El vacío que provoca esa partida es evidente, irreparable y marca el inicio de un proceso de sanación. Familiares y amigos son importantes en este proceso y se necesita su apoyo y entendimiento.

“A pesar de la pena que nos puede invadir, de la depresión que como una capucha negra nos arropa, tenemos que seguir viviendo”, expresó Santiago Rosado, el padre de Carmela Limari Rosado Rueda, una vendedora de seguros que fue brutalmente asesinada en el 2012 en Bayamón.

“No hay un amor como el amor de los hijos. Los hijos son lo más perfecto que nos puede ocurrir. Es un amor que no puedes describir”, indicó Santiago de 70 años.

Relacionadas

Santiago tiene una foto de Carmela Limari y a la que el 90 por ciento de las veces, “con alegría y contentura”, se da un beso en el dedo y se lo pega en la mejilla de su Bomboncitoqui, como cariñosamente la llamaba. Sin embargo, hay días en los que la pena duramente lo vuelve a atrapar.

El dolor por la pérdida de un hijo va trascendiendo, pero el proceso de cada padre y madre es muy personal. Sin embargo, para Santiago “todos los padres que pasamos por este proceso, vemos la vida de manera diferente y somos mejores seres humanos”.

“Es un dolor que cede un poco, pero en un momento se renueva”, describió.

El inicio de la pesadilla 

Santiago recuerda en detalle cómo fueron los días desde que su Bomboncitoqui desapareció el 23 de octubre de 2012. 

“Las manecillas del reloj parece que corrían en reversa”, señaló el padre de cinco hijos. 

Luego de siete días de “desesperación y búsqueda”, Santiago recibió una llamada en la que le notificaron que el carro de su hija había aparecido. A través de distintas cámaras del centro comercial donde fue hallado el vehículo, se pudo ver al asesino de Carmela Limari. 

El padre no solo vive con el dolor que le provoca la ausencia de su hija sino que ha tenido que lidiar con el coraje que le provoca saber que el asesino, Julio Rosario Morales, la violó, estranguló y “echó el cuerpo en bolsa y la tiró en un paraje”. 

Y aunque el victimario cumple una sentencia de 68 años y nueve meses de cárcel, sin derecho a probatoria o bonificaciones, el dolor de esta viciosa partida, se acrecienta. Rosario Morales, 14 años antes del asesinato de Carmela Limari, había estado condenado a 28 años de cárcel por un crimen similar. 

“En una revisión del código penal, lo dejaron en libertad. Julio fue dejado en libertad para que cometiera nuevamente el crimen”, expresó.

“Mi hija fue privada de la oportunidad de lograr sus ambiciones. Tenía 34 años, era menudita, de cinco pies y dos pulgadas, de 105 libras. Era preciosa, era petite”, recordó Santiago.

Empatía y solidaridad grupal

Han pasado cuatro años desde la partida de Carmela Limari, y tanto Santiago como otros miembros de la familia, buscaron ayuda profesional desde el inicio, para afrontar esta pérdida. 

Sin embargo, sentía que algo le faltaba y así fue que llegó a las reuniones de grupo de la organización Amigos Compasivos.

“La ayuda profesional resuelve algo, pero hay un elemento común en un grupo como Amigos Compasivos. Bendecidamente nos da la oportunidad de conversar entre nosotros, asuntos que solamente nosotros entendemos. Amigos Compasivos es un lugar donde se puede decir lo que se le venga en gana, aunque sea una barbaridad. Este grupo para mí es imprescindible hasta el día que me vaya a reunirme con mi hija. Es un bálsamo”, expresó Santiago.

Una de sus hijas, Alba Yanira Rosado, fue quien contactó al grupo. “El sufrimiento era demasiado fuerte y grande, y tenía la inquietud de que podía haber otro grupo que nos complementara”, dijo.

“Ha sido de ayuda inmensa para nosotros (Amigos Compasivos), uno recibe ayuda profesional, pero no hay nada mejor que tú poder tener un grupo donde tú sepas que a quien le estás hablando, quien te está escuchando, sabe genuinamente lo que tú estás viviendo”, detalló Alba Yanira al tiempo que destacó que no se puede hablar con todo el mundo sobre estas pérdidas. 

Carmela Limari siempre presente

Esta familia ha honrado la memoria de Carmela Limari en todo momento y tiempo. 

Santiago contó que su familia siempre ha sido alegre. Recordó que el asesinato de su hija fue en octubre y que ese año celebraron la Navidad como le hubiera gustado a Carmela Limari.

En la despedida de año, la familia se reunió como siempre lo hacían. Hubo música en la casa, cantaron, celebraron y lloraron. Santiago reconoció que los vecinos tal vez no lo comprendieron, pero él solo quería honrar a su hija. 

“Yo les voy a pedir que este año celebremos la despedida de año como siempre, que bailemos en nombre de ella, por la alegría de haberla tenido”, recordó Santiago que le pidió a su familia.

El abuelo de ocho nietos puso rosas blancas sobre una mesa. Además pidió que cuando el reloj marcara el fin de ese 2012 que le dejó esta terrible pérdida, lo dejaran solo unos minutos en su habitación.

Allí habló con su Bomboncitoqui “espiritualmente”.

El dolor y la forma de honrar a los hijos fallecidos es algo, que según Santiago no todo el mundo comprenderá.

“Mi Limari está viva en mi mente y corazón y se morirá el día que yo la destierre, y eso es imposible”, puntualizó.