
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 11 años.
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Con el propósito de conocernos mejor y hablar sobre los nuevos retos de nuestros hijos, los padres y madres del salón de primer grado donde estudia mi hijo Adrián salimos a comer la pasada semana.
Comunicarnos por “WhatsApp” no era suficiente, queríamos vernos las caras, saludarnos y compartir.
Me alegró mucho la gran asistencia y mejor aún resultó la dinámica y el diálogo.
Mientras los papás en una esquina analizaban el Mundial de baloncesto y otros asuntos del País, justo al lado nos encontrábamos nosotras sacándonos fotos y haciendo historias de nuestros hijos e hijas. También vacilamos con asuntos personales livianos: cómo se conocieron las parejas, el trabajo de cada cual y algunos chistes viejos que siempre se cuelan. Fue una buena antesala para luego comenzar a hablar sobre el reto enorme que como madres y padres tenemos de frente. Mucho ayudará lograr juntarnos en favor de nuestros hijos, como lo hacían nuestros padres a pesar de no tener disponible la actual tecnología.
Los problemas y situaciones de entonces no eran muy distintos a los hoy, pero debemos señalar que los padres de esa generación tenían muy claro cuál era su cuota de responsabilidad. Cuando la directora los convocaba allí llegaban todos, sin excepción, a la hora correspondiente. El respeto a las autoridades escolares, maestros, directora y personal administrativo era total y se transmitía automáticamente a los hijos. Yo veía a la directora caminando por el pasillo y me ponía derechita, hasta la respiración aguantaba. “Hola ‘misi’”, le decía tímidamente.
Eran muy conscientes de que no se podía afectar la autoridad de los maestros frente a los estudiantes. Por otro lado, se acostumbraba hacer “serruchos” para las actividades o derramas para atender imprevistos o problemas con la planta física. Magüi, la mamá de una de mis grandes amigas, nunca fallaba con las donas para sacar unos chavitos y siempre que había que hacer unas costillas no faltaban gracias a ella. Un padre plomero siempre estaba disponible para arreglar el toilet que se había dañado, la fuente de agua o el lavamanos.
Sobraban las manos que se levantaban para hacer trabajo voluntario cuando era solicitado; era una actitud de compromiso total. Cuando surgía algún reclamo público o queja, realmente había ocurrido algo grande que estaba fuera de las posibilidades de la comunidad escolar poder resolver.
Entre historia y relatos, ese viaje en el tiempo nos sirvió de reflexión para repasar la importancia que tiene nuestro rol como padres en el escenario escolar. Preguntarle al maestro por nuestros hijos, pero también por la escuela y los asuntos que puedan estar enfrentando. Estar disponibles para colaborar y dar la mano en lo que haga falta, mostrando siempre una actitud positiva.
Que al chocar con un problema, antes de sacar el “smartphone” para fotografiarlo y convertirlo en queja pública, lo usemos para convocarnos y tratar de ayudar a resolverlo. Ayudando a la escuela, ayudamos a nuestros hijos.
Posee un bachillerato en relaciones laborales de la UPR, Río Piedras y una maestría en administración de empresas de la Universidad del Turabo. Comenzó a destacarse a principios del 2000 como comediante y animadora de radio y televisión. Desarrolló una sólida carrera como presentadora en programas tales como "Pa' que te lo goces", "Anda pa'l cará" y "Dando candela". En el 2014, comenzó su propio programa de TV, "Alexandra de noche" y al presente conduce "Alexandra a las 12". En 2017 incursionó al teatro con su stand up comedy "La casi casi primera dama", reconocido como uno de los más exitosos de todos los tiempos al vender más de 50,000 boletos en sobre 50 funciones. Se ha destacado además, como productora de teatro. Alexandra está casada con el Dr. David Bernier, excandidato a la gobernación de Puerto Rico, y es madre de Adrián y Miranda.
Sin maquillaje
La actriz y presentadora comparte varias de sus experiencias como madre, comunicadora y promotora de la cultura.