El fin de semana le chillaron los oídos a dos o tres desconocidos con las “mandás” pa’ buen sitio que les di. Mientras paseaba a mi perrita, Morena, tranquilamente por la urbanización, comenzaron a sonar unos petardos que le pusieron los pelos de punta. Nunca la había escuchado chillar de esa forma, estaba aterrada. ¿Cuál es la necesidad? ¿Qué gana la gente con estar haciendo ruidos explosivos, más allá de fastidiar a sus vecinos y lastimar a los animalitos? No saben cuánto me alegro cada vez que la Policía anuncia que incautaron pirotecnia ilegal; ojalá la eliminen por completo y podamos celebrar unas navidades sin ruidos innecesarios.

Además de ser peligrosa y poder ocasionar daño a quienes la usan, realmente no aportan nada a la celebración de las festividades. Las mascotas, que son parte de nuestras familias, no merecen sufrir tanto por el morbo de dos o tres desalmados que no son capaces de ponerse en el lugar de los demás. Con miras a preparar a mis perritas para los ruidos durante las navidades, he estado leyendo recomendaciones de expertos para mitigar, en algo, el efecto de ellos.

Entre ellas, está identificar el área de la casa con mayor capacidad de aislar el ruido, que tiende a ser el baño o algún cuarto, y prepararlo para que pasen ahí los días de mayor actividad como la despedida de año y Navidad. Evitar los lugares abiertos, pues una reacción común es salir corriendo, lo que pudiera desembocar en algún accidente.

También recomiendan ponerle música, prenderles la televisión y, en caso especiales, consultar con el veterinario para determinar si es necesario algún calmante. Los que amamos a nuestras mascotas haremos siempre lo necesario por cuidarlos y evitar que sufran, eso incluye convertirnos en sus portavoces ante la ciudadanía para reclamar por ellos el fin de la pirotecnia.

Debo reconocer que son cada vez más las voces que se unen para reclamar responsabilidad ciudadana y así poder celebrar unas navidades más tranquilas. De la misma forma en que nos unimos para reclamar el cese de los disparos al aire, con relativo éxito, debemos concienciar sobre el problema de la pirotecnia. Aunque nunca he sido fanática de la pirotecnia ni de los ruidos en general, debo reconocer que han sido mis mascotas quienes me han sensibilizado sobre lo abusivo que resulta para ellos el estar tirando petardos y cohetes a diestra y siniestra.

Espero que llegue el momento en que lo único “explosivo” que escuchemos sean las bombas navideñas de las parrandas y que los disparos y la pirotecnia se conviertan en cosa del pasado.