Loíza. “De aquí los vamos a sacar vivos o muertos…”

Esas palabras retumban en los recuerdos de Agustín Carrasquillo Pinet como huella imborrable de aquel 6 de febrero de 1980, cuando el discrimen, el poder y la injusticia se conjugaron para arrebatarle la vida a su esposa, Adolfina Villanueva Osorio.

Aunque han pasado 40 años de esa mañana en que Adolfina cayó abatida por la escopeta de un policía, frente a él y frente a sus pequeños hijos, en el barrio Medianía Alta, en Loíza, las imágenes de la desgracia siguen vivas en su memoria. El Estado, con un contingente de policías, alguaciles y máquinas, se presentó aquella mañana al humilde hogar de madera y zinc, frente a la playa en Tocones, para ejecutar una orden de desahucio.

Adolfina protegía el hogar de la familia y su esposo trató de resguardarla. En el operativo, encabezado por la Unidad de Operaciones Tácticas (UOT), antes conocida como Fuerza de Choque, Carrasquillo Pinet recibió varios balazos en el muslo izquierdo que lo dejaron incapacitado. El sargento, Víctor Estrella, que fue acusado por la muerte de Adolfina, fue absuelto por un jurado, mientras que, por la agresión contra el viudo, nunca se radicaron cargos. El triste suceso tampoco fue investigado.

Según los periódicos de la época, en las ventanas del hogar quedaron los rotos de las balas, pero con la demolición de la estructura, se limpió la escena de los hechos. La Policía alegó que Adolfina murió de un disparo accidental.

“No me gusta recordar… porque es triste…”, expresó en voz baja don Agustín a sus 75 años, en una entrevista exclusiva con Primera Hora. El hombre de verbo humilde, que solo aprendió a firmar su nombre, se emocionó y no pudo contener las lágrimas cuando pasó revista de la marginación que ha sufrido por ser pobre, negro y residente de Loíza.

“Me ganaba la vida pescando, cogiendo jueyes y trabajando en los proyectos, pero ya a los 13 años empecé a picar caña”, relató una tarde calurosa desde su residencia en la comunidad loiceña Villa Cristiana, donde nos recibió guardando el protocolo impuesto por el COVID-19.

“Eso, el racismo, siempre ha sucedido aquí en Puerto Rico y el que tiene dinero no va preso”, expresó Carrasquillo Pinet.

Relató que conocía a Adolfina desde que eran jovencitos porque el padre de ella, Victoriano Villanueva, era pescador “y yo me iba a pescar con él”. En 1963, se casaron y fueron a vivir a la casa de los padres de él, en Colobó. “Adolfina estaba embarazada del primero de los nenes. Hablé con el papá y me dio uno de los ranchos de pencas donde él metía los chichorros (artes de la pesca), en Tocones”, narró. Dijo que con el tiempo fue mejorando la estructura hasta que logró hacerla en madera y zinc.

Ella terminó el cuarto año y se dedicó a cuidar a sus seis hijos: Agustín, Daisy, Juan, Merelin, Bethsaida y César. El patio de la casita era un precioso palmar de cara a la playa, pero la felicidad se vio empañada por un litigio del dueño de una finca que reclamaba el predio donde ellos habían levantado la humilde vivienda en la zona marítimo terrestre. En el litoral costero había otras dos casas, una de veraneo del fenecido cardenal Luis Aponte Martínez.

“La finca pasó a manos de tres dueños, el cuarto, Veremundo Quiñones, fue el que vino con problemas con nosotros, fue el del pleito grande, pero el que estaba interesado en el sitio donde nosotros vivíamos, era el monseñor Aponte. Él vivía más arriba de nosotros”, narró Carrasquillo Pinet. “Yo estuve mucho luchando ahí, pero la guerra para sacarnos empezó cuando estaba (Carlos) Romero Barceló de gobernador”, sostuvo.

