No tener qué comer fue una realidad que Néstor Rivera Andino experimentó siendo un adolescente de 14 años. Escapó a esa edad de su hogar, porque quería salir del entorno de drogas, violencia y prostitución que mantenía su madre, una adicta que tuvo a cargo sobre una treintena de puntos de drogas en Carolina.

Él quería romper con ese patrón y demostrarse que podía aspirar a una vida sana. “Quería romper el ciclo de que la gente del residencial termina metiéndose drogas”, dijo.

Salió de su casa el 24 de diciembre de 1988 con la excusa de que iba a un retiro de la iglesia. Nunca regresó. El Departamento de la FamIlia -después de él mismo provocar una audiencia en un tribunal, según contó- tomó su custodia y se convirtió en el primer caso de vida ”independiente”. La agencia pública lo ubicó solo en un apartamento, donde era supervisado y recibía asistencia económica para sus víveres.

Llegar a ese punto le costó tener que deambular durante 18 días. Comió de los zafacones de los restaurantes chinos. “Me puse como meta que mientras tenga oxígeno de vida, nadie en este país puede quedarse sin plato de comida”, expuso.

Rivera Andino, de 46 años, está casado con Wilnette Ortiz y es pastor hace 25 años en la Iglesia Cristiana Casa de Esperanza y Misericordia, en Arecibo. A partir del huracán María, en el 2017, redirigió las labores voluntarias de la organización sin fines de lucro Ministerio Caminemos Juntos para ayudar a los adultos mayores sin hijos.

Comenzaron ocho días después del fenómeno atmosférico, llevándoles alimentos y continuaron consecutivamente hasta enero de 2018.

“En verano del 18, volvemos a reactivarnos y empezamos a atender adultos mayores que no tuvieran hijos que estuvieran encamados, y de ahí continuamos hasta que llega el asunto de la famosa pandemia”, contó. Desde entonces, los 15 miembros de la organización, se encargan semana tras semana de llevarle compra y, mientras estuvieron disponibles, artículos desinfección para prevenir el contagio de coronavirus, a un promedio de 150 adultos mayores.

Las ayudas las obtienen de donaciones, y de compras que hacen los mismos voluntarios. Entregan, en su mayoría, en los pueblos de la región de Arecibo. El perfil de adultos mayores que atienden son hermanas que nunca se casaron, viudos o viudas sin hijos, y matrimonios que tampoco tienen descendientes.

En la etapa final de la vida, que es la vejez, entiendo que es tiempo donde los hijos cierren la página, o el libro, y aprendamos a pedir perdón, y sobre todas las cosas, no dejamos que nuestros viejos mueran solos”

-Néstor Rivera Andino, pastor, consejero familiar y gerontólogo

Rivera Andino, consejero de familia y certificado en gerontología, indicó que las reparticiones se han vuelto “cuesta arriba” a partir de las restricciones por el toque de queda, pero no se han detenido.

Al menos una vez por semana, llevan compra a adultos mayores que físicamente no pueden salir a buscar sus suministros.
Al menos una vez por semana, llevan compra a adultos mayores que físicamente no pueden salir a buscar sus suministros. (Suministrada)

“Soy un pelao y moriré como un pelao, pero mientras Dios me permita tener oxígeno de vida, y me permita tener una esposa que me respalda en todo lo que hago, me prometí cuando tenía 15 años que nadie iba a pasar hambre, y eso ha estado en mi cabeza toda mi vida. Así que mi satisfacción es saber que ninguno de estos viejos, que no es gente de mi iglesia, ni tengo una ganancia, va a pasar hambre”.