Cuando termine la emergencia, nada será como antes...

Debemos pensar en una nueva normalidad y acostumbrarnos a vivir en ella. Pasará un tiempo en lo que regresa la confianza de la gente para sentirse segura al congregarse. Las líneas aéreas se verán obligadas a reducir el número de asientos para aumentar el espacio entre pasajeros. Los Airbnb ganarán fuerza sobre los grandes hoteles, al ser unidades separadas. La telemedicina será más popular, igual los servicios de entrega de alimentos al hogar, carryout y servicarro. La educación a distancia aumentará su oferta y ganará fuerza en todas partes del mundo. Las reuniones por teleconferencia, más comunes cada vez. Se fortalecerán las tendencias en curso de comprar en Amazon y ver Netflix, en vez de ir al centro comercial y al cine.

La sociedad optará por una vida más individual y aislada, como medida natural de protección. Los ajustes serán inevitables, pero la raza humana está acostumbrada a eso. La adaptación es parte de nuestra realidad.

Aceptar el aislamiento social como nueva forma de vida es impensable, los seres humanos estamos acostumbrados a congregarnos y fuimos diseñados para vivir en comunidad. Por lo tanto, donde debemos ajustar es cambiando los malos hábitos e incorporando los buenos, que nos permitan recuperar la ansiada y necesaria interacción social.

Las medidas de control de infecciones como el frecuente lavado de manos, el mantener distancias, el evitar frecuentar lugares donde se reúnen personas cuando estamos enfermos, el desinfectar las superficies de forma adecuada, el uso de barreras de protección -como guantes y mascarillas-, son medidas que estoy segura se convertirán en hábitos, cuando regresemos a la nueva normalidad.

Nos toca cambiar, así lo ha decidido la naturaleza y como hemos hecho en otros momentos de la historia, cambiaremos. De la misma forma en que, utilizando nueva tecnología, hemos incorporado todos esos cambios en nuestros patrones de consumo, tendremos que hacer lo propio en el control de infecciones.

De toda crisis, luego del trauma y las dificultades, salen cosas buenas. Estoy segura que luego de la crisis seremos más conscientes de la necesidad de tomar en serio las medidas de precaución, cuando así se requiere. Quedó claro que los países que actuaron con premura, fueron más efectivos evitando la propagación y su vuelta a la normalidad tardará menos tiempo. Esto implica mayor capacidad para recuperarse en todos los aspectos, incluyendo la economía. Valió la pena, por lo tanto, priorizar en la seguridad y la salud, tomando medidas dramáticas con premura, lo que estoy segura todos los países del mundo considerarán cuando en el futuro se asome otra amenaza de pandemia.

Todos, además, hemos aprendido a valorar, aun más, al personal que cuida de nuestra salud. No sólo a los médicos, sino al personal auxiliar y técnicos que tan necesarios han sido para enfrentar la crisis. Nuestros científicos, epidemiólogos y profesionales de la salud pública, de pronto están en boca de todos. ¡Qué bien!

Tendrán las universidades que graduar más de estos profesionales y los gobiernos valorar más sus servicios con más recursos y mejor remuneración. Cosas que debimos como sociedad haber hecho hace tiempo, la crisis las obligará.

Por lo pronto, nos toca continuar cumpliendo con nuestro deber de respetar las medidas impuestas para enfrentar la crisis, esperando que podamos superarla pronto, para seguir adelante con nuestras vida. Conscientes todos, de que todo será diferente.