 400 personas fueron atendidas ayer en un parque recreativo, frente al cuartel de la Policía en el barrio Mameyes, en Utuado, donde llegó un cargamento con más de 300 paquetes de agua y sobre 5,000 comidas.
Funcionarios del Departamento de Hacienda (DA) y de la Autoridad de los Puertos (AP) junto a miembros de la Guardia Nacional de Puerto Rico recogieron temprano en los muelles de la avenida Kennedy la ayuda de la Agencia Estatal para el Manejo de Emergencias (FEMA) que fue subida a camiones por ese personal así como el de la Reserva del Ejército.
De camino a Utuado fueron varias las paradas que se hicieron para dejar suministros a algunas familias.
Mónica Santiago fue una de las que llegó hasta el parque a buscar ayuda.
“Esto aquí es un desastre, sin agua, sin luz; la gasolina es la que se ha calmado ahora un poquito, pero hay que buscar agua para bañarse”, dijo, mientras Luis Correa que escuchaba agregó que “hay que buscar agua en el río. Ahora no tengo ninguna y la cisterna está vacía”.
Por su parte, Julio Moyet, quien tiene dos hijos, llegó a buscar ayuda, sobre todo agua, que es “lo que más falta hace”.
Como la mayoría de los puertorriqueños está también sin luz.
“Sobrevivimos con los suministros que traen”, dijo al mencionar que a veces va a supermercados en la zona “y te dan una caja de agua, y de aquí a Barceloneta es un hora”.
Sin embargo, en medio de tanta incertidumbre, los vecinos del barrio Mameyes hacían la fila tranquilamente.
Así encontramos al matrimonio de Wilfredo Matías y Carmen Serrano.
“Bueno, la situación la describiría como buena porque están trayendo agua potable, alimentos y compras”, indicó al asegurar que miembros del Ejército y la Guardia Nacional han llevado suministros en unas ocho ocasiones.
El pastor dijo que ha vivido tiempos peores, ya que se crió en el campo, y en ocasiones, “no había ni comida… Yo tengo gallinas en casa. Ya antier matamos un gallo e hicimos tremendo festín. Tengo otro encerra’o para también hacer otro guiso para mi, para mi suegro y pa’ los vecinos que llegan”, comentó entusiasmado.
Definitivamente para Wilfredo la situación que enfrenta el país “ha sido de bendición”, porque hasta ha unido a la comunidad. Su esposa agregó que hay que dar gracias a Dios “porque estamos vivos”.
La joven Ashley Castellano, madre de tres hijos, también hacía la fila mientras se guarecía de unas leves lloviznas que amenazaban con disperar el gentío. Pero no pasaron a mayores.
“Estamos entre altas y bajas, pero se puede… siempre se consigue algo”, aseguró al argumentar que también ha recibido otras ayudas.
Sefarín Rivera, de 72 años, fue uno de los que lamentó que por culpa del huracán María perdió tres casas y la cosecha de café, entre otros productos.
“Todo es muy triste… Estoy limpiando las casas y como me llamaron a buscar agua vine aquí”, aceptó al agregar que no se queja porque sí han llegado provisiones en otras ocasiones. Él, como todos, pasaban por el parque cuando funcionarios gritaban a viva voz: “paren, aquí hay agua y comida”.
Raquel Rosa Centeno fue otras de las que coincidió en que “que la situación está un poco crítica” y recordó que cuando era niña hacía actividades similares a las de ahora.
“Ahora mismo vengo de buscar un poco de agua en la joya, en una quebradita que hay por allá arriba, para lavar, fregar y para los baños. De esa misma que traigo hiervo para cocinar. Ah, y cocino en dos fogoncitos que me hizo mi esposo en el balcón”, informó.
Recordó mientras reía a carcajadas que hace poco hizo un arroz con gandules y pollo frito en el fogón, y cuando la familia lo vio fue como si vieran “a Dios”.
Raquel Rosa también regresó como en los tiempos de antaño a lavar “ropa a puño” ya que no está usando la tabla de madera porque “la están vendiendo muy cara”. Mejor aprovecha “las piedras del río” y usa la paleta para machacar la ropa “y dejarla limpia”.
Interviene Zaida Fradera y dice que ella aprovechó, cuando le dijeron que iba a pasar el huracán Irene, para comprar la tablita y el baño de zinc. “Y ahora estamos sobreviviendo”, agregó.
Por su parte, Miguel Torres, ayudante especial del secretario de Hacienda, Raúl Maldonado, fue uno de los que ayer puso la acción donde puso la palabra.
Este, junto a otros miembros de la Unidad de Inteligencia y Fraude Contributivo, y la de Rentas Internas de esa agencia, participó del esfuerzo, el segundo que se hace en Utuado porque la semana pasada estuvieron en Tetuán 1, 2 y 3. Allí habían familias incomunicadas, casas sin techos ni paredes, caminos que desaparecían y la ayuda llegaba por helicóptero.
Los funcionarios aspiran a seguir ayudando a comunidades a donde nadie llega.
Torres dijo que entre otras funciones, también tienen prácticamente la operación de seguridad dentro del Centro de Convenciones, dan apoyo al Servicio Secreto de los Estados Unidos y escoltas a camiones de gas, diésel y gasolineras, así como seguridad a bancos y farmacias.
Otro que dijo presente ayer fue el coronel Raúl Gierbolini, de la Guardia Nacional, cuya misión en esta ocasión fue llevar alimentos a las comunidades.
“Tenenemos centros de distribuciones en toda la Isla y como 40 a 50 vehículos en todo Puerto Rico, en todo momento”, dijo sobre la ayuda que a diario ofrecen, incluyendo el apoyo a las labores de FEMA.
Gierbolini a cargo del comando de Logística y Distribución reconoció que la gente está más contenta de que las ayudas les estén llegando directamente porque “nos pueden ver e interactuar con nosotros y saber que somos partícipes de la situación”.
Precisamente miembros de la Guardia Nacional montaban ayer una planta de purificación de agua en un sector cercano y que estaría en funciones hoy.
De su parte, el inspector Esteban Escribano, de la AP, también ayudo a repartir la ayuda.
Funcionarios de esta agencia, además de impactar comunidades, dispensarios, hospitales y refugios, también dan escolta a transportes de diésel y gasolina, entre otras actividades.