Me contacta la mamá de una buena amiga para contarme que su hija cayó en un estado severo de depresión. Me comuniqué para conocer los detalles y me llamó la atención que el detonante para afectar su estado de ánimo fue el comienzo de la guerra en Ucrania.

Me cuenta su madre que mi amiga se obsesionó con el tema, siguiendo los acontecimientos y noticias por las redes sociales, a todas horas, lo que la llevó a cargarse emocionalmente. Gracias a Dios, ya está mejor y espero pronto poder saludarla y compartir con ella.

A raíz de este suceso, la madre se puso a buscar información que me comparte donde se presenta como algo común el que las personas, aunque vivan distantes al escenario de guerra, pueden afectarse emocionalmente con las noticias sobre ella. Sobre todo, en los tiempos de las redes sociales donde la saturación de información es algo común, debemos estar atentos a esto, particularmente si alguien en la familia padece de depresión.

La preocupada madre me recomendó tocar el tema en esta columna y me pareció algo necesario. Al hacer un poquito de investigación, me doy cuenta que es algo que se está discutiendo y sobre lo cual los expertos están haciendo distintas recomendaciones. Entre ellas, a establecer control sobre el tiempo que le dedicamos a noticias del tema.

Si bien la información está más accesible que nunca, nosotros tenemos el control sobre qué tipo de datos permitimos que entre a nuestro espacio. Noticias de interés general, como la guerra en Ucrania, no se pueden obviar, por la importancia que tiene para nuestro diario vivir. La posible participación de Estados Unidos en el conflicto, el aumento en el costo de combustible, en los alimentos y el efecto en nuestra actividad comercial que puedan tener las sanciones económicas a Rusia son algunos ejemplos que ponen de manifiesto la imagen de estar atentos a lo que ocurre en esa parte del mundo.

Pero estar atentos es una cosa y obsesionarnos es otra. Llega el momento en que, sin darnos cuenta, el tema se convierte en protagonista de nuestra vida y hasta presumimos de ser expertos hablando de estrategia militar y cosas como esas.

El no estar informado no es una opción, pero conviene hacerlo de forma moderada para evitar convertirlo en algo que nos abrume y nos robe nuestra paz. En mi caso, hace algún tiempito comencé a regular la manera en que brego con la información. Los temas que roban mi tranquilidad trato de que ocupen poco tiempo de mi día, dándole espacio a los que me llenan de energía y alegría. Entre ellos la música y los “podcasts” de temas que disfruto y me hacen reír.

Les recomiendo que le pongan atención a esto y no lo dejen a la suerte, hace más daño de lo que nos imaginamos. Bastante uno tiene con los retos en el trabajo y los problemas que puedan surgir en la familia para cargarnos diariamente con otro tipo de situaciones, muchas de la cuales no dependen de lo que podamos hacer o pensar.

Esto aplica para todos, pero si además hemos estado frágiles emocionalmente por alguna situación, o tenemos alguna condición diagnosticada, con más razón conviene que seamos cautelosos con el tipo de información y la frecuencia con la que la consumimos.

Los problemas mentales, como la depresión, son un asunto que debemos atender con seriedad y diligencia. Como hizo mi amiga, llamó a su madre y coordinó atención de inmediato la cual, agraciadamente, resultó ser efectiva. Si es tu caso, comunícate de inmediato con un profesional de la salud y deja lo que estés haciendo para darle prioridad a tu salud. Episodios como este pueden ocurrirle a cualquiera; nos toca actuar con prontitud.

Si sufres de depresión o conoces a alguien que está enfrentando una crisis, el gobierno tiene disponible la Línea PAS, para recibir orientación y atención gratuita. Solo debes llamar al 1-800-981-0023.