Muy pocas personas conocen ni reconocen la figura de la contralora de Puerto Rico, Yesmín Valdivieso, pues desde que fue nombrada ha hecho muy pocas apariciones públicas.

Muchos desconocen inclusive que fue subsecretaria de Hacienda, durante la administración de Manuel Díaz Saldaña, y que inclusive fue ayudante de la primera mujer contralora, Ileana Colón Carlo.

Valdivieso, de 50 años, de una reconocidísima y antigua familia ponceña de una locuacidad impresionante, de gran sencillez y simpatía, dice que apenas le alcanza el tiempo para hacer todo lo que se tiene que hacer en una oficina fiscalizadora, en la que la burocracia, las normas y reglamentaciones parecen una especie de camisa de fuerza que impide trabajar con mayor celeridad.

En una entrevista con Primera Hora que tuvo como escenario los jardines del Museo de Arte de Puerto Rico, con un timbre de voz sonoro, la funcionaria habló a borbotones, rió a carcajadas, compartió intimidades y otras se las calló, y no pudo evitar que las lágrimas brotaran como un manantial cuando habló de su hermoso hijo autista, de 18 años, de quien no tuvo más remedio que separarse para colocarlo en un home en la Florida, por el propio bienestar y seguridad del jovencito.

¿Quién es la Contralora? ¿Qué se siente de hablarle a la prensa y que todos vean su cara ¿En la Contraloría hay un fantasma?

No. Eso no es cierto. Hay alguien trabajando bien duro todos los días. No es que yo sea tímida. De chiquita salía en todas las obras de la escuela, no sé si por mi voz, que no necesitaba micrófono. Lo que pasa es que veo mi trabajo no como uno que debe estar en la prensa todo el tiempo. Yo lo que hago es fiscalizar y no debo comentar sobre las cosas que se auditan.

¿En qué obras salía?

No, en la escuela elemental, la maestra Blanca Fernández, de Estudios Sociales, cada vez que se celebraba el Descubrimiento de América, yo salía en la obra.

¿En qué escuela?

Estudié en la Escuela del Sagrado Corazón de Ponce. Las Madres de Ponce.

Ponceña, ¿usted también piensa que lo ...?

(Se ríe) ¿Que lo demás es parking? No, aunque a veces lo digo.

¿Se acuerda de Churumba?

Cuando trabajaba en Hacienda, me envió una carta haciéndome hija predilecta de Ponce. Estaba de subsecretaria. Era cuando todavía Hacienda le hacía remesas a los municipios y lo ayudé en un trámite, pero no es que yo lo tratara mejor que a los demás, pero era cuando en Hacienda se tardaban un poquito.

¿Fue la conexión ponceña?

No. No.

La Contralora dice su edad sin ruborizarse... todavía.

“Tengo 49 años y cumplo mis 50 el 12 enero y lo digo con orgullo. La gente esconde la edad. Se quita la edad. Se sienten viejos, y yo estoy orgullosa de mis 50 porque todo lo que soy yo me ha pasado en 50 años. El problema son los achaques con la edad.

¿Tiene achaques?

(Se ríe) No, hace poco pasé una piedra.

Como buena ponceña, Valdivieso es quenepera, aunque es amante de todos los frutos que da la tierra. Es que viene de una familia de terratenientes.

“Me gustan las guayabas de casa de papi y mami”.

¿Dónde viven?

En La Alambra, cerca de Las Madres. Mi mamá le hace a papi casquitos y mermelada de guayaba, un dulce de lechosa buenísimo, dulce de mangó...

Usted tiene un apellido muy conocido en Ponce.

¿Qué te cuento de ellos? Todos muy amorosos. Soy hija de Lucas Valdivieso Torruella y Yesmín Galib Grau.

Son cinco generaciones en las que el hijo varón ha llevado el nombre de Lucas Valdivieso.

“La familia mía, de los tiempos antiguos, eran agricultores... terratenientes, tenían siembras de caña, de café. Mi papá los fines de semana traía unos sacos llenos de plátanos, guineos, guineítos y mafafos”, contó muy animada.

¿Qué piensa de la labor de Ileana Colón Carlo?

Yo creo que buena. Cada uno antes que yo tenía una visión diferente.

¿Cuál era la Colón Carlo?

Era buscar fraude, corrupción. La de Manolo era diferente. Era la de “vamos a hacer las cosas en orden”. Según los muchachos me explican, cuando yo llego, me encuentro con reglamentos instructivos. Hay mucho de que nada se mueve en la oficina si yo no firmo. Para mí, es medio burocrático. Tengo que ir enmendando las normas y procedimientos. Tengo que delegar. Aunque los muchachos dicen que en parte era bueno, porque hay uniformidad. Se creó un ambiente más estructurado.

¿Y usted cómo es?

Lo de las reglas yo lo entiendo. Creo que hay que tener los pies en la tierra y que a veces cuando hacemos normas y reglamentos, nos atamos las manos. Si en un sitio dice que hay que tomar 100 días para una auditoría, pues si puedes tomar 40, por qué te vas a tomar 100.

El día que tuvo que dejar a su hijo...

Valdivieso se casó hace 23 años con un contable a quien no le gusta la exposición pública. El matrimonio procreó dos hijos, una niña y un varón.

Hoy su hijo tiene 18 años y está en un hogar especializado en autismo en Miami, y su hija de 20 años estudia en Boston.

“El nene tenía 18 meses cuando lo diagnosticaron autista”, reveló.

¿Cómo decidió meterlo en un home?

Cuando tienes un niño con autismo, por un tiempo las cosas van bien. A veces pasa algo y hay un retroceso. Ya de los 13 a 14 años me dijeron que tenía que ponerlo en un home. Debido a los cambios hormonales, se pegaba él mismo. Una vez se pegó tanto que no se veían los ojos. Tuve meses durmiendo, agarrándole las manos porque hasta dormido se pegaba o se mordía y yo lo agarraba para que no pudiera hacerse daño. Todavía tiene marcas porque se arrancaba piel. En 1997, tuvo un retroceso tal que se hizo pipi en mi cama. Los médicos me dijeron que tenía que tenerlo en un sitio con estructura. Eso fue lo mejor que pude hacer. Se adaptó inmediatamente.

¿Cuán difícil fue dejarlo?

El día más triste de mi vida es el día que tuve que dejar a mi hijo. Yo quería gritar. Te da un cargo... Pensar que llevo 16 años con él... Me preguntaba qué he hecho yo para tener que dárselo. Igual que tengo tristeza por ser lo más difícil que he hecho en mi vida, también es lo mejor que he hecho.