Todavía recibo mensajes en mi página de Facebook referente a la entrevista que le realizáramos al locutor radial de la emisora La X, Joey Colón.

Ciego de nacimiento debido a una condición llamada retinitis pigmentosa, no se cansó de tocar puertas buscando una oportunidad de trabajo.

“Habría que pagarle a otro para que te asista”, era la razón que le daban para negarle la oportunidad, hasta que el empresario Germán Dávila, a quien Joey no se cansa de agradecer, le abrió las puertas, permitiéndole convertirse en uno de los locutores favoritos de la noche.

“Hasta en obras de teatro he participado”, confesó. 

Hizo el cuento cuando en escena le tocó levantar del piso a Sonya, que, como de costumbre, se había escocotado.

En otra ocasión tiró un calzoncillo hacia el público que cayó sobre la bandeja de tragos que llevaba la mesera, causando carcajadas en la sala, porque, obviamente, dice Joey con simpatía “lo tiré sin mirar”. 

Como esta, él tiene muchas otras historias de su trabajo que dan testimonio de cómo ha logrado integrar al escenario laboral su realidad de no vidente.

Lejos de permitirse limitaciones, ha construido sobre sus circunstancias, logrando todo lo que se ha propuesto.

En el escenario familiar es aún más conmovedor.

Tiene dos niñas, una de 15 y otra de 9 años, y una esposa que lo adora.

Como su papá las crió con tan buen sentido del humor, las nenas le hacen maldades, como ponerlo a tomarse un selfie en el área de ropa interior de mujeres en las tiendas por departamento, y ponerlo a hacer filas de espaldas a la cajera. 

Lo cuenta y se muere de la risa. Es la forma en que hay que tomar las cosas en la vida, con alegría.

Además de ser un luchador, trabajador y vacilador, Joey es un padre amoroso que sigue muy de cerca cada paso que dan sus hijas. 

“Les toco sus caritas todos los días para poder apreciar cómo van cambiando y creciendo. No puedo verlas, pero sí sentirlas y grabarlas en mi corazón”, me dice con emoción sobre sus hijas.

La menor, Joynelis, lo acompañó a la entrevista y no hacía otra cosa que mirar con ternura y admiración a su querido padre.

Cuando su niña menor dio las primeras señales de ser consciente de la realidad no vidente de su padre, se le acercó y le dijo: “Papá ya me vestí, mira qué linda estoy”, llevando su pequeño traje hacia las manos de su padre.

Sin dudas la historia de Joey es admirable y por eso impactó tanto a nuestra audiencia. 

Han sido muchos los mensajes recibidos de gente sacudida por el espíritu luchador de Joey: “Me llenó de ánimo, voy pa'alante”, me dice.

En tiempos de tantas dificultades y retos, reconforta conocer a gente como Joey, que teniéndola difícil, ha estado dispuesta a dar la pelea.

A luchar por echar su familia adelante sin dejar que las dificultades lo limiten. Ya tengo en agenda invitarlo de nuevo.