Buscábamos desesperadamente algún lugar con sombra en una playa llena de turistas, la mayoría estadounidenses. Era una de las últimas paradas realizadas por el crucero y quería asegurarles a los nenes una buena experiencia y que el sol no me atacara mucho a David.

Comencé a “cepillar” el lugar con mi mirada en busca de algún boricua con quien pudiéramos sentarnos y de inmediato choqué con Bimbo, un simpático arecibeño que junto a su esposa, hijas y yerno nos abrieron espacio y se convirtieron al instante en nuestros amigos. No habíamos puesto los bultos en la arena y ya Miranda estaba apretando la prominente barriga de Bimbo y el diciendo “te quiero”, “te quiero”, simulando ser un peluchito.

El que se inventó el término “mancha de plátano” tenía que ser un genio. No hay una mejor forma de describir la “pinta” que delata al boricua sin la necesidad de escucharle hablar una sola palabra.

Nos detectamos los unos a los otros, tenemos un GPS natural que nos facilita el encontrarnos. Así fue como en aquel crucero, con más de cuatro mil personas de distintas nacionalidades a bordo, terminamos reunidos los boricuas formando el vacilón al que estamos acostumbrados. Basta con escuchar el cantao, alguna frase típica o el intercambio de la “r” por la “l” para saber que ahí va uno de los nuestros.

La mancha se nota incluso al verlos parados al lado de su equipaje; es raro que carguemos con un juego de maletas combinado, por el contrario, como en mi caso, de cuatro a cinco bultos diferentes, llenos hasta el tope con todo lo necesario para vacacionar un mes en un crucero de siete días.

Si nos fijamos bien, alguien de la familia de seguro tendrá alguna t-shirt o gorra de promociones; yo llevaba una negra de Telemundo. Las fotos comienzan desde que nos bajamos del taxi y no paran hasta que llegamos a Puerto Rico. Donde nos botamos es en el buffet, sobre todo los primeros días: un poquito de todo para que no nos cuenten y, ¡ahh, siempre algo para llevar! El mantecado infinito… (gran error una barquilla en las manos de los chiquitines). Si nada de esto te resulta suficiente y sigues teniendo dudas sobre si alguien presenta o no la mancha de plátano, una mirada a la pista de baile lo aclarará todo. Allí siempre estamos poniendo sabor y ritmo, además tarareando las canciones latinas, pues la gran mayoría son de artistas puertorriqueños.

Por más lejos que nos vayamos de vacaciones, esa mancha de plátano nos permite siempre encontrar algún buen boricua, como Bimbo, que nos hace recordar que no hay mejores momentos que los que se pasan junto a nuestra gente.