El pasado sábado me quedé en casa cocinando, escuchando música y hablando “zanganerías” con mi esposo. ¡Qué bien la pasamos! Cantando desafinados salsa vieja que tanto nos gusta a ambos y riéndonos de nosotros mismos.

Nada como cantar “La Rueda” de Frankie Ruiz esgalillá con un cepillo de pelo, simulando un micrófono. Eso es medicina para el alma. Prohibido estaba hablar de temas que serían protagonistas en el prime time mañanero de la radio. Nada sobre los dolores de cabeza de la educación a distancia, el COVID-19 o quién ganará las próximas elecciones.

Ese día hablábamos de quién era el mejor salsero de todos los tiempos y la mejor canción. Sobre qué hubiera pasado si no me hubiera casado con mi esposo y otras zanganerías que si bien no cambian el mundo, nos regalaron un buen rato de pareja.

Esas conversaciones livianas son importantes y conviene ponerlas en agenda de vez en cuando. Son combustible para las relaciones y, definitivamente, hacen falta.

Cuando digo “zanganerías”, me refiero más a la forma que al contenido, a la actitud con la que abordas los temas. Se puede hablar de lo que sea, pero teniendo claro que ese momento es para reír y pasarla bien, no para “cogerlo de trofeo”, como decimos en Cidra.

Algunas personas tienen grandes dificultades para abandonar su carácter rígido y de extrema formalidad, aunque sea por unos minutos. Te hablan todo el tiempo como si estuvieran haciendo una presentación oral para un examen final. No podemos vivir 24/7 con el “cuchillo en la boca”. En algún momentos tenemos que quitarnos la chaqueta y aflojarnos la corbata para, simplemente, vivir la vida. Sin analizarla ni criticarla, solo vivirla.

Hablar zanganerías nos sirve de válvula de escape y nos permite recargar energías. Ponemos en pausa las conversaciones pesadas y complejas, que si bien son importantes y críticas, no deberían ocupar la totalidad del tiempo de pareja. Los conflictos familiares, los problemas en el trabajo, los asuntos de la escuela de los nenes y cualquier otra carga que nos acompañe. Entre chiste y chiste, en ocasiones se descubre que estamos dándole demasiada importancia a cosas que no la tienen.

No subestimemos el valor de estos ratitos, que son verdaderamente importantes. La rutina puede ser nociva para las relaciones e incluso para la salud. Hace falta respirar, hace falta reír, hacen falta las pausas... y hacen falta las zanganerías.