La transformación mediática que le otorgó un papel protagónico a las imágenes parece haber tenido nombre y apellido, el de Carlos M. Castañeda, quien en la década de 1970 cambió la forma en que se presentaba la noticia en Puerto Rico.

Castañeda, quien falleció en octubre del 2002 en Portugal, fue el director fundador de El Nuevo Día, con el que rompió la tradición de los periódicos tipo sábana y escasas fotos, como El Mundo y El Imparcial.

“En 1970, acepta el reto de Antonio Luis Ferré de transformar El Día de Ponce en un diario moderno. Así, Castañeda se convierte en el creador y primer director de El Nuevo Día, estrenando el nuevo concepto del periódico revista con grandes fotos y un atrevido diseño”, relató doña Lillian Castañeda, viuda de Castañeda.

Las palabras de Lillian marcaron el inicio de un foro sobre el legado de su esposo, celebrado en el Taller de Fotoperiodismo, en Puerta de Tierra, San Juan, con motivo de la presentación del libro “Ser periodista, la vida y legado de Carlos M. Castañeda”.

 Al igual que Lillian, un grupo de pioneros en El Nuevo Día se dieron cita este viernes en la noche para celebrar y recordar entre antiguos amigos el legado de a quien consideran su mentor.

Todos coincidieron en que Castañeda fue la persona que elevó la importancia del trabajo del fotoperiodista al punto en que se encuentra en estos momentos, cuando muchas veces una imagen relata prácticamente sola su historia.

Gloria Leal, primera directora de Por Dentro, relató que, entre las grandes lecciones que aprendió de Castañeda, están la importancia de una imagen grande, los títulos directos y correctos, y que rompió con las historias que comenzaban en una página, se interrumpían y terminaban varias hojas atrás.

 El reportero Waldo Covas Quevedo, quien comenzó en el diario en el 1983, agregó que uno de los cambios principales que Castañeda trajo a El Nuevo Día fue la inclusión de voces de todas las ideologías y partidos políticos. Recordó que, durante la época de la represión contra los defensores de la independencia y las carpetas, Castañeda le cedió su oficina para entrevistar al entonces director del diario Claridad y presidente del Partido Socialista, Carlos Gallizá.

“Darle voz en ese momento fue un paso de avanzada”, recordó Covas Quevedo.

El comunicador agregó que Castañeda también se distinguió por la libertad que dio a sus reporteros, a los que permitió incluso publicar palabras soeces cuando esas expresiones eran parte fundamental de la historia.

 El fotoperiodista Gary Williams, quien a los 20 años comenzó a trabajar junto a Castañeda, le reconoció como su mentor.

“El me enseñó español, a tirar las fotos, a editar las fotografías”, resumió Williams, cuyo lente captó la caída del acróbata Karl Wallenda en el 1978.

Alfredo Cubiná, primer director del departamento de arte comercial del periódico, coincidió en que la mayor lección que le dio Castañeda fue hacerle entender el poder de una imagen.

“Él me pidió algo y yo le puse una foto muy pequeña. Él me dijo que la agrandara a más no poder, porque las fotos malas, al agrandarse, se reviven. Nunca pongas un sello de correo, porque eso no sirve”, relató Cubiná.

El veterano diseñador agregó que Castañeda logró transmitir ese entusiasmo y sentido de responsabilidad a los fotoperiodistas al punto de que “esperaban de pie en los escritorios a ver cuál iba a tener la portada”.

 Asimismo, Lillian aprovechó la ocasión para resaltar la labor de la Fundación Educativa Carlos M. Castañeda para apoyar el periodismo de excelencia, promover la preservación del español y defender la libertad de expresión y los derechos humanos a través de la beca que lleva su nombre.

La Beca de Periodismo Carlos M. Castañeda, por $7,000, se concede anualmente a un estudiante hispanohablante para cursar estudios de maestría en una universidad acreditada en los Estados Unidos. Desde el 2006, dos periodistas puertorriqueñas han obtenido la beca: Ana Teresa Toro y Firuzeh Shokooh Valle.