Contó que en su lucha tocó muchas puertas, pero todas se le cerraron. “Estuve en la Fortaleza metido como tres meses, en el Capitolio y también fui a pedir ayuda al Ombudsman en la 18 (Santurce) y el caso también estuvo ahí tapao. No me ayudaron en na’ (llora)… En una ocasión la abogada de nosotros me dijo: ‘Agustín, el caso está gano’, pero no estaba gano, había mucho dinero corriendo”, indicó.

El día de la tragedia, Agustín recuerda estar sentado en el balcón cuando vio llegar al grupo armado de policías.
El día de la tragedia, Agustín recuerda estar sentado en el balcón cuando vio llegar al grupo armado de policías. (Vanessa Serra Diaz)

El día de la tragedia eran las 9:00 de la mañana y dijo que él estaba sentado en el balcón, mientras Adolfina y los nenes más pequeños estaban en la casa. “Yo iba para Vega Baja a coger jueyes, pero no fui porque se puso una nube negra y la mujer, me dijo: ‘no vayas’. Me quedé sentado y cuando miro al portón estaban las máquinas y policías… Les digo, ¿qué pasa? y me dicen, ‘el caso se vio hoy’. Yo les digo, ¿pero, cómo el caso va a verse hoy, si yo no fui, si a mí no me citaron”, relató don Agustín.

“Pero, ellos no venían a hablar con uno, ellos venían a matar. Pegaron a disparar y nos rodearon. Unos se fueron por la playa y otros por el frente. Era un batallón. No eran dos o tres policías y (en el grupo) andaba el juez de Río Grande (que firmó la orden de desahucio). Eso fue rápido. Ellos se pararon en el portón y yo fui pa’ allá a preguntarles qué pasaba y me dicen: ‘los vamos a sacar vivos o muertos’. Ahí metieron la máquina y pegaron a disparar, era una bulldozer. Entraron como si fuera la guerra”, detalló.

¿Qué hizo usted?

“Estábamos en el balcón y Adolfina entró pa’ dentro a sacar los nenes que estaban gritando porque pegaron a tirar bombas de humo (gases lacrimógenos) y a disparar. Estaban César (2) y Bethsaida (3), que eran los más pequeños porque los otros (Agustín, de 11 años; Daisy de 10; Juan de 8 y Merelin, de 6) estaban en la escuela. Ella fue a sacar los nenes de la casa y cuando vino el policía (estaba) de frente y ahí mismo le disparó. Yo salí a defenderla, ella cae en el patio, frente al corral de los cerdos, y ahí fue que me dispararon a mí”, sostuvo.

¿Adolfina llegó a decir algo antes de morir?

“No sé, yo pegué a gritar porque la pierna se me puso así (hinchada). A ella la tiraron en una van blanca (la perrera)… De ahí yo no supe más nada”, indicó.

Después que vio caer a Adolfina, don Agustín no supo más de ella y en el hospital la familia le dijo que la habían matado. “Yo no la vi, no pude ir al entierro, yo estaba enyesado y me tenían unas pesas. Un poquito más arriba y me hubieran matado. Yo tengo todo esto perforado (la parte superior del muslo izquierdo), tuve fractura”, dijo para agregar que nunca supo quién le disparó. “Eso se quedó así, fue un chanchú y hacía tiempo que lo estaban planeando”, sostuvo el hombre, quien dijo que por el trauma que sus hijos sufrieron tuvieron que recibir ayuda de psicólogos.

¿Ustedes no esperaban que llegara la Policía?

“Más nunca, a nosotros no nos dijeron nada que venían a desahuciarnos, eso vino así y le digo que había mucho dinero corriendo en eso…, pero todo lo que se hace aquí se paga y para eso hay un Dios”, expresó.

¿Sintió rabia, impotencia, dolor?

“Yo se lo entrego todo al Señor, soy una persona que no me gusta el revolú, pero por esa muerte viciosa, nadie pagó”, añadió.

El viudo evita pasar por el lugar donde ubicaba su casa, ahora ocupado por apartamentos.
El viudo evita pasar por el lugar donde ubicaba su casa, ahora ocupado por apartamentos. (Vanessa Serra Diaz)

¿Se alegó que Adolfina cogió un machete para defenderse?

