De las cosas que más disfruto, últimamente, es quedarme en casa escuchando música del ayer en la terraza, con una vellonera que me regaló mi comadre. Le he sacado el jugo a la vellonera esa. Un regalo sencillo, pero de mucha utilidad, que se ha convertido en la dueña y señora de mi terraza.

La vellonera vino preñaíta de buena música, sobre todo de boleros y salsas clásicas, que nunca pasan de moda. Algunos pensarán que ahora con la música digital no hace falta una vellonera, pero no es lo mismo. La experiencia es diferente. Me gusta pararme frente a ella y programarla apretando los botones con el riesgo de que ponga una canción, pero me salga otra.

Las carátulas de los CD’s no son originales, muchas son un pedazo de papel escrito con “magic marker” y el orden en que, supuestamente, están las canciones no es nada de confiable. Tampoco las bocinas de la vellonera son las mejores, su sonido es muy peculiar y si subo mucho el volumen se escucha distorsionado. Todo eso es lo que me gusta.

Cuando quiero escuchar reguetón o música moderna pongo Spotify, iTunes, Amazon Prime o cualquiera de las plataformas digitales en mi celular. Pero cuando quiero escuchar música del ayer, y cantar las canciones a boca de jarro, prendo la vellonera.

Este pasado domingo pasamos largas horas escuchando la música de Ismael Rivera, luego de conocer la noticia de la partida de su hijo, el también cantante Ismael Rivera, Jr. Tiempo atrás hicimos lo mismo con Tito Rojas, “El Cano” Estremera, Roberto Roena y otros. Es una forma sencilla y muy personal de rendirle nuestros respetos, escuchando y disfrutando de su música. Sin duda, esa sencilla vellonera ha sido uno de los mejores regalos que he recibido.

El valor de las cosas no depende de su costo, sino de la utilidad que pueda tener a nuestra vida. La vellonera es un buen ejemplo, pero tengo otras cosas que compré deslumbrada por un anuncio o por impulso y ahora me doy cuenta de que boté el dinero.

De un tiempito para acá, he comenzado a ser más práctica con lo que adquiero, dándole más valor al uso que puedo darle a las cosas que a ese primer impulso.

Si usted es fanática como yo de la música del ayer, hacerse de una vellonera será una inversión a la cual van a sacarle el jugo. No es tan fácil conseguirlas, pero hay dos o tres personas que se dedican a prepararlas y venderlas. Si pueden adquirirla, no se van a arrepentir. Esos domingos con mi marido en la terraza escuchando a Felipe Rodríguez no tienen precio.