Parece que fue ayer cuando el huracán María azotó con furia nuestra isla. Los toldos azules sobre miles de casas y la aún frágil infraestructura eléctrica nos lo recuerda. Fue un momento duro, difícil, que todos los que lo vivimos siempre recordaremos. Las imágenes de los satélites que proyectaban los noticieros eran escalofriante. Resignados, nos tocaba esperar el embate lo más protegidos posible, pero conscientes de que el daño sería descomunal.

Así fue como, encomendándonos a Dios, pasamos aquel momento en familia, mientras el silbido de los vientos nos recordaba su poder. Las malas noticias no tardaron en llegar. Pérdidas de vidas, el país incomunicado y falta de servicios básicos en la mayoría de la isla. A pesar de ser un país acostumbrado a las tempestades, nunca habíamos vivido semejante devastación. No había de otra, nos tocaba comenzar de nuevo, poner cada cual de su parte para poner al país sobre sus pies. Como en todo proceso complejo, hubo sus controversias y contratiempos, pero la voluntad de nuestra gente fue mayor y las historias de generosidad y humanismo más numerosas.

El recuerdo de María será importante para el desarrollo futuro del país. Lo bueno y lo malo, todo debe formar parte de nuestro recuerdo colectivo. Las filas interminables para buscar comida y gasolina deben recordarse, pero también las imágenes de la comunidad organizada, buscando alternativas para ayudarse los unos a los otros. Durante María, los vecinos se convirtieron en verdaderos amigos y la noción de vida en comunidad se fortaleció como nunca antes.

Si utilizamos el recuerdo de María como guía, nos daremos cuenta de que fortalecer y organizar las comunidades es incluso más importante que la varilla y el cemento. La colaboración comunitaria fue la clave en los momentos críticos. Sin esa solidaridad las cosas hubieran sido más difíciles. Nos toca como sociedad convertirla en hábito y ayudarnos siempre, en lo grande y lo pequeño, en lo sencillo y lo complejo. Que cuando lo imprevisto nos sorprenda, reaccionemos de forma instantánea y coordinada para brindarle ayuda a quienes más lo necesitan.

El recuerdo de María es uno doloroso por las muchas vidas que se perdieron, pero también es uno que nos llena de esperanza pues sacó lo mejor del puertorriqueño, demostrando que somos un pueblo capaz de enfrentar circunstancias difíciles y prevalecer. El recuerdo de María debe estar presente en todo lo que realicemos como sociedad de cara al futuro, muy en particular en la gestión de nuestro Gobierno.

Las asignaciones de recursos que recién se anuncian para la reconstrucción de la isla, deben tomar muy en cuenta la experiencia pasada, de forma que el país se revitalice de manera uniforme para que todas las zonas, y que no sólo el área metropolitano se beneficie del progreso. Después de Maria, la definición de áreas vulnerables o de alto riesgo tiene que haberse ampliado. Debemos comenzar por ahí.

El recuerdo de María debe guiar las prioridades y quienes más sufrieron deberían estar primeros en la lista a la hora de comenzar cualquier proyecto de reconstrucción. A tres años de su paso, recordemos a María. Si bien narrar y contar las historias será siempre importante, la mejor forma de recordar lo ocurrido será preparándonos lo mejor posible para futuros eventos.