“No, ella cogió la nena por el brazo y a César. No ombe no, eso decían ellos como decían que yo salí con un revólver. ¿Cómo yo voy a salir con un revólver?, si ese revólver yo lo había roto y con un batallón qué uno va a hacer con un revólver. Ellos rodaron la casa como si fuéramos criminales”, narró.

Los periódicos de la época reportaron que Adolfina recibió 16 heridas de perdigones de escopeta que le perforaron el hígado y un pulmón y durante el juicio del policía salió a relucir que los cartuchos eran de los que se utilizan para cazar venados y búfalos. Además, que el revólver de Carrasquillo Pinet estaba mohoso.

Ahora, cuando supo de la muerte del afroamericano George Floyd a manos de un policía, en Estados Unidos, ¿qué usted pensó?

“Casi fue lo mismo que nos pasó a nosotros. Es el racismo que hay y aquí en Puerto Rico lo hay también. Aquí, el que vale es el que tiene dinero, el rico. El pobre no vale, ni el prieto vale tampoco. Eso fue lo mismo que nos hicieron a nosotros, la Policía abusó. Él (Derek Chauvin, el policía que le puso una rodilla en el cuello a Floyd hasta que murió) no tenía necesidad de hacer eso y los otros (policías) mirando en vez de darle un cantazo y quitárselo de encima. Ellos son cómplices también. Eso está mal”, expresó.

Dentro de sus experiencias de vida don Agustín aconseja a los jóvenes afrodescendientes a que sigan luchando por sus derechos. “Hay que seguir pa’lante, uno no puede detenerse. Si uno es trigueño, si uno es negro es negro, los que tienen que cambiar son ellos, porque Dios nos hizo igual a todos, uno no le va a tener odio a otro por el color”, afirmó.

¿Y el gobierno que debe hacer?

“El gobierno ni me lo mencione, el gobierno no hace na’... Esa gente está por el dinero y por los votos, no están por el pobre ni por el prieto, los mejores trabajos los tienen ellos. Yo no voto, ni tarjeta tengo. Ese gobernador que nos hizo esto a nosotros está seco, se está muriendo plazo a plazo por toda la maldad que hizo, yo lo veo (en la televisión) y digo: ‘Ay Señor, que tenga misericordia de él’. Ese hombre hizo muchas barbaridades”, sostuvo.

De los seis hijos que procreó con Adolfina, cuatro están vivos. “Bethsaida murió de cáncer a los 22 años y César iba a cumplir 18 años cuando un cuñado le quitó la vida”, narró compungido don Agustín, quien recibe Seguro Social y descansa en el hogar, pues desde 1985 se le colocó un marcapaso por complicaciones cardíacas. Tiene 16 nietos, cinco biznietos y comparte sus días con Anastasia Matos Cepeda, otra loiceña que lo ayudó a criar a los niños y con quien procreó dos hijas más, Rosa Amelia y Ana Kamily.

Por los daños sufridos, los seis niños y el viudo fueron indemnizados con $22,000 cada uno como resultado de una demanda contra el gobierno en la que otros familiares de Adolfina también fueron resarcidos.

El trozo de terreno donde era la casa de Adolfina estuvo baldío durante muchos años hasta que se construyó un complejo turístico, donde todavía quedan algunas palmas. “Yo no paso por ahí”, dijo don Agustín.

¿Cómo usted quisiera que se recordara a Adolfina Villanueva?

“Como la mujer valiente que fue… Eso nunca se va a olvidar”, acotó.

La muerte de Adolfina Villanueva conmocionó al País y fue repudiada por diversos sectores del pueblo que ya habían manifestado indignación por los asesinatos de los jóvenes independentistas Carlos Soto Arriví y Arnaldo Darío Rosado, a manos de policías en el Cerro Maravilla.

Los restos de Adolfina reposan en el cementerio municipal de Loíza. Su muerte inspiró cantautores y poetas como al maestro Catalino “Tite” Curet Alonso en su canción “Desahucio”, interpretada por el salsero Rubén Blades; y “Canción necesaria para Adolfina Villanueva”, de Américo Boschetti.